Claves para entender el 11-M. Capítulo 11. ¡Viva el lobby gay! ¡Qué tonto eres hijo mío!
Por Doutdes
CLAVES PARA ENTENDER EL 11M
CAPÍTULO 11: ¡Viva el lobby gay! ¡Qué tonto eres hijo mío!
Tras
la sistemática demolición del Alma Española y a pesar de la postrera
caída del caballo que vimos en el capítulo anterior, Carlos III por
desgracia no quiso o no supo prestar un último servicio a España y, con
ello, al humanismo cristiano antes de encontrarse con Dios. Su impronta
despótico-masónica fue más allá de su física desaparición en 1788. El
legado estaba tan "atado y bien atado" como el de Franco, es decir,
"después de mí el diluvio", frase que se atribuye a Luís XV de Francia,
aunque algunos afirman que la autora fue su meretriz, la Marquesa de
Pompadour. Ya se sabe: los "benéficos" planes testamentarios de los
déspotas siempre resultan nefastos, pues además "muerto el burro, la
cebada al rabo".
Carlos
III dejaba una herencia incongruente y envenenada: un heredero incapaz,
Carlos IV; un valido como Floridablanca, reconocido y reconocible
anglófilo; y, por el contrario, un Pacto de Familia con el Rey de
Francia. Con estos condicionamientos era inevitable que España ahondara
su decadencia. A partir de entonces además se convertiría en el campo
de batalla de las dos potencias en liza. De todo ello hablaremos en
este capítulo y, más aún, en los siguientes.
Carlos
IV, abuelo de la tatarabuela de nuestro actual monarca, fue un rey
estúpido y efébico con numerosos hijos -hasta catorce y diez abortos-,
aunque nadie sabe a ciencia cierta cuántos eran realmente suyos, si
bien no parece haber dudas sobre la paternidad de su heredero Fernando
VII. De los asuntos extraconyugales de Juan Carlos I no se conoce
fruto, quizás porque hoy se usan los anticonceptivos a discreción. Las
veleidades de nuestro monarca, a pesar de ser conocidas por todo el
mundo, es "costumbre" que la prensa las tape. Nuestro Rey bien sabe en
quien recaerá el trono que hoy calienta más que ostenta, si es que
sigue habiendo trono en España para entonces o, lo que es más
importante, si es que sigue existiendo España.
Forma
parte de la historia apócrifa que, en una tertulia cortesana al final
del reinado de Carlos III, se conversaba sobre esposas adúlteras,
cuando el Príncipe, futuro Carlos IV, dejó caer:
-Nosotros los reyes, en este caso, tenemos más suerte que el común de los mortales.
-¿Por qué? -quiso saber su augusto y algo amoscado padre.
-Porque nuestras mujeres no pueden encontrar a ningún hombre de categoría superior con quien engañarnos.
Carlos III se quedó pensativo, luego sacudió la cabeza y murmuró con tristeza:
-¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!: ¡Las reinas también pueden ser putas!
Alejandro Dumas en su novela Memorias de un médico
pone en boca de Joseph Balsamo, falso Conde de Cagliostro, personaje
histórico del que hablamos en capítulos anteriores y primer jerifalte
de la Masonería Egipciana, las siguientes palabras, con las que
instruye al masón Marat, que años más tarde sería uno de los líderes de
la Revolución Francesa: "Ningún esfuerzo será suficiente contra los
sinsabores que habrán de derivarse de su fecundidad para la futura
reina: declararemos ilegítimo al heredero que dará al trono, diremos
que se trata de una fecundidad adúltera".
En un reciente libro titulado En carne viva,
que "curiosamente" ahora se ha retirado de las librerías, el zafio y
ripioso cantautor Joaquín Sabina, que lleva años componiendo la misma
canción a la que cambia la letra, escribe que la Princesa Letizia le
contó un chiste mientras bailaban un vals al tiempo que el Príncipe
Felipe, cuyo último logro ha sido emular a Jesulín de Ubrique, a
Rociíto o a los Pajares ofreciendo exclusivas, lo hacía con la novia
del poetastro jienense, a la que obsequió con el fino y principesco
piropo: "Bailas cojonudo". "¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!".
El
chiste que tanta gracia le hacía a la periodista republicana convertida
en princesa, que subió al altar de blanco tras estar casada y
divorciada por lo civil, es una chanza chabacana e intolerable en quien
dijeron ser "idónea" para ser madre de rey o reina, por muy nieta de
taxista que sea, pues la mayoría de los taxistas son gente educada. El
chistecito que el pintoresco neocortesano dice que la Princesa le contó
es el siguiente: "¿En qué se parecen la Princesa Estefanía y la
Princesa Letizia? En que Estefanía se folla a un funambulista y Letizia
fue una fulana lista".
No
seré yo quien de crédito a la verdad de la anécdota, pero si el ilustre
Carlos III dijo que "las reinas también pueden ser putas", nada tiene
de extraño la existencia de princesas fulanas, máxime si son listas.
Dicen que Doña Letizia ha desmentido la anécdota, pero "ahora es
demasiado tarde, princesa". De cualquier forma, poca importancia tiene
que el politoxicómano, que se enamoró de quien andaba "entre la
cirrosis y la sobredosis", al que siempre le "queda una chinita para un
peta" y que se dice republicano se la haya inventado o sea cierta.
Aunque posiblemente doña Letizia ya no contará con él entre sus
coleguitas, siempre podrá aparecer "otro perro que te ladre, princesa"
mientras cuides tan poco la elección de tus compañeros de baile.
Lo
en verdad trascendente es que la actuación de los Príncipes haya
propiciado que el Inquisidor de la basteza pueda contar esas cosas que
ya quedan para la historia, bien lo sabía Balsamo y lo sabe Sabina:
"¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!". A falta de adulterio que
proclamar, pues la buena de Leonor no puede negar que es borbón, bien
puede que quepa promover un conflicto sucesorio vía constitucional, si
el próximo bebé fuera varón. Aunque ya no se discuta que sin sangre
real Letizia pueda ser reina, me temo que lo de fulana, por muy lista
que sea, no va a contribuir a que crezca el aprecio popular hacia su
persona y mucho menos a que se asiente su cuestionable realeza.
Era
Carlos IV, también cuarto rey borbón, una caricatura de su padre, como
bien lo muestra en sus favorecedores retratos Goya, mal disimulando su
horripilación. El gran artista aragonés lo pinta grandón y brutote,
sonrosado y regordete, pelín feminoide, de mínima cabeza, ojos vacunos
y enorme nariz borbónica. En cinco palabras lo define Arturo Pérez
Reverte: "Aquel zurullo empolvado y fofo". Algunas más empleó Galdós en
su Episodio Nacional La corte de Carlos IV: "Un señor de
mediana estatura, grueso, de rostro pequeño y encendido, sin rastro
alguno en su semblante que mostrase las diferencias fisonómicas
establecidas por la Naturaleza entre un rey de pura sangre y un buen
almacenista de ultramarinos".
No
tendría mayor importancia tan impropio aspecto real, si no fuera porque
seguramente influyó en un comportamiento acomplejado y afeminado de
funestas consecuencias. Al menos eso se desprende de las afirmaciones
hechas por Francisco de Asís respecto a la poco varonil sexualidad del
Rey y a sus tendencias manfloritas. Asís fue uno de los nietos de la
mujer de Carlos IV, María Luisa de Parma, de cuyas adúlteras relaciones
con el valido Godoy, a las que más tarde nos referiremos, nació su
padre, el bastardo y Gran Maestre de la Masonería Francisco de Paula,
del que también hablaremos en su momento.
Homosexual
declarado, Francisco de Asís, que llegó a ser rey consorte durante el
funesto reinado de Isabel II -es difícil determinar cuál de los
borbones ha sido peor-, en una entrevista con el ministro Benavides, a
la que ya nos referiremos con mayor abundancia, le dijo respecto a las
relaciones de su mujer Isabel II con el general masón Serrano, el más
que posible padre de Alfonso XII: "Serrano es un pequeño Godoy que no
ha sabido conducirse; porque aquel al menos para obtener la privanza de
mi abuela, enamoró primero a Carlos IV".
Parece
que los planes que el Balsamo de Dumas exponía a Marat para acabar con
la monarquía en Francia en su clase masónica magistral eran también
aplicables en España: "¿Queréis destruir la realeza? Para conseguirlo
para siempre, es preciso debilitar su prestigio y su esencia. ¿Buscáis
cómo destruir la realeza? Aguardad hasta que la realeza deje de ser un
sacerdocio para convertirse en un oficio, esperad hasta que no se
ejerza en un templo, sino en una tienda".
Para
que esa degeneración cale en la realeza lo más fácil desde entonces ha
sido contaminarla mediante la aplicación del plan que bien formuló el
filósofo Cioran en sus Silogismos de la amargura: "para
dominar a los hombres hay que practicar sus vicios y añadir a ellos
alguno más". Si estos vicios se inculcan en reyes y gobernantes o en
"intelectuales" mediáticos, harto lo saben y lo practican la jerarquía
iluminista y sus esbirros masones, el proceso de decadencia y
degeneración de los pueblos avanza mucho más rápido.
Durante
el reinado de Carlos IV se produjo en la sociedad española un proceso
al que contribuyó sin duda la degeneración palaciega, mediante el cual,
como bien ha descrito la escritora Carmen Martín Gaite en su obra Usos amorosos del XVIII en España,
"el matrimonio había distorsionado sus fines primordiales y caía
vertiginosamente en desprestigio", pues "es indudable que en el reinado
de Carlos IV se aceleró la metamorfosis del cortejo en infidelidad",
por lo que "el cambio operado a lo largo del último tercio de siglo en
la actitud de las señoras consistía, pues, fundamentalmente en un mayor
cinismo y en la progresiva pérdida de respeto por las formas".
El
desprestigio de los principios tradicionales a los que se refiere la
escritora ha ido creciendo hasta nuestros días. Hoy están asentadas y
se extienden en todo el mundo occidental las ideas de la llamada
indistintamente revolución o liberación sexual. Lo cierto es que ambos
conceptos, por más que se intenten identificar, cabe definirlos de
manera dispar e, incluso, opuesta. La liberación sexual, lícita y
deseable aspiración para cualquier ser humano, es el fruto de una
educación que fomenta las relaciones sexuales libres de taras, libres
de esclavitudes, libres -en definitiva- para que el sexo sea el mejor
vehículo del amar plenamente.
La
revolución sexual, por el contrario, es la consecuencia de una
educación que fomenta una subversión de valores que incita a cualquier
tipo de desviación, de esclavitud sensorial -en definitiva- de
prácticas antinatura que imposibilitan el amor pleno. Su exposición
dialéctica se remonta a un criminal y degenerado masón, el Marqués de
Sade, quien puso en boca de su trasunto Dolmancè de su obra La filosofía en el tocador
las siguientes palabras: "Mil veces te he dicho que la naturaleza, para
la perfecta conservación de las leyes de su equilibrio, necesita tanto
del vicio como de las virtudes, y nos inspira alternativamente el
impulso que le es necesario; no hacemos entonces ningún tipo de mal
entregándonos a esos impulsos, como se podría suponer"; de esta manera,
por ejemplo, el adulterio "no es otra cosa que cumplir con un derecho
de la naturaleza al que nunca podrán sustraernos las fantasías de esos
tiranos".
Así
pues, esta revolución sexual, que es una más de las perversiones de los
pensamientos liberal-masónico y marxista, tuvo su precursor y referente
principal en el repugnante escritor francés, aventajado discípulo del
"ilustrado" masón Voltaire, a quien el Marqués consideraba el adalid de
la lucha contra el Cristianismo, pues "es de todos los escritores el
que se puede jactar de haber hecho más prosélitos".
Ya
en el siglo XX, los falaces pseudoargumentos de Sade fueron objeto de
una intelectualización "psicológico-psiquiátrica", "filosófica" y
"sociológica" en los postulados, entre otros, de depravados como Lacan,
el obsesionado por los falos, Foucault, el enamorado del régimen de
Jomeini, o Althauser, el asesino de su propia mujer que le cuidaba en
sus delirios. Al tiempo encontraban la cobertura "científica" a finales
de los años cuarenta en el llamado Informe Kinsey, tan
valorado por la "progresía" y cuyo autor llegó a abusar sexualmente y
con violencia -él mismo lo reconoció- de trescientos niños entre dos
meses y quince años, para realizar sus "investigaciones", como cuenta
Sade que hizo su trasunto Dolmancè: "Sodomizo gente más joven todos los
días; ayer mismo un niño de siete años fue desflorado por esta verga en
menos de tres minutos".
Kinsey,
como Sade, no tuvo pelos en la lengua a la hora de hacer todo tipo de
afirmaciones degeneradas. Este vicioso reprimido defendía que los
contactos sexuales entre niñas y adultos son "una fuente de placer para
estas jovencitas, que podrían conducir a un mejor desarrollo
socio-sexual en su vida posterior". Con ello seguía al pie de la letra
los preceptos de su maestro dieciochesco: "tengo derecho a gozar de tu
cuerpo, puede decirme cualquiera, y este derecho lo ejerceré, sin que
ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga
en gana saciar".
Más
aún, Kinsey y sus seguidores llevan a sus últimas consecuencias la
impronta del Marqués al estimar saludables las relaciones sexuales
entre padres e hijas, pues entre ellos se dan "muchas relaciones
agradables y satisfactorias". Ya lo decía Sade: "si tu padre, que es un
libertino, te desea, enhorabuena: que te goce, pero sin encadenarte;
rompe el yugo si quiere esclavizarte", porque "si el amor, en pocas
palabras, nace de la afinidad y la semejanza ¿dónde pueden ser más
perfectas que entre hermano y hermana, padre e hija?".
El
estudio pseudocientífico del criminal o mentiroso Kinsey, ídolo de las
asociaciones de gays, lesbianas y transexuales, tuvo sus principales
derivaciones ideológicas en Wilhelm Reich (1897-1957), que invitaba a
experimentar todo tipo de situaciones sexuales, sumiso al dictado del
pervertido escritor del que deriva el término sadismo: "Sólo tuyo es tu
cuerpo; sólo tú tienes en el mundo el derecho de gozar de él, y de
hacer gozar con él a quien te plazca", parodiando el rezo que debió
aprender en su infancia jesuítica: "Tuyo es el Reino, tuyo es el poder
y la gloria por siempre Señor".
Su
influjo es también notorio en el existencialismo ateo de Simone de
Beauvoir (1908-1986), quien ya en 1949 pronunció su conocido aforismo:
"¡No naces mujer, te hacen mujer!", una de las mayores barbaridades que
se hayan dicho nunca contra la mujer, en particular, y contra la
humanidad, en general, para llenar de contenido la teología feminista
radical. La horrenda afirmación de la degenerada escritora bisexual es
una fórmula más para fomentar el libertinaje masónico deshumanizado que
fundó Sade: "¡es tan hermoso cambiar de sexo, hacer uno a su turno la
puta!". Nada tiene de extraño que para los surrealistas, tan admirados
por los degenerados "intelectuales" de la basura propia introspectiva
como Lacan y compañía, Sade fuera "el ente más libre que jamás haya
vivido".
En
esta misma línea deshumanizadora se encuadran las ideas del homosexual
y desequilibrado Foucault, cuyas proclamas han tenido gran influencia
sobre la generación deudora de la doctrina tumultuosa, inconcreta e
irracional nacida a partir de la revolución de 1968. Foucault,
inspirado en Sade y ejemplar militante gay, mostró su admiración por la
revolución islámica iraní a la que llegó a definir como "la primera
gran insurrección contra el sistema planetario, la forma más demente y
más moderna de rebelión". Nada tiene de extraño que el líder homosexual
Zerolo cubra de elogios a radicales y terroristas islamistas, pues para
su maestro francés: "Allí está la vida".
Foucault,
inspirado en Nietzsche y ejemplar militante de la filosofía de la nada,
creía que el progreso pasaba por el "tohu-bohu", es decir, por el caos
primitivo, el "totum revolutum", el barullo del que, por cierto,
siempre sale beneficiada la jerarquía iluminista. Entre otras cosas,
este pensamiento, como afirma Sabine Prokoris, "constituye el
fundamento conceptual del lobby gay" y de sus "filósofos" y
"sociólogos" emblemáticos como Didier Eribon, Eric Bassin y Daniel
Borillo, todos ellos "iluminados" por el relativismo masónico.
Amparado
por la jerarquía iluminista que lleva años dándole alas y financiación,
el poder del lobby gay, para el que su mesías es el Marqués de Sade,
campa en nuestra sociedad cada vez más influyente e inquisidor. Los
grandes medios de comunicación ocultan, por ejemplo, la cruda realidad
del creciente turismo homosexual de tipo pederástico, que se viene
dando desde hace tiempo en los países africanos, a veces incluso con la
tapadera de ONGs. No se proporciona al gran público la estadística
sobre el crecimiento generalizado del sida, sobre todo en los pueblos
subsaharianos con mayoría islámica, pues en esas sociedades las
prácticas con niños están más toleradas y, al emplearse preservativos
lubricados, existe mucho más riesgo de contagio.
Poco
importa esto a los pesebreros "intelectuales" que la jerarquía
iluminista financia, siempre a favor, como decía Sade, de recorrer el
camino para llegar "a probar que la extinción total de la raza humana
sería un servicio prestado a la naturaleza". En realidad, no es más que
una de las consecuencias de lo que podríamos llamar la teología gay o
la filosofía sádica. Su coartada consiste en aprovecharse del respeto
debido por todos hacia quienes sufren la inclinación homosexual, que
por ello no pierden ni un ápice de su inalienable dignidad como
personas, como bien lo afirma poéticamente García Lorca en su
estremecedora Oda a Walt Whitman: "Por eso no levanto mi voz,
viejo Walt Whítman, / contra el niño que escribe / nombre de niña en su
almohada, / ni contra el muchacho que se viste de novia / en la
oscuridad del ropero, / ni contra los solitarios de los casinos / que
beben con asco el agua de la prostitución, / ni contra los hombres de
mirada verde / que aman al hombre y queman sus labios en silencio".
La
teología gay, en contra de lo que escribe Lorca, impone el concepto de
que la inclinación homosexual no es desordenada, con lo que la fomenta,
impidiendo que sea curada en ningún caso. A partir de ahí, algunos
homosexuales se organizan en distintas asociaciones que, coordinadas
entre ellas, constituyen verdaderos grupos de presión social, mediática
y política: el llamado lobby gay, aunque mejor sería denominarlo lobby
Sade en honor a su precursor. La presión del lobby Sade y su poder
fáctico se extienden por doquier gracias a una estrategia mediática que
constituye una de las herramientas fundamentales de su agobiante
presión social.
Desde
la caída del Muro de Berlín, los llamados "progresistas" han cambiado
su gusto cromático para sustituir el rojo del marxismo por el verde del
ecologismo y el rosa del homosexualismo, que sirven, al modo del velo
de Isis, para ocultar el negro del genocidio y del sadismo. Hasta hace
bien poco, los seguidores del marxismo fueron homófobos, como lo
demuestra el hecho de que a marxistas convencidos y deseosos de militar
-entre otros, al cineasta Luchino Visconti o al escritor André Gide-
les fuera negada la pertenencia al Partido Comunista por sus
inclinaciones homosexuales. Hoy, sin embargo, no se han visto libres de
este "mágico" cambio de color ni siquiera los partidos que se dicen de
centro-derecha. Asentado en la praxis política, el sadismo ideológico
pretende cambiar la sociedad occidental, su cultura, más aún: su
civilización, a través de leyes que redefinan las evidencias
antropológicas.
Desde
una concepción totalitaria, el lobby Sade presiona a los gobiernos para
que promuevan el cambio de las coordenadas antropológicas, mediante la
concesión a las parejas homosexuales de un llamado "derecho a la
adopción", como si tal derecho no fuera del niño sino de los adultos.
Es de sentido común -sí, el menos común de los sentidos, como diría
Unamuno- que en el caso de las adopciones, sólo le compete al Estado el
papel social subsidiario de dotar al huérfano, lo sea por fallecimiento
o abandono de sus padres, de aquello que tendría naturalmente: un padre
y una madre o, al menos, una madre. Las adopciones por parejas del
mismo sexo supondrán para esos niños, que de partida ya sufren los
problemas inherentes a la orfandad, condenas a ser conejillos de indias
con los que se experimentarán nuevas fórmulas de convivencia
"familiar", lo que supone una evidente discriminación. Así, la
arbitraria decisión de un Estado, que decide jugar a ser Dios,
condicionará su vida y su educación. Ellos serán quienes sufran las
consecuencias, por más ingeniería social con la que se pretenda
encubrir semejante aberración.
Vaya
por delante que creo que debe ser ilegal faltar a la dignidad de las
personas, con independencia de sus inclinaciones. Sin embargo, el lobby
Sade a través del homosexualismo ideológico va mucho más allá: desea
que se hagan los cambios legislativos necesarios para poner fuera de la
ley, encarcelar en su caso y privar de todos los derechos civiles a
quienes afirmamos, por convencimiento racional coincidente con la
doctrina de la Iglesia Católica, que los actos homosexuales constituyen
una depravación. Eso mismo pensaba el gran García Lorca y así lo
expreso en el poema ya citado cuando levanta su voz contra la praxis
homosexual: "Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, / de
carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías,
enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría. / Contra
vosotros siempre, que dais a los muchachos / gotas de sucia muerte con
amargo veneno". Triste destino le deparó la historia al gran poeta
granadino al que, para colmo, han trasformado en un icono quienes
provocaban su indignación: "¡Maricas de todo el mundo, asesinos de
palomas!".
El
lobby Sade juega, además, a confundir con las palabras. El diccionario
define la homofobia como "aversión obsesiva hacia las personas
homosexuales". Nada dice el diccionario en esta definición de la
inclinación homosexual ni de los actos homosexuales; sin embargo, este
lobby acusa de homofobia a quienes, respetando a las personas, no
compartimos sus opiniones respecto a la inclinación y a los actos
homosexuales. Se trata de una brillante estrategia mediática
fundamentada, como otras muchas, en la manipulación del lenguaje para
confundir y luego poder calumniar, pues -ya se sabe- siempre algo
queda, hasta que puedan reprimir del todo a los "homófobos".
La
llamada cultura gay, putrefacta reivindicación de las excrecencias
intelectuales y materiales del Marqués, es el fin último al que desea
llevarnos el lobby Sade. Se trata de imponer una civilización donde
sean universalmente aceptadas y practicadas la homosexualidad, la
bisexualidad y demás aberraciones. Por ejemplo, si la homosexualidad ha
de ser considerada tan natural y aceptada como la heterosexualidad, la
lógica política será implacable: hay que aprobar leyes para propiciar
que se explique en los colegios la homosexualidad como algo natural y,
cuando en ciencias naturales se enseñen los detalles anatómicos y
fisiológicos de la sexualidad heterosexual humana como el aparato
genital masculino y femenino, la cópula, la fecundación, el parto,
etc., habrá que incluir también la anatomía, la fisiología y los
procedimientos mecánicos necesarios para realizar las prácticas
homosexuales como la sodomía. Para ello, el lobby Sade no encontraría
nada mejor y más políticamente correcto que imponer La filosofía del tocador como obra de lectura obligatoria en los planes de enseñanza.
Con
la excusa del progreso científico y para crear nuevos militantes en esa
teología, se impone como dogma de fe la esquizofrénica extensión en el
primer mundo de las técnicas de producción artificial de seres humanos,
financiadas -naturalmente- por los Estados, mientras se practican
millones de abortos y cientos de miles de niños nacidos de forma
natural se mueren de hambre en el tercer mundo.
La
adopción de niños por parejas homosexuales responde a ese lema no sólo
publicitario del "no renuncies a nada", aforismo absurdo que sólo puede
llevar a la irresponsabilidad y a la frustración. Como las relaciones
homosexuales conllevan por su misma naturaleza la imposibilidad de
procreación pero "no hay que renunciar a nada", el Estado deberá
entregar un niño a aquellos que han optado por tal tipo de unión, a fin
de que puedan "gozar" de la paternidad o maternidad: argumento falaz de
fácil calado entre aquellos a quienes se ha engañado diciéndoles que es
posible elegir algo sin renunciar a lo demás, cometer actos sin
responder de las consecuencias y entablar relaciones fructíferas sin
establecer compromisos. El hijo se convierte en un complemento
necesario para la propia satisfacción, como el coche de alta gama, la
ropa de diseño o el perro. Se olvida que educar a un hijo tiene mucho
más de entrega, compromiso, sacrificio y renuncia que de placer, pues
incluso el mejor de los hijos da tantos disgustos e incomodidades como
satisfacciones, por lo que la paternidad y maternidad responsables
exigen tiempo y dedicación, como todo aquello que vale realmente la
pena.
Como
vemos, el lobby Sade ha elaborado sistemáticamente todo el cuerpo
doctrinal de la teología gay. Esta teología no sólo quiere justificar
las relaciones homosexuales, sino que afirma de ellas que responden a
la verdad, el bien y la belleza de la persona, constituyendo un
auténtico don; don, por cierto, que si se generalizara llevaría a la
extinción de la Humanidad. Aunque desde una postura humanista no se
puede criminalizar la inclinación homosexual, tampoco darla por buena y
mucho menos aún aceptar los actos homosexuales, el lobby gay y la
cultura gay o Sade, el homosexualismo ideológico y la teología gay, ni
otras prácticas sexuales parafílicas como el sadomasoquismo, por mucho
que el filósofo francés Gilles Deleuze considere esta práctica sexual
brutal como "la perfecta metáfora de la sociedad democrática".
El catedrático de filosofía francés Thibaud Collin en su libro Le Mariage gay, les enjeux d´une revendication
afirma: "Podemos pensar que la reivindicación del matrimonio gay y la
adopción homoparental proceden de lo que Foucault llama resistencia
(...) Lo que se busca es la reapertura indefinida: posibles que no
dejan de interpretar los límites, las diferencias y las identidades. Al
estilo de las prácticas sexuales que valoran como creación de posibles
siempre nuevos, los gays radicales quieren, reivindicando el matrimonio
y la filiación, crear el caos (tohu-bohu)". Ese caos "expresa estas
preocupaciones sexuales y políticas al mismo tiempo. Lo que realmente
quieren es: ¡crear el gran burdel!".
Un gran burdel llegó a ser
el palacio real durante el reinado de Carlos IV, "¡qué tonto, eres hijo
mío, qué tonto!", merced a los hábitos de su querida consorte. No
parece que María Luisa de Parma fuera mucho más agraciada físicamente
que su real esposo, en quien influía de forma determinante a la hora de
mal reinar, pues Carlos IV se despreocupaba de las cosas del gobierno y
prefería campar por las cocheras y cocinas de palacio, donde se sentía
más cómodo que en los salones. Sin duda, este es el origen del mito
sobre el campechano carácter de los borbones, del que nuestro actual
Rey es su mejor exponente.
Al
Rey "zurullo" le gustaba departir en corrillos de criados y
palafreneros, antes que en tertulias y consejos de ilustrados, mientras
en sus ratos libres se dedicaba a arreglar relojes. A su sucesor de hoy
no dejan de gustarle los "juguetitos", aunque no se conforma con eso y
de vez en cuando disfruta matando osos emborrachados previamente,
mientras su hijo se divierte con su consorte, sea una "fulana lista" o
no, alternando en la casa de quien les recibe con una bandera
republicana, para compartir una velada lúdico-musical, en la que al
Príncipe le compete tocar el cajón flamenco, como al tonto de la banda,
la pandereta.
Cuenta Lady Holland en su Diario
que Carlos IV era tan tonto como para no enterarse de nada: "el Rey de
España está tan poco enterado de la historia de nuestros días, que aún
no es consciente de la Independencia de América, y al día de hoy llama
al ministro de los Estados Unidos El Ministro de las Colonias, estando plenamente convencido de que esas colonias aún pertenecen a Inglaterra". "¡Qué tonto, eres hijo mío, qué tonto!".
Algunas de las aseveraciones de Lady Holland en su Diario pueden
ser cuestionables, pero son, sin lugar a dudas, eco de un sector de la
Corte que no podía permitirse la licencia de poner por escrito
determinados pensamientos y rumores tan adversos a los Reyes y a Godoy.
Para calibrar lo verosímil de las afirmaciones de la inglesa, debemos
señalar que la residencia de Lord Holland, tanto en Londres como en
Madrid, fue durante el primer tercio del siglo XIX centro de tertulias
liberales a las que asistió la flor y nata de la masonería española:
Jovellanos, Quintana, Mendizábal, el Conde de Toreno, el Duque del
Infantado, Martínez de la Rosa, el Duque de Osuna y hasta el mismo
Godoy. En el exilio londinense, Blanco-White fue contratado por Holland
como secretario personal y tutor de sus hijos, en tanto Argüelles
ejercía como su bibliotecario. De las relaciones personales de Lady
Holland con todos estos personajes queda constancia en su
correspondencia privada, que se encuentra depositada en el Museo Británico, según Antonio Juan Calvo Maturana, el historiador español que más ha estudiado la obra de la noble inglesa.
Al
margen de lo que cuenta la de Holland, para valorar la fealdad de la de
Parma basta con ver los cuadros en los que la representa el sordo
pintor ilustrado o leer las diversas descripciones que de ella hicieron
sus contemporáneos. El Embajador ruso se refirió a la Reina como una
mujer "ajada por los partos y las enfermedades, de tez verdosa y casi
sin dientes, reemplazados por piedras preciosas que la causan
innumerables molestias en las comidas, que hace en solitario". No
tendríamos por menos que limitarnos a compadecer la fealdad y los
sufrimientos buco-dentales de aquella reina si no fuera porque quizás,
al igual que en el caso de su esposo, es muy probable que influyeran en
su comportamiento desviado de tan nefasta influencia en el destino de
España.
La
Reina nunca disimuló su ninfomanía: antes y después de que por la
cámara real pasara el célebre Manuel Godoy, lo harían muchos otros,
como el hermano del valido, una innumerable ristra de oficiales y
tropa, y nobles más o menos encumbrados, como el Conde de Fuentes, Don
Alfonso Pignatelli, Grande de España. Sus preferencias íntimas pasaban
por el masoquismo, salvo que fuera un caso emblemático de malos tratos
consentidos. El Embajador francés relata que Godoy la trataba como
"ningún soldado borracho se hubiera atrevido con una mujerzuela
embriagada". El alto funcionario Mallo, otro de sus incontables
amantes, solía propinarle puñetazos y patadas para dejarla después
encerrada en su dormitorio.
Refrendo
encontramos de lo aquí expuesto en la descripción alegórica con la que
la Condesa Amaranta, la masónica trasunta de la Duquesa de Alba,
ilustra a su sirviente Gabriel en el Episodio Nacional de Galdós ya señalado: "El hombre a quien una mano tan débil como generosa había elevado sin merecimientos (se refiere a Godoy),
se mostró ingrato con su protectora y, lejos de amarla con constante
fe, amó a otras mujeres y hasta llegó a maltratar a la desventurada a
quien todo lo debía (se trata obviamente de la Reina). Las
damas referían que algunas veces la vieron derramando acerbo llanto y
con señales en su cuerpo de haber recibido violentos golpes de una mano
sañuda". Parece ser que la Duquesa de Alba contaba a todo el mundo
cortesano los secretos de alcoba reales, por lo que nada tiene de
extraño que, según Lady Holland escribió en su Diario ya en 1803,
muriera envenenada por mandato de la propia Reina. Señor Sabina, mire
usted bien lo que le pase su camello.
Godoy
era un chulo guaperas con cierta tendencia a la obesidad, que fue
amante semioficial de la Reina toda la vida y al que Lady Holland
definió como "un hombre grande, basto y de complexión ruda, con una
imagen pesada, indolente y voluptuosa". La Reina le puso el ojo cuando
era un simple guardia de corps en palacio y lo encumbró hasta el rango
de Príncipe de la Paz y valido todopoderoso del Rey. Fue un civilizado ménage a trois:
el Rey salía de caza todos los días para que Godoy visitara los
aposentos de la Reina en su ausencia. Para mayor discreción y
comodidad, el valido utilizaba un pasadizo secreto. La correspondencia
íntima de la Reina con Godoy está repleta de emotivos detalles, como
corresponde a una pareja romántica. Le comunica, por ejemplo, que le ha
bajado la regla: "la novedad, mis achaques mensiles". Resulta curiosa
la similitud entre esta correspondencia íntima y las conversaciones
entre el Príncipe Carlos de Inglaterra con su entonces querida y hoy
flamante esposa y duquesa de Cornualles, Camila.
Entretanto
el Rey se comportaba como un redomado farsante consentidor por
bujarrón. Martín Hume, en su obra Modern Spain (1899) escribió lo
siguiente: "La ambición de Godoy había metido a España en esta trampa
(...) María Luisa sacrificaba toda consideración de deberes maternales
y conyugales por su amor a Godoy; el pobre y débil Rey, creyéndose un
genio, estaba dominado por su esposa y el amante de ésta".
Cuenta
Lady Holland lo que le relató Andrés Muriel en 1808: "Estando asomados
a uno de los balcones del palacio de San Ildefonso un día el Rey y la
Reina y el Príncipe de la Paz, atravesó Mallo la plaza en una vistosa
berlina tirada de caballos ricamente enjaezados. "¿Quien va dentro de
aquel coche tan brillante?", dijo el Rey. "Es Mallo", respondió el
Príncipe de la Paz. "¿Y de donde le ha venido de repente tanta
ostentación?", volvió el Rey a preguntar. "Parece, señor -replicó el
Príncipe de la Paz-, que corteja a una vieja rica y que ésta le ha
puesto en zancos". "¡Qué tonto, eres hijo mío, qué tonto!". Por cierto,
Manuel Mallo y Quintana, además de chulo de la Reina, era amigo íntimo
del que más tarde sería el "libertador" Simón Bolívar, al que introdujo
en la Corte. Siempre los borbones confraternizando para su beneficio
inmediato y su decadencia posterior con sus enemigos y, lo que es más
importante, con los enemigos de España.
Esta
degeneración palaciega de la que venimos hablando le hubiera servido a
Kinsey como un ejemplo más para su reivindicación de la ruptura del
polinomio ideal: "matrimonio-amor-sexualidad (varón y
mujer)-procreación". La degeneración intelectual al respecto ha sido
lenta pero constante. Sigamos el sabio y certero análisis sobre esta
cuestión de Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Segorbe-Castellón
y Presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida, al tiempo
que lo contrastamos con lo escrito hace más de doscientos años por el
Marqués de Sade, mesías de la teología gay. Escribió el Marqués de
Sade: "que la abolición de la propiedad del hombre sobre el hombre
llegue a la de uno mismo sobre uno mismo, y que el derecho al goce sea
reconocido sin límites". Doscientos años después bien identifica
Monseñor Reig que estas palabras eran premonitorias y en ellas radica
el origen de la teología gay: "primero se postuló la práctica de la
sexualidad sin matrimonio: el llamado amor libre"
Escribió
el Marqués de Sade: "la procreación no es un objetivo de la naturaleza,
sino sólo una tolerancia: cuando no la usamos, sus intenciones están
mejor cumplidas", porque "somos siempre las dueñas de lo que llevamos
en nuestro seno, y no hacemos un mal mayor destruyendo esa especie de
materia que cuando purgamos la otra, con laxantes, al necesitarlo",
pues "no hay en la tierra derecho más indiscutible que el de las madres
sobre sus hijos". La proclama de Sade con el tiempo se ha tornado en
uno de los dogmas básicos de la teología gay, como detecta Monseñor
Reig: "después, la práctica de la sexualidad sin la apertura al don de
los hijos: la anticoncepción y el aborto".
Escribió
el Marqués de Sade: "vosotros que desde la juventud no tenéis más
frenos que el del deseo, ni más leyes que las de vuestros caprichos,
que el cínico Dolmancé os sirva de ejemplo; id tan lejos como él, si a
su semejanza queréis recorrer los caminos de flores que os prepara la
lubricidad; convenceos con su enseñanza, ya que sólo extendiendo las
esteras de sus gustos y de sus fantasías, o sea sacrificando todo a la
voluptuosidad, el desdichado individuo conocido con el nombre de hombre
y arrojado a su pesar sobre este triste universo podrá sembrar algunas
rosas sobre las espinas de la vida" . Se trata de una perfecta
definición del más rastrero hedonismo que hoy campa por sus respetos,
"sea como sea, cueste lo que cueste", pues, como dice Monseñor Reig:
"luego vino la práctica de la sexualidad sin amor: hacer sexo,
pornografía, etc".
Escribió
el Marqués de Sade: "desvía sin cesar, incluso en el matrimonio, ese
pérfido licor cuyo fruto arruina nuestras siluetas, embota nuestras
sensaciones voluptuosas, nos marchita, nos envejece y perjudica nuestra
salud". Cualquier práctica sexual es válida, sobre todo aquellas en las
que no existe riesgo de embarazo, pues éste, para los obsesos del
cuerpo eternamente joven como fin de sus vidas, condenados por ello a
un triste y miserable fracaso, es algo estéticamente inaceptable pues
afea. Había que degradar el embarazo para que, como afirma Monseñor
Reig, se recurra a "la producción de hijos sin relación sexual: la
llamada reproducción asistida (fecundación in vitro, etc.)".
Escribió
el Marqués de Sade: "¡es tan hermoso cambiar de sexo, hacer uno a su
turno la puta, entregarse a un hombre que nos trata como a una mujer,
llamarlo "amante", declararse su "querida"! ¡Qué Voluptuosidad, amigas
mías! Pero limitémonos aquí a algunos consejos de detalle relativos a
las mujeres que, metamorfoseándose en hombres, quieren gozar según
nuestro ejemplo de este placer delicioso". Esa es la máxima de la
teología feminista radical y de la ideología gay, como analiza
magistralmente Monseñor Reig: "por último, con el anticipo que
significó la cultura unisex, y la incorporación del pensamiento
feminista radical, se separó la sexualidad, de la persona: ya no hay
varón y mujer; el sexo es un dato anatómico sin relevancia
antropológica; el cuerpo ya no habla de la persona, de la
complementariedad sexual que expresa la vocación a la donación, de la
vocación al amor; cada cual puede elegir configurarse sexualmente como
desee: heterosexual, homosexual o transexual. Se trata de la "Ideología
de Género", cimentada en la ruptura del bien que significa los
conceptos de persona y matrimonio, y, por tanto, en la progresiva
debilidad del vínculo conyugal que llevó al aumento de las rupturas
matrimoniales y la desintegración física, psíquica y moral de las
personas. En este contexto de banalización, hedonismo y relativismo
moral es comprensible el aumento de la violencia doméstica".
En
fin, sabio y acertado hay que considerar, para cualquiera que aspire al
humanismo, el análisis de Monseñor y repulsivo lo escrito por el
inspirador de la teología gay. Pero lo cierto para lo que nos ocupa en
este capítulo es que el Imperio español de finales del siglo XVIII
quedaba en manos del degenerado trío conformado por un rey tonto y
bujarrón, una reina ninfómana y masoquista o maltratada, aquejada por
un peculiar síndrome de Estocolmo, sumisos a un chulo privado
maltratador, que hubieran podido protagonizar una de las novelas del de
Sade. Este infame trío hizo de su inmundicia negocio de Estado y, con
ello, el uno por debilidad mental, la otra por irreprimible vicio y el
tercero por sus ansias infinitas de riqueza y poder, facilitaron los
designios de la jerarquía iluminista, que para ello venía trabajando
eficazmente durante años.
En
nuestros días, lo que fueran degeneraciones de palacio se extienden al
conjunto de la ciudadanía de esa España, que parece próxima a
desaparecer y en la que bien se puede aplicar el tango Cambalache:
es lo mismo "el que mata, que el que cura" o aún peor, pues ahora nos
quieren hacer creer que es mejor el que falsifica que el que cumple con
su trabajo, el que encubre a asesinos que el que investiga a la
búsqueda de la verdad, los terroristas que las víctimas, las parejas de
gays o lesbianas a quienes se entregan en adopción huérfanos, mientras
dan o toman por el culo o se satisfacen con artilugios de sex-shop, que
los hombres y mujeres que se casan y tienen hijos. Dijo Unamuno: "Me
duele España", y a mí me duele tanto al menos como a él.
El
filósofo Cioran, que se sentía más apátrida que rumano, afirmaba sobre
la historia de España en su obra ya citada: "Tras haber conocido en la
época de los conquistadores una superhumanidad bestial, se dedicó a
rumiar su pasado, se volcó sobre sus lagunas, dejó que se enmohecieran
sus cualidades y su genio; en compensación, enamorada de su ocaso, lo
adoptó como una nueva supremacía. Ese masoquismo histórico, ¿cómo no
advertir que deja de ser una singularidad española para convertirse en
el clima y la receta de la decadencia de todo un continente?".
"En
vano busca Occidente una forma de agonía digna de su pasado". Un pasado
en el que "Don Quijote representa la juventud de una civilización: él
se inventaba acontecimientos; nosotros no sabemos escapar a los que nos
acosan". "¡Qué espectáculo ver a grandes naciones mendigar un
suplemento de futuro!". "Galopamos hacia horizontes de apoplejía, hacia
la edad de oro del espanto". Por todo ello y en definitiva el genial
Cioran concluye: "Uno tras otro, he adorado y execrado a numerosos
pueblos; jamás se me ha ocurrido renegar del español que hubiera
deseado ser".
Quizás
por eso, una de las principales tareas de la jerarquía iluminista fue y
es destruir el Alma Española. A ello se aplicó desde la imposición de
la dinastía borbónica y muy especialmente durante el reinado de Carlos
III, como hemos ido viendo, para luego dejar que calara del todo ese
"masoquismo histórico" de la mano de unos gobernantes degenerados o
masones, cuando no las dos cosas que van de la mano, y casi siempre
trincones.
Esa
destrucción era imprescindible para imposibilitar que se plasmara la
identificación de intelectuales como Cioran con los valores que emanan
de esa Alma Española, siempre vinculada al Cristianismo: guía necesaria
para la humanidad, aunque no fuera más -escribió el pensador rumano-
que como "una artimaña del instinto de conservación". Un Cristianismo
que es el principal aliado de la razón humanista lógica y también de la
liberación sexual, frente al iluminismo masónico que defiende la razón
embrutecedora de la técnica y la revolución sexual. Entre tanto,
fomenta la tan explotadora como cruel religión islámica, "el último
recurso" para quienes "el destino ha maltratado". Un iluminismo
masónico imperante con su decadente moral, tras el cual "es imposible
saber - acabo con Cioran- si el hombre se servirá aún durante mucho
tiempo de la palabra o si recobrará poco a poco el uso del aullido".
Para
los ateos iluministas, un muerto es una tragedia si sale en televisión,
pero ojos que no ven corazón que no siente, por lo que ciento noventa y
dos o un millón tan sólo son "una cuestión de estadística" -como dijo
Stalin- o inventos de la "extrema derecha". Todo vale para los
genocidas hijos del iluminismo masónico, para los teólogos Sade y para
quienes ideología es "ideas lógicas" y, por ello, no me cansaré de
citar tan magna contribución a la historia de las ideas, "en política
todo es posible y aceptable dado que carecemos de principios, de
valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de
los problemas", el presidente por accidente o "milagro" masónico dixit,
mientras calla y esconde la verdad de lo ocurrido del 11 al 14 de marzo
de 2004 y aplica su "ideología" sin principios, valores ni argumentos
racionales para la implantación totalitaria de la teología Sade.
Para
ello cuenta con la contribución de un trovador como Sabina que le cante
y se ría de quien dice que se autodefine como fulana lista, siempre
complaciente con el poder prisaico, y de un príncipe que sueña con su
debut en la próxima gira de Ketama, digno heredero de quien firma
estatutos para la desmembración de su reino y al que ahora parece -será
porque los años no perdonan- le gusta más cazar que ligar, mientras el
lobby Sade impone su dogmática teología en la sociedad, que pasó del
"Dios ha muerto" de Nietzsche al "Dios es inconsciente" de Lacan,
siempre obsesionado con su falo y el de los demás.
Un
tonto puede cometer cualquier crimen, hasta el más grande, sea creyente
o no, un listo también, pero sólo si es ateo, fanático o sectario. El
poder difícilmente puede caer en manos de un tonto, salvo que se herede
o se pertenezca a la secta de los designados por la jerarquía
iluminista. Por eso, como afirma el genial Michael Houellebec en su
novela Las partículas elementales: "Aunque me resulta muy
difícil creer en Dios, no dejo de constatar que la expansión de la
increencia y la conversión del ateísmo en ideología han ido de la mano
con la expansión del crimen y el genocidio (...) En rigor, el ateísmo
ideológico conduce a borrar la noción misma de crimen".
Elemental,
querido Houellebec, y esto es así, sobre todo, si seguidores de la atea
y degenerada teología Sade tienen un poder que les vino propiciado por
un crimen brutal, aunque la masacre del 11-M a alguno acabará
pareciéndole un "accidente" para su "proceso de paz", que consiste en
destruir España. Mientras, el Rey caza osos emborrachados y, sea porque
no le queda tiempo o consecuencia de la revolución sexual ya promovida
por Sade, el mesías de la "modernidad progresista", ni siquiera puede
decir a su hijo: "¡Qué tonto eres, hijo mío, que tonto!".
vbn Escrito por Usuario no registrado el 29/11/2006 12:33:25Genial
fersada Escrito por Usuario no registrado el 03/12/2006 17:04:34Extraordinario. Me agradaría saber si la autoría es propia de un único peon o más bien de un grupo. A la espera del siguiente capítulo.
Doutdes Escrito por Usuario no registrado el 06/12/2006 15:22:55vbn: gracias
fersada:
gracias. La autoría de este artículo y de todos los que escribo es sólo
mía. Para su redacción definitiva cuento con la única colaboración de
mi mujer.
Anonimo Valenciano Escrito por Usuario no registrado el 26/12/2006 21:02:36Buenos días Señor Douttes Gracias por su serie.
Supongo
que habrá todavía mucho Español que no se crea lo de las conspiraciones
Posiblemente porque la verdad para muchos depende de quien la diga. Sin
embargo, a esos compatriotos nuestros ( de ambos lados del Atlántico)
¿qué les parecería la palabra del Sr. Marx?
Si, hay
unos hermosos textos del señor Marx que recomendaría leer y meditar
sobre ellos a todos los españoles Se trata de sus escritos publicados
un periódico de USA cuando era corresponsal en España para el New York
Daily Tribune.
Estos escritos están recogidos en un
librito llamado “Revolución en España” que , censurado en mayor o menor
medida, circula por ahí tan sin pena ni gloria n que ni los Marxistas
lo han leído. Cosa esta de la ignorancia muy conveniente a los Amos y
Señores No sea que los españoles se les acaben desmandando A cada uno
os suyo y a los militantes: Ignorancia
Entre otras
lindezas Marx escribe sobre el asunto del General Riego. Su sola
lectura convencería todo el mundo que la conspiración anti española
existe.
Lo que detalla Marx es los siguiente:
1) Un batallón español luchó con Napoleón en Dinamarca 2) Al invadir España Napoleón desarmó a los españoles y les confinò en la propia Dinamarca. 3) A ese batallón se le ofreció la oportunidad de irse con la Grande Armee a invadir Rusia 4) Lo hicieron 5)
Se pasaron al enemigo, a los rusos del Zar. ( hay un relato de Arturo
Pérez Reverte basado en este hecho concreto, la Sombra del Aguila) 6)
El Zar, agradecido, les regalo una bandera bordada por la Zarina y ,
sobre el Neva helado ( ¡Que detalle!), les hizo jurar la Constitución
española de 1812!!!, Él ¡!!EL Zar!! 7) Luego los envió a España donde quedaron de guarnición en la isla del león en San Fernando Cádiz 8) Cuando Fernando VII decidió enviar un ejercito a las colonias. Se lo encomendó al General Riego. 9) El zar declaró públicamente que lo impediría ( ¡Que poderío!) 10) EEUU agradeció oficialmente la declaración del zar (¡ que aliados!) 11)
En eso que Riego, el “listo”, va y se subleva y ya no se envían los
20.000 soldados a América (Para entender la cifra baste decir que la
independencia de Chile la impuso un ejercito d e 5.000 elementos
enviados desde Argentina, vamos: “5.000 votos”). 12) En la “jugada de Riego tuvo un papel fundamental el batallón del que ya habíamos hablado ¿Qué casualidad! 13) Riego impone la constitución de 1812 durante tres añitos 14)
Pero hete aquí, que el zar se dirige a la Santa Alianza. Foro
absolutista de ayuda mutua- y les dice que no se puede tolerar lo de
España y que hay que apoyar los legítimos derechos del rey Absoluto de
España D. Fernando VII. 15) Y el Zar se vuelve a salir con la
suya y se envían a España un ejercito Los 100.000 hijos de San Luis que
reponen al rey Fernando VII en el trono y aquí paz y después
Gloria 16) Por supuesto: “usar y tirar”; el 7 de noviembre de 1823 ahorcaron a Riego en Madrid. Riego ¿héroe o tonto útil? 17) Habilidoso el Zar ¿verdad? Si y gilipollas todos los demás.
Pues
todo eso se explica en detalle en los textos de Marx Apresúrense en
bajarlos porque ahora hay dos webs y en una de ellas están
censurados
Ah se me olvidaba, y esto no lo escribe
Marx ( se le olvida) , en las memorias oficiales de Rochshil esta
escrito ¿Saben quien financio a los 100.000 de san Luis?. Pues si, la
casa Rochshil de Paris y ya están ..casi todos
Conspiración denunciada por el mismísimo Marx
Entre
los Marxistas no es de extrañar que se censuren estos escritos de Marx
en ellos habla muy, muy, muy bien del Pueblo Español Demasiado “pa los
progres”. Y si quieren completar mas informaciones les remitao a un escrito de Israel Shamir: Pardes, anda por la web
Escrito por Usuario no registrado el 01/01/2007 13:28:28Ahora
que se ha conseguido la legalización del matrimonio homosexual,
incluido el derecho de adopción, se trata de convencer de que las
relaciones sadomasoquistas son "guay", así, el otro día en la 2 de
televisión española pusieron un documental en esa línea y tambien se ha
puesto en antena documentales de esa índole en la Cuatro e incluso hace
meses en Antena 3. Gracias a su artículo, ahora entiendo el porqué.
Esceptico Escrito por Usuario no registrado el 02/01/2007 13:13:46Señor Doutdes Enhorabuena por su serie.
En cuanto a lo que dice el ultimo de sus lectores....No solo eso, es el paso de la discriminación a la Elite.
1 Se elevan a la categoria de victimas d e la incompresion de la
sociedad "Nos satanizan!"(para eso hace falta el apoyo mediatico es
decir DINERO)
2 se reclama el derecho a ser tratados como los demas (Aqui parecen lso politicos que hacen las leyes)
3 cuando ya son tratados como los demas, no les basta entonces quieren mas....
4
Quieren que se les admire y se considere su comportamiento, su etnia o
su hecho diferencial como superior al resto de los mortales.
Este
camino ¿les suena? Lo han recorrido los homosexuales y antes que ellos
los nacionalistas racistas vascos y catalanes , los propios fumetas y
aun antes que ellos los judios.
En el futuro
recorreran ese camino los pederastas, los bestialistas, los
masoquistas, los sadicos y mas adelante se legalizara hasta el
canibalismo del cual se rescataran sus propiedades terapeuticas Y si no
al tiempo.
Cualquier comportamiento desviado se legalizará.
Lo que esta detras de todo esto es la liquidacion de las clases medias en favor de la "sociedad dual".
Sin
un concepto de familia,de una pareja que cria a sus hijos e invierte en
su educacion y en su futuro no hay clases medias
Sin clases medias, no hay libertad ni politica ni economica.
En eso estamos, en le buenrollismo camino de la esclavitud
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