Las escenas de horror y dolor en Madrid que ayer vivieron en directo miles de ciudadanos y que muchos millones de españoles pudieron ver en televisión evocan las trágicas imágenes del 11-S en Manhattan.Este 11 de marzo entrará en la «historia de la infamia», como dijo Aznar, y quedará como el 11-M en la memoria de todos los españoles. «M» de Madrid, «M» de muerte y «M» de martirio que clama justicia por la sangre derramada.
Madrid fue ayer aquel Manhattan: las mismas caras de desolación, la solidaridad espontánea de los ciudadanos, el tráfico paralizado, los hospitales colapsados, la incomprensión en las miradas furtivas.Una ciudad devastada por el dolor.
No hay palabras para repudiar un hecho tan monstruoso como la colocación de estas bombas que han segado cerca de 200 vidas humanas y han provocado 1.400 heridos en el atentado más sangriento de la historia de España y en la jornada más negra vivida en la capital desde el 2 de mayo de 1808.
Estamos ante un crimen abyecto y repugnante tanto por su intencionalidad como por sus consecuencias, sea quien sea su autor. Y ello porque la única finalidad de estas bombas era provocar una carnicería.No cabe imaginar mayor perversidad que colocar dinamita en unos vagones de tren que van llenos de gente, a sabiendas de que la compresión de la onda explosiva multiplicaría sus efectos. Y ello sin mencionar la modesta condición de las víctimas, obligadas a madrugar para acudir a sus puestos de trabajo en un ferrocarril de cercanías.
El ministro de Interior compareció ayer a última hora de la mañana, asegurando categóricamente que ETA era la autora de la masacre.Llegó a tachar de «miserables» a quienes dudaban de su versión.Horas después, Aznar ratificó las palabras del ministro, sugiriendo que todo apuntaba a ETA, aunque no mencionó expresamente a la banda.
Todo indicaba a primera hora de la tarde que el Gobierno disponía de pruebas contundentes de su implicación, además del modus operandi que también apuntaba a la banda terrorista vasca. Horas después, la aparición de una furgoneta en Alcalá de Henares con detonadores y una grabación en árabe apuntaba a una nueva hipótesis: la participación de Al Qaeda o algún grupo terrorista islámico en el macroatentado de ayer.
Todavía no es posible pronunciarse categóricamente sobre cuál de estas dos alternativas explica lo que sucedió ayer en Madrid, aunque la autoría de Al Qaeda va creciendo en verosimilitud por la coherencia de lo ocurrido con su desbocado afán sanguinario.
La hipótesis de ETA
De un lado, parece perfectamente posible la implicación de ETA, ya que la banda había intentado colocar varias bombas en los trenes de la estación de Chamartín el pasado 24 de diciembre, de forma muy similar a los atentados de ayer. Hay otros argumentos que refuerzan esta hipótesis: ETA siempre ha querido hacer demostraciones de fuerza durante las campañas electorales, la colocación de bombas-trampa, las mochilas y la secuencia de las diversas explosiones, todas ellas características de las operaciones de la banda. Por último, tampoco es descabellado pensar que ETA tuviera la intención de realzar su magnimidad al conceder una tregua en Cataluña con un brutal atentado en Madrid, símbolo del centralismo opresor, según el tópico discurso nacionalista.
Pero si todos estos elementos encajarían como un guante, hay otros que inclinan a pensar en la autoría de grupos terroristas islámicos. En primer lugar, es difícil creer en las coincidencias: la localización de esta grabación en árabe junto a unos detonadores en una furgoneta robada en Madrid apunta a que los terroristas quisieron dejar su rúbrica. En segundo término, en sus casi 40 años de existencia la banda terrorista vasca siempre se había jactado de focalizar sus acciones sangrientas sobre militares, agentes del orden público, jueces, concejales, periodistas y objetivos señalados de antemano. Incluso cuando ETA colocó la bomba en el Hipercor de Barcelona se fabricó la falsa coartada de avisar unos minutos antes del estallido. Esta vez, el único propósito de los asesinos era causar la mayor carnicería posible.
Expertos de Europol habían advertido al Gobierno de que existían indicios de que ETA se disponía a cambiar su manera de actuar, optando por métodos menos selectivos. Pero ello sólo sirve para acrecentar las dudas sobre la autoría de los atentados de Madrid, reivindicada anoche por Al Qaeda en el diario Al-Quds Al-Arabi, que se edita en Londres. «Hemos golpeado con éxito el corazón de uno de los cruzados europeos que formaba parte de la alianza», aseguraba este comunicado, también de dudosa credibilidad.
Hay una tercera aunque increíble hipótesis; una alianza entre ETA y los grupos islámicos terroristas que ayer barajaban algunos expertos internacionales en la BBC. No nos parece plausible esta asociación entre una banda marxista-leninista y unos fanáticos islámicos.
Habrá que esperar a la investigación policial del Gobierno y a la judicial de la Audiencia Nacional para atribuir la autoría de este siniestro atentado. Pero, sea ETA o sea Al Qaeda, está claro que todas las fuerzas políticas democráticas deben permanecer unidas en la lucha contra el terrorismo, como pidió ayer el Rey Juan Carlos a toda la nación en un discurso sin parangón desde el golpe del 23-F. Queda en evidencia que el terrorismo no es un mal imaginario inventado por el Gobierno sino una amenaza real y tangible para todos los españoles.
A nadie se le escapa que las consecuencias políticas varían radicalmente en función de quién sea el responsable de los atentados.Si finalmente los autores han sido miembros de Al Qaeda o de uno de sus satélites, el ministro de Interior habría cometido un grave error al precipitarse y dar por sentado que ETA era culpable de la acción.
No se podría reprochar al Gobierno que no pudiera evitar unos atentados tan terribles como los cometidos ayer, pero sí se podría dudar del buen juicio demostrado por el ministro del Interior, pues cobraría fundamento la sospecha de que en alguna ocasión ha llegado a anteponer sus prejuicios a los datos objetivos que deben guiar la lucha antiterrorista.
En el siniestro comunicado realizado en Londres, Al Qaeda presenta la masacre de ayer como una venganza por el apoyo del Gobierno español a la intervención en Irak. Si fuera así, se podría decir que antes teníamos un problema con ETA y ahora tendríamos dos con la aparición en escena de Al Qaeda.
Acudir a la manifestación
En una reacción que le honra, Rodríguez Zapatero aseguró ayer que, «sea quien sea el autor», apoya al Gobierno y estará con él en las decisiones que considere oportunas. Su gesto de anteponer la magnitud de la catástrofe a la obtención de un posible rédito político pone de relieve su talante, aunque si la autora fuera ETA volvería a plantearse su condescendencia hacia el pacto Maragall-Carod.
Lo importante ahora es esclarecer lo sucedido y aportar todos los elementos de juicio para que los españoles acudan a las urnas el próximo domingo sabiendo quien es el autor de esta masacre.
Todos los ciudadanos deberían acudir hoy a las manifestaciones convocadas por el Gobierno para expresar la repulsa por el derramamiento de sangre y para que los terroristas sepan que la violencia no puede ni debe cambiar las decisiones de los dirigentes elegidos por el pueblo.
Desgraciadamente son muchos los paralelismos con el 11-S. No sólo la devastación y el dolor que sacudió ayer la capital de España sino posiblemente las motivaciones de los asesinos. El Estado de Derecho debe responder -desde la serenidad y la firmeza- con todos los medios legales para evitar que lo que sucedió ayer se vuelva a repetir y no debe ahorrar esfuerzos para que los culpables, como dijo Aznar, sólo «vean cada amanecer el horizonte de los muros de la prisión» hasta el final de sus días. Es el deseo de todos los españoles, atónitos por esa escalada de terror que pone en evidencia que el fanatismo, sea de un signo o de otro, produce siempre los mismos resultados.