Claves para entender el 11-M. Capítulo 11. ¡Viva el lobby gay! ¡Qué tonto eres hijo mío! Imprimir
Por Doutdes

 


CLAVES PARA ENTENDER EL 11M

CAPÍTULO 11: ¡Viva el lobby gay! ¡Qué tonto eres hijo mío!


Tras la sistemática demolición del Alma Española y a pesar de la postrera caída del caballo que vimos en el capítulo anterior, Carlos III por desgracia no quiso o no supo prestar un último servicio a España y, con ello, al humanismo cristiano antes de encontrarse con Dios. Su impronta despótico-masónica fue más allá de su física desaparición en 1788. El legado estaba tan "atado y bien atado" como el de Franco, es decir, "después de mí el diluvio", frase que se atribuye a Luís XV de Francia, aunque algunos afirman que la autora fue su meretriz, la Marquesa de Pompadour. Ya se sabe: los "benéficos" planes testamentarios de los déspotas siempre resultan nefastos, pues además "muerto el burro, la cebada al rabo".


Carlos III dejaba una herencia incongruente y envenenada: un heredero incapaz, Carlos IV; un valido como Floridablanca, reconocido y reconocible anglófilo; y, por el contrario, un Pacto de Familia con el Rey de Francia. Con estos condicionamientos era inevitable que España ahondara su decadencia. A partir de entonces además se convertiría en el campo de batalla de las dos potencias en liza. De todo ello hablaremos en este capítulo y, más aún, en los siguientes.


Carlos IV, abuelo de la tatarabuela de nuestro actual monarca, fue un rey estúpido y efébico con numerosos hijos -hasta catorce y diez abortos-, aunque nadie sabe a ciencia cierta cuántos eran realmente suyos, si bien no parece haber dudas sobre la paternidad de su heredero Fernando VII. De los asuntos extraconyugales de Juan Carlos I no se conoce fruto, quizás porque hoy se usan los anticonceptivos a discreción. Las veleidades de nuestro monarca, a pesar de ser conocidas por todo el mundo, es "costumbre" que la prensa las tape. Nuestro Rey bien sabe en quien recaerá el trono que hoy calienta más que ostenta, si es que sigue habiendo trono en España para entonces o, lo que es más importante, si es que sigue existiendo España.


Forma parte de la historia apócrifa que, en una tertulia cortesana al final del reinado de Carlos III, se conversaba sobre esposas adúlteras, cuando el Príncipe, futuro Carlos IV, dejó caer:


-Nosotros los reyes, en este caso, tenemos más suerte que el común de los mortales.


-¿Por qué? -quiso saber su augusto y algo amoscado padre.


-Porque nuestras mujeres no pueden encontrar a ningún hombre de categoría superior con quien engañarnos.


Carlos III se quedó pensativo, luego sacudió la cabeza y murmuró con tristeza:


-¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!: ¡Las reinas también pueden ser putas!


Alejandro Dumas en su novela Memorias de un médico pone en boca de Joseph Balsamo, falso Conde de Cagliostro, personaje histórico del que hablamos en capítulos anteriores y primer jerifalte de la Masonería Egipciana, las siguientes palabras, con las que instruye al masón Marat, que años más tarde sería uno de los líderes de la Revolución Francesa: "Ningún esfuerzo será suficiente contra los sinsabores que habrán de derivarse de su fecundidad para la futura reina: declararemos ilegítimo al heredero que dará al trono, diremos que se trata de una fecundidad adúltera".


En un reciente libro titulado En carne viva, que "curiosamente" ahora se ha retirado de las librerías, el zafio y ripioso cantautor Joaquín Sabina, que lleva años componiendo la misma canción a la que cambia la letra, escribe que la Princesa Letizia le contó un chiste mientras bailaban un vals al tiempo que el Príncipe Felipe, cuyo último logro ha sido emular a Jesulín de Ubrique, a Rociíto o a los Pajares ofreciendo exclusivas, lo hacía con la novia del poetastro jienense, a la que obsequió con el fino y principesco piropo: "Bailas cojonudo". "¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!".


El chiste que tanta gracia le hacía a la periodista republicana convertida en princesa, que subió al altar de blanco tras estar casada y divorciada por lo civil, es una chanza chabacana e intolerable en quien dijeron ser "idónea" para ser madre de rey o reina, por muy nieta de taxista que sea, pues la mayoría de los taxistas son gente educada. El chistecito que el pintoresco neocortesano dice que la Princesa le contó es el siguiente: "¿En qué se parecen la Princesa Estefanía y la Princesa Letizia? En que Estefanía se folla a un funambulista y Letizia fue una fulana lista".


No seré yo quien de crédito a la verdad de la anécdota, pero si el ilustre Carlos III dijo que "las reinas también pueden ser putas", nada tiene de extraño la existencia de princesas fulanas, máxime si son listas. Dicen que Doña Letizia ha desmentido la anécdota, pero "ahora es demasiado tarde, princesa". De cualquier forma, poca importancia tiene que el politoxicómano, que se enamoró de quien andaba "entre la cirrosis y la sobredosis", al que siempre le "queda una chinita para un peta" y que se dice republicano se la haya inventado o sea cierta. Aunque posiblemente doña Letizia ya no contará con él entre sus coleguitas, siempre podrá aparecer "otro perro que te ladre, princesa" mientras cuides tan poco la elección de tus compañeros de baile.


Lo en verdad trascendente es que la actuación de los Príncipes haya propiciado que el Inquisidor de la basteza pueda contar esas cosas que ya quedan para la historia, bien lo sabía Balsamo y lo sabe Sabina: "¡Qué tonto eres, hijo mío, qué tonto!". A falta de adulterio que proclamar, pues la buena de Leonor no puede negar que es borbón, bien puede que quepa promover un conflicto sucesorio vía constitucional, si el próximo bebé fuera varón. Aunque ya no se discuta que sin sangre real Letizia pueda ser reina, me temo que lo de fulana, por muy lista que sea, no va a contribuir a que crezca el aprecio popular hacia su persona y mucho menos a que se asiente su cuestionable realeza.


Era Carlos IV, también cuarto rey borbón, una caricatura de su padre, como bien lo muestra en sus favorecedores retratos Goya, mal disimulando su horripilación. El gran artista aragonés lo pinta grandón y brutote, sonrosado y regordete, pelín feminoide, de mínima cabeza, ojos vacunos y enorme nariz borbónica. En cinco palabras lo define Arturo Pérez Reverte: "Aquel zurullo empolvado y fofo". Algunas más empleó Galdós en su Episodio Nacional La corte de Carlos IV: "Un señor de mediana estatura, grueso, de rostro pequeño y encendido, sin rastro alguno en su semblante que mostrase las diferencias fisonómicas establecidas por la Naturaleza entre un rey de pura sangre y un buen almacenista de ultramarinos".


No tendría mayor importancia tan impropio aspecto real, si no fuera porque seguramente influyó en un comportamiento acomplejado y afeminado de funestas consecuencias. Al menos eso se desprende de las afirmaciones hechas por Francisco de Asís respecto a la poco varonil sexualidad del Rey y a sus tendencias manfloritas. Asís fue uno de los nietos de la mujer de Carlos IV, María Luisa de Parma, de cuyas adúlteras relaciones con el valido Godoy, a las que más tarde nos referiremos, nació su padre, el bastardo y Gran Maestre de la Masonería Francisco de Paula, del que también hablaremos en su momento.


Homosexual declarado, Francisco de Asís, que llegó a ser rey consorte durante el funesto reinado de Isabel II -es difícil determinar cuál de los borbones ha sido peor-, en una entrevista con el ministro Benavides, a la que ya nos referiremos con mayor abundancia, le dijo respecto a las relaciones de su mujer Isabel II con el general masón Serrano, el más que posible padre de Alfonso XII: "Serrano es un pequeño Godoy que no ha sabido conducirse; porque aquel al menos para obtener la privanza de mi abuela, enamoró primero a Carlos IV".


Parece que los planes que el Balsamo de Dumas exponía a Marat para acabar con la monarquía en Francia en su clase masónica magistral eran también aplicables en España: "¿Queréis destruir la realeza? Para conseguirlo para siempre, es preciso debilitar su prestigio y su esencia. ¿Buscáis cómo destruir la realeza? Aguardad hasta que la realeza deje de ser un sacerdocio para convertirse en un oficio, esperad hasta que no se ejerza en un templo, sino en una tienda".


Para que esa degeneración cale en la realeza lo más fácil desde entonces ha sido contaminarla mediante la aplicación del plan que bien formuló el filósofo Cioran en sus Silogismos de la amargura: "para dominar a los hombres hay que practicar sus vicios y añadir a ellos alguno más". Si estos vicios se inculcan en reyes y gobernantes o en "intelectuales" mediáticos, harto lo saben y lo practican la jerarquía iluminista y sus esbirros masones, el proceso de decadencia y degeneración de los pueblos avanza mucho más rápido.


Durante el reinado de Carlos IV se produjo en la sociedad española un proceso al que contribuyó sin duda la degeneración palaciega, mediante el cual, como bien ha descrito la escritora Carmen Martín Gaite en su obra Usos amorosos del XVIII en España, "el matrimonio había distorsionado sus fines primordiales y caía vertiginosamente en desprestigio", pues "es indudable que en el reinado de Carlos IV se aceleró la metamorfosis del cortejo en infidelidad", por lo que "el cambio operado a lo largo del último tercio de siglo en la actitud de las señoras consistía, pues, fundamentalmente en un mayor cinismo y en la progresiva pérdida de respeto por las formas".


El desprestigio de los principios tradicionales a los que se refiere la escritora ha ido creciendo hasta nuestros días. Hoy están asentadas y se extienden en todo el mundo occidental las ideas de la llamada indistintamente revolución o liberación sexual. Lo cierto es que ambos conceptos, por más que se intenten identificar, cabe definirlos de manera dispar e, incluso, opuesta. La liberación sexual, lícita y deseable aspiración para cualquier ser humano, es el fruto de una educación que fomenta las relaciones sexuales libres de taras, libres de esclavitudes, libres -en definitiva- para que el sexo sea el mejor vehículo del amar plenamente.


La revolución sexual, por el contrario, es la consecuencia de una educación que fomenta una subversión de valores que incita a cualquier tipo de desviación, de esclavitud sensorial -en definitiva- de prácticas antinatura que imposibilitan el amor pleno. Su exposición dialéctica se remonta a un criminal y degenerado masón, el Marqués de Sade, quien puso en boca de su trasunto Dolmancè de su obra La filosofía en el tocador las siguientes palabras: "Mil veces te he dicho que la naturaleza, para la perfecta conservación de las leyes de su equilibrio, necesita tanto del vicio como de las virtudes, y nos inspira alternativamente el impulso que le es necesario; no hacemos entonces ningún tipo de mal entregándonos a esos impulsos, como se podría suponer"; de esta manera, por ejemplo, el adulterio "no es otra cosa que cumplir con un derecho de la naturaleza al que nunca podrán sustraernos las fantasías de esos tiranos".


Así pues, esta revolución sexual, que es una más de las perversiones de los pensamientos liberal-masónico y marxista, tuvo su precursor y referente principal en el repugnante escritor francés, aventajado discípulo del "ilustrado" masón Voltaire, a quien el Marqués consideraba el adalid de la lucha contra el Cristianismo, pues "es de todos los escritores el que se puede jactar de haber hecho más prosélitos".


Ya en el siglo XX, los falaces pseudoargumentos de Sade fueron objeto de una intelectualización "psicológico-psiquiátrica", "filosófica" y "sociológica" en los postulados, entre otros, de depravados como Lacan, el obsesionado por los falos, Foucault, el enamorado del régimen de Jomeini, o Althauser, el asesino de su propia mujer que le cuidaba en sus delirios. Al tiempo encontraban la cobertura "científica" a finales de los años cuarenta en el llamado Informe Kinsey, tan valorado por la "progresía" y cuyo autor llegó a abusar sexualmente y con violencia -él mismo lo reconoció- de trescientos niños entre dos meses y quince años, para realizar sus "investigaciones", como cuenta Sade que hizo su trasunto Dolmancè: "Sodomizo gente más joven todos los días; ayer mismo un niño de siete años fue desflorado por esta verga en menos de tres minutos".


Kinsey, como Sade, no tuvo pelos en la lengua a la hora de hacer todo tipo de afirmaciones degeneradas. Este vicioso reprimido defendía que los contactos sexuales entre niñas y adultos son "una fuente de placer para estas jovencitas, que podrían conducir a un mejor desarrollo socio-sexual en su vida posterior". Con ello seguía al pie de la letra los preceptos de su maestro dieciochesco: "tengo derecho a gozar de tu cuerpo, puede decirme cualquiera, y este derecho lo ejerceré, sin que ningún límite me detenga en el capricho de las exacciones que me venga en gana saciar".


Más aún, Kinsey y sus seguidores llevan a sus últimas consecuencias la impronta del Marqués al estimar saludables las relaciones sexuales entre padres e hijas, pues entre ellos se dan "muchas relaciones agradables y satisfactorias". Ya lo decía Sade: "si tu padre, que es un libertino, te desea, enhorabuena: que te goce, pero sin encadenarte; rompe el yugo si quiere esclavizarte", porque "si el amor, en pocas palabras, nace de la afinidad y la semejanza ¿dónde pueden ser más perfectas que entre hermano y hermana, padre e hija?".


El estudio pseudocientífico del criminal o mentiroso Kinsey, ídolo de las asociaciones de gays, lesbianas y transexuales, tuvo sus principales derivaciones ideológicas en Wilhelm Reich (1897-1957), que invitaba a experimentar todo tipo de situaciones sexuales, sumiso al dictado del pervertido escritor del que deriva el término sadismo: "Sólo tuyo es tu cuerpo; sólo tú tienes en el mundo el derecho de gozar de él, y de hacer gozar con él a quien te plazca", parodiando el rezo que debió aprender en su infancia jesuítica: "Tuyo es el Reino, tuyo es el poder y la gloria por siempre Señor".


Su influjo es también notorio en el existencialismo ateo de Simone de Beauvoir (1908-1986), quien ya en 1949 pronunció su conocido aforismo: "¡No naces mujer, te hacen mujer!", una de las mayores barbaridades que se hayan dicho nunca contra la mujer, en particular, y contra la humanidad, en general, para llenar de contenido la teología feminista radical. La horrenda afirmación de la degenerada escritora bisexual es una fórmula más para fomentar el libertinaje masónico deshumanizado que fundó Sade: "¡es tan hermoso cambiar de sexo, hacer uno a su turno la puta!". Nada tiene de extraño que para los surrealistas, tan admirados por los degenerados "intelectuales" de la basura propia introspectiva como Lacan y compañía, Sade fuera "el ente más libre que jamás haya vivido".


En esta misma línea deshumanizadora se encuadran las ideas del homosexual y desequilibrado Foucault, cuyas proclamas han tenido gran influencia sobre la generación deudora de la doctrina tumultuosa, inconcreta e irracional nacida a partir de la revolución de 1968. Foucault, inspirado en Sade y ejemplar militante gay, mostró su admiración por la revolución islámica iraní a la que llegó a definir como "la primera gran insurrección contra el sistema planetario, la forma más demente y más moderna de rebelión". Nada tiene de extraño que el líder homosexual Zerolo cubra de elogios a radicales y terroristas islamistas, pues para su maestro francés: "Allí está la vida".


Foucault, inspirado en Nietzsche y ejemplar militante de la filosofía de la nada, creía que el progreso pasaba por el "tohu-bohu", es decir, por el caos primitivo, el "totum revolutum", el barullo del que, por cierto, siempre sale beneficiada la jerarquía iluminista. Entre otras cosas, este pensamiento, como afirma Sabine Prokoris, "constituye el fundamento conceptual del lobby gay" y de sus "filósofos" y "sociólogos" emblemáticos como Didier Eribon, Eric Bassin y Daniel Borillo, todos ellos "iluminados" por el relativismo masónico.


Amparado por la jerarquía iluminista que lleva años dándole alas y financiación, el poder del lobby gay, para el que su mesías es el Marqués de Sade, campa en nuestra sociedad cada vez más influyente e inquisidor. Los grandes medios de comunicación ocultan, por ejemplo, la cruda realidad del creciente turismo homosexual de tipo pederástico, que se viene dando desde hace tiempo en los países africanos, a veces incluso con la tapadera de ONGs. No se proporciona al gran público la estadística sobre el crecimiento generalizado del sida, sobre todo en los pueblos subsaharianos con mayoría islámica, pues en esas sociedades las prácticas con niños están más toleradas y, al emplearse preservativos lubricados, existe mucho más riesgo de contagio.


Poco importa esto a los pesebreros "intelectuales" que la jerarquía iluminista financia, siempre a favor, como decía Sade, de recorrer el camino para llegar "a probar que la extinción total de la raza humana sería un servicio prestado a la naturaleza". En realidad, no es más que una de las consecuencias de lo que podríamos llamar la teología gay o la filosofía sádica. Su coartada consiste en aprovecharse del respeto debido por todos hacia quienes sufren la inclinación homosexual, que por ello no pierden ni un ápice de su inalienable dignidad como personas, como bien lo afirma poéticamente García Lorca en su estremecedora Oda a Walt Whitman: "Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman, / contra el niño que escribe / nombre de niña en su almohada, / ni contra el muchacho que se viste de novia / en la oscuridad del ropero, / ni contra los solitarios de los casinos / que beben con asco el agua de la prostitución, / ni contra los hombres de mirada verde / que aman al hombre y queman sus labios en silencio".


La teología gay, en contra de lo que escribe Lorca, impone el concepto de que la inclinación homosexual no es desordenada, con lo que la fomenta, impidiendo que sea curada en ningún caso. A partir de ahí, algunos homosexuales se organizan en distintas asociaciones que, coordinadas entre ellas, constituyen verdaderos grupos de presión social, mediática y política: el llamado lobby gay, aunque mejor sería denominarlo lobby Sade en honor a su precursor. La presión del lobby Sade y su poder fáctico se extienden por doquier gracias a una estrategia mediática que constituye una de las herramientas fundamentales de su agobiante presión social.


Desde la caída del Muro de Berlín, los llamados "progresistas" han cambiado su gusto cromático para sustituir el rojo del marxismo por el verde del ecologismo y el rosa del homosexualismo, que sirven, al modo del velo de Isis, para ocultar el negro del genocidio y del sadismo. Hasta hace bien poco, los seguidores del marxismo fueron homófobos, como lo demuestra el hecho de que a marxistas convencidos y deseosos de militar -entre otros, al cineasta Luchino Visconti o al escritor André Gide- les fuera negada la pertenencia al Partido Comunista por sus inclinaciones homosexuales. Hoy, sin embargo, no se han visto libres de este "mágico" cambio de color ni siquiera los partidos que se dicen de centro-derecha. Asentado en la praxis política, el sadismo ideológico pretende cambiar la sociedad occidental, su cultura, más aún: su civilización, a través de leyes que redefinan las evidencias antropológicas.


Desde una concepción totalitaria, el lobby Sade presiona a los gobiernos para que promuevan el cambio de las coordenadas antropológicas, mediante la concesión a las parejas homosexuales de un llamado "derecho a la adopción", como si tal derecho no fuera del niño sino de los adultos. Es de sentido común -sí, el menos común de los sentidos, como diría Unamuno- que en el caso de las adopciones, sólo le compete al Estado el papel social subsidiario de dotar al huérfano, lo sea por fallecimiento o abandono de sus padres, de aquello que tendría naturalmente: un padre y una madre o, al menos, una madre. Las adopciones por parejas del mismo sexo supondrán para esos niños, que de partida ya sufren los problemas inherentes a la orfandad, condenas a ser conejillos de indias con los que se experimentarán nuevas fórmulas de convivencia "familiar", lo que supone una evidente discriminación. Así, la arbitraria decisión de un Estado, que decide jugar a ser Dios, condicionará su vida y su educación. Ellos serán quienes sufran las consecuencias, por más ingeniería social con la que se pretenda encubrir semejante aberración.


Vaya por delante que creo que debe ser ilegal faltar a la dignidad de las personas, con independencia de sus inclinaciones. Sin embargo, el lobby Sade a través del homosexualismo ideológico va mucho más allá: desea que se hagan los cambios legislativos necesarios para poner fuera de la ley, encarcelar en su caso y privar de todos los derechos civiles a quienes afirmamos, por convencimiento racional coincidente con la doctrina de la Iglesia Católica, que los actos homosexuales constituyen una depravación. Eso mismo pensaba el gran García Lorca y así lo expreso en el poema ya citado cuando levanta su voz contra la praxis homosexual: "Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades, / de carne tumefacta y pensamiento inmundo, / madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño / del Amor que reparte coronas de alegría. / Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos / gotas de sucia muerte con amargo veneno". Triste destino le deparó la historia al gran poeta granadino al que, para colmo, han trasformado en un icono quienes provocaban su indignación: "¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!".


El lobby Sade juega, además, a confundir con las palabras. El diccionario define la homofobia como "aversión obsesiva hacia las personas homosexuales". Nada dice el diccionario en esta definición de la inclinación homosexual ni de los actos homosexuales; sin embargo, este lobby acusa de homofobia a quienes, respetando a las personas, no compartimos sus opiniones respecto a la inclinación y a los actos homosexuales. Se trata de una brillante estrategia mediática fundamentada, como otras muchas, en la manipulación del lenguaje para confundir y luego poder calumniar, pues -ya se sabe- siempre algo queda, hasta que puedan reprimir del todo a los "homófobos".


La llamada cultura gay, putrefacta reivindicación de las excrecencias intelectuales y materiales del Marqués, es el fin último al que desea llevarnos el lobby Sade. Se trata de imponer una civilización donde sean universalmente aceptadas y practicadas la homosexualidad, la bisexualidad y demás aberraciones. Por ejemplo, si la homosexualidad ha de ser considerada tan natural y aceptada como la heterosexualidad, la lógica política será implacable: hay que aprobar leyes para propiciar que se explique en los colegios la homosexualidad como algo natural y, cuando en ciencias naturales se enseñen los detalles anatómicos y fisiológicos de la sexualidad heterosexual humana como el aparato genital masculino y femenino, la cópula, la fecundación, el parto, etc., habrá que incluir también la anatomía, la fisiología y los procedimientos mecánicos necesarios para realizar las prácticas homosexuales como la sodomía. Para ello, el lobby Sade no encontraría nada mejor y más políticamente correcto que imponer La filosofía del tocador como obra de lectura obligatoria en los planes de enseñanza.


Con la excusa del progreso científico y para crear nuevos militantes en esa teología, se impone como dogma de fe la esquizofrénica extensión en el primer mundo de las técnicas de producción artificial de seres humanos, financiadas -naturalmente- por los Estados, mientras se practican millones de abortos y cientos de miles de niños nacidos de forma natural se mueren de hambre en el tercer mundo.


La adopción de niños por parejas homosexuales responde a ese lema no sólo publicitario del "no renuncies a nada", aforismo absurdo que sólo puede llevar a la irresponsabilidad y a la frustración. Como las relaciones homosexuales conllevan por su misma naturaleza la imposibilidad de procreación pero "no hay que renunciar a nada", el Estado deberá entregar un niño a aquellos que han optado por tal tipo de unión, a fin de que puedan "gozar" de la paternidad o maternidad: argumento falaz de fácil calado entre aquellos a quienes se ha engañado diciéndoles que es posible elegir algo sin renunciar a lo demás, cometer actos sin responder de las consecuencias y entablar relaciones fructíferas sin establecer compromisos. El hijo se convierte en un complemento necesario para la propia satisfacción, como el coche de alta gama, la ropa de diseño o el perro. Se olvida que educar a un hijo tiene mucho más de entrega, compromiso, sacrificio y renuncia que de placer, pues incluso el mejor de los hijos da tantos disgustos e incomodidades como satisfacciones, por lo que la paternidad y maternidad responsables exigen tiempo y dedicación, como todo aquello que vale realmente la pena.


Como vemos, el lobby Sade ha elaborado sistemáticamente todo el cuerpo doctrinal de la teología gay. Esta teología no sólo quiere justificar las relaciones homosexuales, sino que afirma de ellas que responden a la verdad, el bien y la belleza de la persona, constituyendo un auténtico don; don, por cierto, que si se generalizara llevaría a la extinción de la Humanidad. Aunque desde una postura humanista no se puede criminalizar la inclinación homosexual, tampoco darla por buena y mucho menos aún aceptar los actos homosexuales, el lobby gay y la cultura gay o Sade, el homosexualismo ideológico y la teología gay, ni otras prácticas sexuales parafílicas como el sadomasoquismo, por mucho que el filósofo francés Gilles Deleuze considere esta práctica sexual brutal como "la perfecta metáfora de la sociedad democrática".


El catedrático de filosofía francés Thibaud Collin en su libro Le Mariage gay, les enjeux d´une revendication afirma: "Podemos pensar que la reivindicación del matrimonio gay y la adopción homoparental proceden de lo que Foucault llama resistencia (...) Lo que se busca es la reapertura indefinida: posibles que no dejan de interpretar los límites, las diferencias y las identidades. Al estilo de las prácticas sexuales que valoran como creación de posibles siempre nuevos, los gays radicales quieren, reivindicando el matrimonio y la filiación, crear el caos (tohu-bohu)". Ese caos "expresa estas preocupaciones sexuales y políticas al mismo tiempo. Lo que realmente quieren es: ¡crear el gran burdel!".

Un gran burdel llegó a ser el palacio real durante el reinado de Carlos IV, "¡qué tonto, eres hijo mío, qué tonto!", merced a los hábitos de su querida consorte. No parece que María Luisa de Parma fuera mucho más agraciada físicamente que su real esposo, en quien influía de forma determinante a la hora de mal reinar, pues Carlos IV se despreocupaba de las cosas del gobierno y prefería campar por las cocheras y cocinas de palacio, donde se sentía más cómodo que en los salones. Sin duda, este es el origen del mito sobre el campechano carácter de los borbones, del que nuestro actual Rey es su mejor exponente.


Al Rey "zurullo" le gustaba departir en corrillos de criados y palafreneros, antes que en tertulias y consejos de ilustrados, mientras en sus ratos libres se dedicaba a arreglar relojes. A su sucesor de hoy no dejan de gustarle los "juguetitos", aunque no se conforma con eso y de vez en cuando disfruta matando osos emborrachados previamente, mientras su hijo se divierte con su consorte, sea una "fulana lista" o no, alternando en la casa de quien les recibe con una bandera republicana, para compartir una velada lúdico-musical, en la que al Príncipe le compete tocar el cajón flamenco, como al tonto de la banda, la pandereta.


Cuenta Lady Holland en su Diario que Carlos IV era tan tonto como para no enterarse de nada: "el Rey de España está tan poco enterado de la historia de nuestros días, que aún no es consciente de la Independencia de América, y al día de hoy llama al ministro de los Estados Unidos El Ministro de las Colonias, estando plenamente convencido de que esas colonias aún pertenecen a Inglaterra". "¡Qué tonto, eres hijo mío, qué tonto!".


Algunas de las aseveraciones de Lady Holland en su Diario pueden ser cuestionables, pero son, sin lugar a dudas, eco de un sector de la Corte que no podía permitirse la licencia de poner por escrito determinados pensamientos y rumores tan adversos a los Reyes y a Godoy. Para calibrar lo verosímil de las afirmaciones de la inglesa, debemos señalar que la residencia de Lord Holland, tanto en Londres como en Madrid, fue durante el primer tercio del siglo XIX centro de tertulias liberales a las que asistió la flor y nata de la masonería española: Jovellanos, Quintana, Mendizábal, el Conde de Toreno, el Duque del Infantado, Martínez de la Rosa, el Duque de Osuna y hasta el mismo Godoy. En el exilio londinense, Blanco-White fue contratado por Holland como secretario personal y tutor de sus hijos, en tanto Argüelles ejercía como su bibliotecario. De las relaciones personales de Lady Holland con todos estos personajes queda constancia en su correspondencia privada, que se encuentra depositada en el Museo Británico, según Antonio Juan Calvo Maturana, el historiador español que más ha estudiado la obra de la noble inglesa.


Al margen de lo que cuenta la de Holland, para valorar la fealdad de la de Parma basta con ver los cuadros en los que la representa el sordo pintor ilustrado o leer las diversas descripciones que de ella hicieron sus contemporáneos. El Embajador ruso se refirió a la Reina como una mujer "ajada por los partos y las enfermedades, de tez verdosa y casi sin dientes, reemplazados por piedras preciosas que la causan innumerables molestias en las comidas, que hace en solitario". No tendríamos por menos que limitarnos a compadecer la fealdad y los sufrimientos buco-dentales de aquella reina si no fuera porque quizás, al igual que en el caso de su esposo, es muy probable que influyeran en su comportamiento desviado de tan nefasta influencia en el destino de España.


La Reina nunca disimuló su ninfomanía: antes y después de que por la cámara real pasara el célebre Manuel Godoy, lo harían muchos otros, como el hermano del valido, una innumerable ristra de oficiales y tropa, y nobles más o menos encumbrados, como el Conde de Fuentes, Don Alfonso Pignatelli, Grande de España. Sus preferencias íntimas pasaban por el masoquismo, salvo que fuera un caso emblemático de malos tratos consentidos. El Embajador francés relata que Godoy la trataba como "ningún soldado borracho se hubiera atrevido con una mujerzuela embriagada". El alto funcionario Mallo, otro de sus incontables amantes, solía propinarle puñetazos y patadas para dejarla después encerrada en su dormitorio.


Refrendo encontramos de lo aquí expuesto en la descripción alegórica con la que la Condesa Amaranta, la masónica trasunta de la Duquesa de Alba, ilustra a su sirviente Gabriel en el Episodio Nacional de Galdós ya señalado: "El hombre a quien una mano tan débil como generosa había elevado sin merecimientos (se refiere a Godoy), se mostró ingrato con su protectora y, lejos de amarla con constante fe, amó a otras mujeres y hasta llegó a maltratar a la desventurada a quien todo lo debía (se trata obviamente de la Reina). Las damas referían que algunas veces la vieron derramando acerbo llanto y con señales en su cuerpo de haber recibido violentos golpes de una mano sañuda". Parece ser que la Duquesa de Alba contaba a todo el mundo cortesano los secretos de alcoba reales, por lo que nada tiene de extraño que, según Lady Holland escribió en su Diario ya en 1803, muriera envenenada por mandato de la propia Reina. Señor Sabina, mire usted bien lo que le pase su camello.


Godoy era un chulo guaperas con cierta tendencia a la obesidad, que fue amante semioficial de la Reina toda la vida y al que Lady Holland definió como "un hombre grande, basto y de complexión ruda, con una imagen pesada, indolente y voluptuosa". La Reina le puso el ojo cuando era un simple guardia de corps en palacio y lo encumbró hasta el rango de Príncipe de la Paz y valido todopoderoso del Rey. Fue un civilizado ménage a trois: el Rey salía de caza todos los días para que Godoy visitara los aposentos de la Reina en su ausencia. Para mayor discreción y comodidad, el valido utilizaba un pasadizo secreto. La correspondencia íntima de la Reina con Godoy está repleta de emotivos detalles, como corresponde a una pareja romántica. Le comunica, por ejemplo, que le ha bajado la regla: "la novedad, mis achaques mensiles". Resulta curiosa la similitud entre esta correspondencia íntima y las conversaciones entre el Príncipe Carlos de Inglaterra con su entonces querida y hoy flamante esposa y duquesa de Cornualles, Camila.


Entretanto el Rey se comportaba como un redomado farsante consentidor por bujarrón. Martín Hume, en su obra Modern Spain (1899) escribió lo siguiente: "La ambición de Godoy había metido a España en esta trampa (...) María Luisa sacrificaba toda consideración de deberes maternales y conyugales por su amor a Godoy; el pobre y débil Rey, creyéndose un genio, estaba dominado por su esposa y el amante de ésta".


Cuenta Lady Holland lo que le relató Andrés Muriel en 1808: "Estando asomados a uno de los balcones del palacio de San Ildefonso un día el Rey y la Reina y el Príncipe de la Paz, atravesó Mallo la plaza en una vistosa berlina tirada de caballos ricamente enjaezados. "¿Quien va dentro de aquel coche tan brillante?", dijo el Rey. "Es Mallo", respondió el Príncipe de la Paz. "¿Y de donde le ha venido de repente tanta ostentación?", volvió el Rey a preguntar. "Parece, señor -replicó el Príncipe de la Paz-, que corteja a una vieja rica y que ésta le ha puesto en zancos". "¡Qué tonto, eres hijo mío, qué tonto!". Por cierto, Manuel Mallo y Quintana, además de chulo de la Reina, era amigo íntimo del que más tarde sería el "libertador" Simón Bolívar, al que introdujo en la Corte. Siempre los borbones confraternizando para su beneficio inmediato y su decadencia posterior con sus enemigos y, lo que es más importante, con los enemigos de España.


Esta degeneración palaciega de la que venimos hablando le hubiera servido a Kinsey como un ejemplo más para su reivindicación de la ruptura del polinomio ideal: "matrimonio-amor-sexualidad (varón y mujer)-procreación". La degeneración intelectual al respecto ha sido lenta pero constante. Sigamos el sabio y certero análisis sobre esta cuestión de Monseñor Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Segorbe-Castellón y Presidente de la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida, al tiempo que lo contrastamos con lo escrito hace más de doscientos años por el Marqués de Sade, mesías de la teología gay.
Escribió el Marqués de Sade: "que la abolición de la propiedad del hombre sobre el hombre llegue a la de uno mismo sobre uno mismo, y que el derecho al goce sea reconocido sin límites". Doscientos años después bien identifica Monseñor Reig que estas palabras eran premonitorias y en ellas radica el origen de la teología gay: "primero se postuló la práctica de la sexualidad sin matrimonio: el llamado amor libre"


Escribió el Marqués de Sade: "la procreación no es un objetivo de la naturaleza, sino sólo una tolerancia: cuando no la usamos, sus intenciones están mejor cumplidas", porque "somos siempre las dueñas de lo que llevamos en nuestro seno, y no hacemos un mal mayor destruyendo esa especie de materia que cuando purgamos la otra, con laxantes, al necesitarlo", pues "no hay en la tierra derecho más indiscutible que el de las madres sobre sus hijos". La proclama de Sade con el tiempo se ha tornado en uno de los dogmas básicos de la teología gay, como detecta Monseñor Reig: "después, la práctica de la sexualidad sin la apertura al don de los hijos: la anticoncepción y el aborto".


Escribió el Marqués de Sade: "vosotros que desde la juventud no tenéis más frenos que el del deseo, ni más leyes que las de vuestros caprichos, que el cínico Dolmancé os sirva de ejemplo; id tan lejos como él, si a su semejanza queréis recorrer los caminos de flores que os prepara la lubricidad; convenceos con su enseñanza, ya que sólo extendiendo las esteras de sus gustos y de sus fantasías, o sea sacrificando todo a la voluptuosidad, el desdichado individuo conocido con el nombre de hombre y arrojado a su pesar sobre este triste universo podrá sembrar algunas rosas sobre las espinas de la vida" . Se trata de una perfecta definición del más rastrero hedonismo que hoy campa por sus respetos, "sea como sea, cueste lo que cueste", pues, como dice Monseñor Reig: "luego vino la práctica de la sexualidad sin amor: hacer sexo, pornografía, etc".


Escribió el Marqués de Sade: "desvía sin cesar, incluso en el matrimonio, ese pérfido licor cuyo fruto arruina nuestras siluetas, embota nuestras sensaciones voluptuosas, nos marchita, nos envejece y perjudica nuestra salud". Cualquier práctica sexual es válida, sobre todo aquellas en las que no existe riesgo de embarazo, pues éste, para los obsesos del cuerpo eternamente joven como fin de sus vidas, condenados por ello a un triste y miserable fracaso, es algo estéticamente inaceptable pues afea. Había que degradar el embarazo para que, como afirma Monseñor Reig, se recurra a "la producción de hijos sin relación sexual: la llamada reproducción asistida (fecundación in vitro, etc.)".


Escribió el Marqués de Sade: "¡es tan hermoso cambiar de sexo, hacer uno a su turno la puta, entregarse a un hombre que nos trata como a una mujer, llamarlo "amante", declararse su "querida"! ¡Qué Voluptuosidad, amigas mías! Pero limitémonos aquí a algunos consejos de detalle relativos a las mujeres que, metamorfoseándose en hombres, quieren gozar según nuestro ejemplo de este placer delicioso". Esa es la máxima de la teología feminista radical y de la ideología gay, como analiza magistralmente Monseñor Reig: "por último, con el anticipo que significó la cultura unisex, y la incorporación del pensamiento feminista radical, se separó la sexualidad, de la persona: ya no hay varón y mujer; el sexo es un dato anatómico sin relevancia antropológica; el cuerpo ya no habla de la persona, de la complementariedad sexual que expresa la vocación a la donación, de la vocación al amor; cada cual puede elegir configurarse sexualmente como desee: heterosexual, homosexual o transexual. Se trata de la "Ideología de Género", cimentada en la ruptura del bien que significa los conceptos de persona y matrimonio, y, por tanto, en la progresiva debilidad del vínculo conyugal que llevó al aumento de las rupturas matrimoniales y la desintegración física, psíquica y moral de las personas. En este contexto de banalización, hedonismo y relativismo moral es comprensible el aumento de la violencia doméstica".


En fin, sabio y acertado hay que considerar, para cualquiera que aspire al humanismo, el análisis de Monseñor y repulsivo lo escrito por el inspirador de la teología gay. Pero lo cierto para lo que nos ocupa en este capítulo es que el Imperio español de finales del siglo XVIII quedaba en manos del degenerado trío conformado por un rey tonto y bujarrón, una reina ninfómana y masoquista o maltratada, aquejada por un peculiar síndrome de Estocolmo, sumisos a un chulo privado maltratador, que hubieran podido protagonizar una de las novelas del de Sade. Este infame trío hizo de su inmundicia negocio de Estado y, con ello, el uno por debilidad mental, la otra por irreprimible vicio y el tercero por sus ansias infinitas de riqueza y poder, facilitaron los designios de la jerarquía iluminista, que para ello venía trabajando eficazmente durante años.


En nuestros días, lo que fueran degeneraciones de palacio se extienden al conjunto de la ciudadanía de esa España, que parece próxima a desaparecer y en la que bien se puede aplicar el tango Cambalache: es lo mismo "el que mata, que el que cura" o aún peor, pues ahora nos quieren hacer creer que es mejor el que falsifica que el que cumple con su trabajo, el que encubre a asesinos que el que investiga a la búsqueda de la verdad, los terroristas que las víctimas, las parejas de gays o lesbianas a quienes se entregan en adopción huérfanos, mientras dan o toman por el culo o se satisfacen con artilugios de sex-shop, que los hombres y mujeres que se casan y tienen hijos. Dijo Unamuno: "Me duele España", y a mí me duele tanto al menos como a él.


El filósofo Cioran, que se sentía más apátrida que rumano, afirmaba sobre la historia de España en su obra ya citada: "Tras haber conocido en la época de los conquistadores una superhumanidad bestial, se dedicó a rumiar su pasado, se volcó sobre sus lagunas, dejó que se enmohecieran sus cualidades y su genio; en compensación, enamorada de su ocaso, lo adoptó como una nueva supremacía. Ese masoquismo histórico, ¿cómo no advertir que deja de ser una singularidad española para convertirse en el clima y la receta de la decadencia de todo un continente?".


"En vano busca Occidente una forma de agonía digna de su pasado". Un pasado en el que "Don Quijote representa la juventud de una civilización: él se inventaba acontecimientos; nosotros no sabemos escapar a los que nos acosan". "¡Qué espectáculo ver a grandes naciones mendigar un suplemento de futuro!". "Galopamos hacia horizontes de apoplejía, hacia la edad de oro del espanto". Por todo ello y en definitiva el genial Cioran concluye: "Uno tras otro, he adorado y execrado a numerosos pueblos; jamás se me ha ocurrido renegar del español que hubiera deseado ser".


Quizás por eso, una de las principales tareas de la jerarquía iluminista fue y es destruir el Alma Española. A ello se aplicó desde la imposición de la dinastía borbónica y muy especialmente durante el reinado de Carlos III, como hemos ido viendo, para luego dejar que calara del todo ese "masoquismo histórico" de la mano de unos gobernantes degenerados o masones, cuando no las dos cosas que van de la mano, y casi siempre trincones.


Esa destrucción era imprescindible para imposibilitar que se plasmara la identificación de intelectuales como Cioran con los valores que emanan de esa Alma Española, siempre vinculada al Cristianismo: guía necesaria para la humanidad, aunque no fuera más -escribió el pensador rumano- que como "una artimaña del instinto de conservación". Un Cristianismo que es el principal aliado de la razón humanista lógica y también de la liberación sexual, frente al iluminismo masónico que defiende la razón embrutecedora de la técnica y la revolución sexual. Entre tanto, fomenta la tan explotadora como cruel religión islámica, "el último recurso" para quienes "el destino ha maltratado". Un iluminismo masónico imperante con su decadente moral, tras el cual "es imposible saber - acabo con Cioran- si el hombre se servirá aún durante mucho tiempo de la palabra o si recobrará poco a poco el uso del aullido".


Para los ateos iluministas, un muerto es una tragedia si sale en televisión, pero ojos que no ven corazón que no siente, por lo que ciento noventa y dos o un millón tan sólo son "una cuestión de estadística" -como dijo Stalin- o inventos de la "extrema derecha". Todo vale para los genocidas hijos del iluminismo masónico, para los teólogos Sade y para quienes ideología es "ideas lógicas" y, por ello, no me cansaré de citar tan magna contribución a la historia de las ideas, "en política todo es posible y aceptable dado que carecemos de principios, de valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas", el presidente por accidente o "milagro" masónico dixit, mientras calla y esconde la verdad de lo ocurrido del 11 al 14 de marzo de 2004 y aplica su "ideología" sin principios, valores ni argumentos racionales para la implantación totalitaria de la teología Sade.


Para ello cuenta con la contribución de un trovador como Sabina que le cante y se ría de quien dice que se autodefine como fulana lista, siempre complaciente con el poder prisaico, y de un príncipe que sueña con su debut en la próxima gira de Ketama, digno heredero de quien firma estatutos para la desmembración de su reino y al que ahora parece -será porque los años no perdonan- le gusta más cazar que ligar, mientras el lobby Sade impone su dogmática teología en la sociedad, que pasó del "Dios ha muerto" de Nietzsche al "Dios es inconsciente" de Lacan, siempre obsesionado con su falo y el de los demás.


Un tonto puede cometer cualquier crimen, hasta el más grande, sea creyente o no, un listo también, pero sólo si es ateo, fanático o sectario. El poder difícilmente puede caer en manos de un tonto, salvo que se herede o se pertenezca a la secta de los designados por la jerarquía iluminista. Por eso, como afirma el genial Michael Houellebec en su novela Las partículas elementales: "Aunque me resulta muy difícil creer en Dios, no dejo de constatar que la expansión de la increencia y la conversión del ateísmo en ideología han ido de la mano con la expansión del crimen y el genocidio (...) En rigor, el ateísmo ideológico conduce a borrar la noción misma de crimen".


Elemental, querido Houellebec, y esto es así, sobre todo, si seguidores de la atea y degenerada teología Sade tienen un poder que les vino propiciado por un crimen brutal, aunque la masacre del 11-M a alguno acabará pareciéndole un "accidente" para su "proceso de paz", que consiste en destruir España. Mientras, el Rey caza osos emborrachados y, sea porque no le queda tiempo o consecuencia de la revolución sexual ya promovida por Sade, el mesías de la "modernidad progresista", ni siquiera puede decir a su hijo: "¡Qué tonto eres, hijo mío, que tonto!".


Paz Digital, 09-11-2006


MÁS aportaciones de Doutdes


Claves para entender el 11-M. Por Doutdes. Serie, publicándose


Las CLAVES de Paz Digital



 

Comentario[s]
vbn
Escrito por Usuario no registrado el 29/11/2006 12:33:25
Genial
fersada
Escrito por Usuario no registrado el 03/12/2006 17:04:34
Extraordinario. 
Me agradaría saber si la 
autoría es propia de un único peon o más bien de un grupo.  
A la espera del siguiente capítulo.
Doutdes
Escrito por Usuario no registrado el 06/12/2006 15:22:55
vbn: gracias 
 
fersada: gracias. La autoría de este artículo y de todos los que escribo es sólo mía. Para su redacción definitiva cuento con la única colaboración de mi mujer.
Anonimo Valenciano
Escrito por Usuario no registrado el 26/12/2006 21:02:36
Buenos días Señor Douttes 
Gracias por su serie. 
 
Supongo que habrá todavía mucho Español que no se crea lo de las conspiraciones Posiblemente porque la verdad para muchos depende de quien la diga. Sin embargo, a esos compatriotos nuestros ( de ambos lados del Atlántico) ¿qué les parecería la palabra del Sr. Marx? 
 
Si, hay unos hermosos textos del señor Marx que recomendaría leer y meditar sobre ellos a todos los españoles Se trata de sus escritos publicados un periódico de USA cuando era corresponsal en España para el New York Daily Tribune. 
 
Estos escritos están recogidos en un librito llamado “Revolución en España” que , censurado en mayor o menor medida, circula por ahí tan sin pena ni gloria n que ni los Marxistas lo han leído. Cosa esta de la ignorancia muy conveniente a los Amos y Señores No sea que los españoles se les acaben desmandando A cada uno os suyo y a los militantes: Ignorancia 
 
Entre otras lindezas Marx escribe sobre el asunto del General Riego. Su sola lectura convencería todo el mundo que la conspiración anti española existe. 
 
Lo que detalla Marx es los siguiente: 
 
1) Un batallón español luchó con Napoleón en Dinamarca 
2) Al invadir España Napoleón desarmó a los españoles y les confinò en la propia Dinamarca. 
3) A ese batallón se le ofreció la oportunidad de irse con la Grande Armee a invadir Rusia 
4) Lo hicieron 
5) Se pasaron al enemigo, a los rusos del Zar. ( hay un relato de Arturo Pérez Reverte basado en este hecho concreto, la Sombra del Aguila) 
6) El Zar, agradecido, les regalo una bandera bordada por la Zarina y , sobre el Neva helado ( ¡Que detalle!), les hizo jurar la Constitución española de 1812!!!, Él ¡!!EL Zar!! 
7) Luego los envió a España donde quedaron de guarnición en la isla del león en San Fernando Cádiz 
8) Cuando Fernando VII decidió enviar un ejercito a las colonias. Se lo encomendó al General Riego. 
9) El zar declaró públicamente que lo impediría ( ¡Que poderío!) 
10) EEUU agradeció oficialmente la declaración del zar (¡ que aliados!) 
11) En eso que Riego, el “listo”, va y se subleva y ya no se envían los 20.000 soldados a América (Para entender la cifra baste decir que la independencia de Chile la impuso un ejercito d e 5.000 elementos enviados desde Argentina, vamos: “5.000 votos”). 
12) En la “jugada de Riego tuvo un papel fundamental el batallón del que ya habíamos hablado ¿Qué casualidad! 
13) Riego impone la constitución de 1812 durante tres añitos  
14) Pero hete aquí, que el zar se dirige a la Santa Alianza. Foro absolutista de ayuda mutua- y les dice que no se puede tolerar lo de España y que hay que apoyar los legítimos derechos del rey Absoluto de España D. Fernando VII. 
15) Y el Zar se vuelve a salir con la suya y se envían a España un ejercito Los 100.000 hijos de San Luis que reponen al rey Fernando VII en el trono y aquí paz y después Gloria 
16) Por supuesto: “usar y tirar”; el 7 de noviembre de 1823 ahorcaron a Riego en Madrid. Riego ¿héroe o tonto útil? 
17) Habilidoso el Zar ¿verdad? Si y gilipollas todos los demás.  
 
Pues todo eso se explica en detalle en los textos de Marx Apresúrense en bajarlos porque ahora hay dos webs y en una de ellas están censurados 
 
Ah se me olvidaba, y esto no lo escribe Marx ( se le olvida) , en las memorias oficiales de Rochshil esta escrito ¿Saben quien financio a los 100.000 de san Luis?. Pues si, la casa Rochshil de Paris y ya están ..casi todos  
 
Conspiración denunciada por el mismísimo Marx 
 
Entre los Marxistas no es de extrañar que se censuren estos escritos de Marx en ellos habla muy, muy, muy bien del Pueblo Español Demasiado “pa los progres”. 
Y si quieren completar mas informaciones les remitao a un escrito de Israel Shamir: Pardes, anda por la web 
Escrito por Usuario no registrado el 01/01/2007 13:28:28
Ahora que se ha conseguido la legalización del matrimonio homosexual, incluido el derecho de adopción, se trata de convencer de que las relaciones sadomasoquistas son "guay", así, el otro día en la 2 de televisión española pusieron un documental en esa línea y tambien se ha puesto en antena documentales de esa índole en la Cuatro e incluso hace meses en Antena 3.  
Gracias a su artículo, ahora entiendo el porqué. 
Esceptico
Escrito por Usuario no registrado el 02/01/2007 13:13:46
Señor Doutdes 
Enhorabuena por su serie. 
 
En cuanto a lo que dice el ultimo de sus lectores....No solo eso, es el paso de la discriminación a la Elite. 
 
1 Se elevan a la categoria de victimas d e la incompresion de la sociedad "Nos satanizan!"(para eso hace falta el apoyo mediatico es decir DINERO) 
 
2 se reclama el derecho a ser tratados como los demas (Aqui parecen lso politicos que hacen las leyes) 
 
3 cuando ya son tratados como los demas, no les basta entonces quieren mas.... 
 
4 Quieren que se les admire y se considere su comportamiento, su etnia o su hecho diferencial como superior al resto de los mortales. 
 
Este camino ¿les suena? Lo han recorrido los homosexuales y antes que ellos los nacionalistas racistas vascos y catalanes , los propios fumetas y aun antes que ellos los judios. 
 
En el futuro recorreran ese camino los pederastas, los bestialistas, los masoquistas, los sadicos y mas adelante se legalizara hasta el canibalismo del cual se rescataran sus propiedades terapeuticas Y si no al tiempo. 
 
Cualquier comportamiento desviado se legalizará.  
 
Lo que esta detras de todo esto es la liquidacion de las clases medias en favor de la "sociedad dual".  
 
Sin un concepto de familia,de una pareja que cria a sus hijos e invierte en su educacion y en su futuro no hay clases medias  
 
Sin clases medias, no hay libertad ni politica ni economica. 
 
En eso estamos, en le buenrollismo camino de la esclavitud

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