C. Jordá/C. Sánchez de Roda
La
Ley
de Enjuiciamiento Criminal es clara al respecto en su artículo 338:
"(…)
los instrumentos, armas y efectos a que se refiere el artículo
334 [todos los que se encuentren en el escenario de un delito o
que estén relacionados con él]
se recogerán de tal forma que se
garantice su integridad y se acordará su retención, conservación o envío
al organismo adecuado para su depósito".
Así ocurrió con
los restos de un tren Talgo que sufrió
un accidente a principios de 2003 y que han estado durante siete años,
hasta el pasado mes de enero, esperando a ser desguazados en unas
instalaciones que esa empresa tiene junto a su sede central en Las
Matas, junto a la carretera de La Coruña y en las cercanías de Madrid.
El convoy había descarrilado en Tobarra, en la provincia de Albacete,
causando el fallecimiento de dos personas y heridas de diversa
consideración a otras 24. Los servicios de la Guardia Civil no pudieron
determinar las razones del accidente, así que el magistrado del Juzgado
de Instrucción de Hellín encargó un informe al laboratorio
SGS Tecnos.
El informe de esta empresa, que el juez asumió y formó parte del
sumario, apuntaba a deficiencias en el material del propio convoy, lo
que entraba en contradicción con otros estudios. Finalmente el
procedimiento penal fue incapaz de encontrar responsables a ese nivel y
el caso fue sobreseído en febrero del 2006, aunque el juez
recomendó entonces a los afectados dirigirse a la vía civil.
Sin embargo, lo relevante para el tema que nos ocupa es comprobar que
por un incidente accidental y por orden de un juez de Hellín,
el
tren estuvo precintado no sólo durante el procedimiento judicial sino
incluso años más allá.
Y es que tal y como ha podido saber Libertad Digital, parte de este
tren, concretamente un furgón que acompañaba la máquina siniestrada fue
desguazado en las instalaciones de Talgo en Las Matas en
una
fecha tan tardía como enero de este mismo año, como puede verse
en la galería de imágenes que acompaña a esta noticia.
Guardar trenes, algo habitual
En cualquier caso, y en contraste con lo ocurrido tras el mayor atentado
de nuestra historia, almacenar trenes ya sea siniestrados o incluso que
simplemente estén fuera de uso
es algo habitual en cualquier
compañía ferroviaria.
Veamos otro ejemplo: tras la tragedia del Metro de Valencia, el
accidente en el que murieron 43 personas, el tren siniestrado se guardó
en instalaciones de los Ferrocarriles de la Generalidad Valenciana
mientras duró la instrucción judicial, de hecho, grupos de víctimas
criticaron
que fuese en este lugar donde estuviese el tren, ya que en su
opinión la empresa podía ser parte interesada en el proceso.
Pero
incluso sin ninguna razón legal los trenes se guardan
durante años, sin ir más lejos, tal y como ha confirmado a este
periódico un antiguo responsable del Metro de Madrid, la empresa del
suburbano ha tenido almacenados de forma habitual
centenares de
coches, es decir decenas de trenes, que tras ser retirados del
servicio se guardan durante años.
Instalaciones a sólo un paso de los atentados
Aún así, la propia ley establece excepciones en las que una prueba
puede ser destruida, eso sí, si se siguen los pasos adecuados y siempre
"dejando
muestras suficientes", cosa que no ocurrió en el 11M. Estas
excepciones
están
recogidas en el artículo 367 bis y siguientes de la misma Ley de
Enjuiciamiento Criminal, y se refieren, sobre todo, a "cuando
resultare necesaria o conveniente por la propia naturaleza de los
efectos intervenidos o por el peligro real o potencial que comporte su
almacenamiento o custodia".
Sin duda, una vez estalladas las bombas,
los trenes del 11M no
significaban una amenaza real o potencial, así que eso descarta
una de las razones para su destrucción. En cuanto a la "naturaleza" de
estas pruebas, podría pensarse que guardar 10 grandes vagones de tren
podría suponer un problema logístico o una tarea imposible.
Nada menos cierto.
La propia compañía que gestiona las infraestructuras ferroviarias, Adif,
tiene en la Comunidad de Madrid un buen número de instalaciones que (
tomamos
de la web de la empresa) "se dedican a realizar operaciones sobre
el material ferroviario,
relacionadas con su estacionamiento,
la agregación y segregación de vehículos ferroviarios y la preparación
de los mismos para su puesta en circulación".
Vemos pues que uno de los usos de estas instalaciones es el
estacionamiento de trenes y, si se consulta esa misma página con cierto
detenimiento, podemos descubrir que hay
hasta una docena de
lugares de este tipo dentro de la provincia de Madrid, algunos
pequeños y apartados, como las instalaciones de Algodor o Zarzalejo,
otras de gran tamaño y capacidad, como el
Centro Logístico de Vicálvaro, que tiene hasta 60
vías.
Más llamativo es todavía comprobar que, a
tan sólo a un par de
kilómetros de donde se produjeron algunas de las explosiones,
está el
Centro
Logístico Ferroviario Madrid Abroñigal (que muchos madrileños
habrán visto como una zona llena de contenedores al pasar junto a él por
la M30) que cuenta con una playa con
cerca de 20 vías con una
longitud media de más de 400 metros.
Si tenemos en cuenta que los diez vagones atacados el 11-M tenían una
longitud de 25 (los de un único piso) y 27 metros (los de dos
pisos) cada uno, es fácil realizar la operación y comprobar que habría
bastado y sobrado con únicamente una de esas veinte vías para guardarlos
allí.
Incluso de no haber sido posible en Abroñigal tampoco mucho más lejos, a
menos de tres kilómetros de distancia, encontramos otra posible
ubicación para los trenes: el
Complejo
Villaverde, situado en el madrileño barrio de Villaverde Bajo,
cuenta nada más y nada menos que
con 35 vías con una longitud
media de más de 320 metros.
Más aún, cerca de las anteriores y a sólo unos 4 kilómetros de la
estación de Santa Eugenia hay otra instalación técnica más, en este caso
en
el Polígono de Vallecas, más pequeña pero aún así con al menos
cuatro
vías de más de 500 metros de longitud media, es decir, más que
suficiente para guardar los trenes.
En definitiva, nos encontramos
tanto con precedentes judiciales
como con las instalaciones necesarias para almacenarlos,
algunas a sólo un par de kilómetros del lugar de las explosiones, pero
los trenes del 11-M fueron destruidos tan sólo 48 horas después de los
atentados, contraviniendo la ley, sin una razón lógica para hacerlo y,
al menos por ahora, sin que sepamos quién dio la orden.