El auto de conclusión del sumario del 11-M hecho público ayer es la expresión de una gran frustración y la constatación de que el juez Juan del Olmo ha tirado la toalla en el esclarecimiento de la mayor masacre terrorista de la Historia de España. No ponemos en duda su buena voluntad. Estamos seguros de que cuando, con lágrimas en los ojos, prometió a una de las víctimas del atentado llegar hasta el fondo de este turbio caso, hablaba con sinceridad.Sin embargo, tiene que quedar constancia de que la frustración que destilan los 200 folios del auto son en buena medida consecuencia de su propia incompetencia.
Tan poco coherente y convincente fue su auto de procesamiento que el juez se ha visto obligado a justificarse y a explicar por qué no incluyó un íter delictivo que desembocara en la asignación a cada uno de los procesados de una responsabilidad o delito concreto. Tras definir de manera casi infantil lo que constituye un «relato de los hechos», pasa a explicar que redactó el auto de procesamiento «de forma inhabitual» porque había siete presuntos autores materiales fallecidos, tres huidos y por la negativa de los demás acusados a responsabilizarse del atentado. Cabe preguntarse qué ha cambiado desde entonces, además de las presiones del Gobierno a través de la Fiscalía, para que ahora sí se encuentre en disposición de hacer un «relato de los hechos». Los supuestos suicidas de Leganés siguen muertos. Los huidos no han sido capturados.Y que sepamos nadie ha confesado su autoría.
Más importante y grave aún, en todo caso, es el reconocimiento por parte del juez de que «no ha conseguido» esclarecer aspectos absolutamente esenciales del 11-M: ni la identidad ni el número exacto de personas que intervinieron en el atentado, ni cómo se distribuyeron los explosivos en los trenes, ni el método de transporte que utilizaron los terroristas para llegar a su objetivo, excepción hecha de la furgoneta Kangoo. Sin duda, resulta muy significativo que ni siquiera mencione el Skoda Fabia, que apareció de manera «milagrosa» tres meses después a escasos metros de la Kangoo. ¿Tiene el juez alguna duda acerca del Skoda? ¿Sospecha tal vez que es una prueba falsa?
Del Olmo no responde a esta pregunta, como tampoco arroja luz a las demás incógnitas clave del 11-M. No explica quién dio la orden de atentar. Se ve obligado a afirmar de manera enrevesada y torpe que los días 3 y 4 de marzo «se estaba produciendo la adquisición de las terminales» porque ni siquiera sabe quién compró los teléfonos. Nada dice de esos dos misteriosos hombres con aspecto occidental que decían hablar búlgaro. Y en cuanto al montaje de las bombas con móviles, se limita a sugerir que probablemente se efectuó en la casa de Morata y «con luz suficiente», cuando por allí no pasó nadie que tuviera los conocimientos necesarios para tan sofisticada tarea ni había siquiera un soldador.
Entre lo que Del Olmo reconoce y lo que queda patente de la lectura de su relato que no ha sido capaz de esclarecer, queda muy claro que el magistrado ha sido incapaz de llevar a término la investigación del 11-M. Del Olmo asegura que ha agotado «todos los medios imaginables».Es una justificación poco convincente que no hace más que aumentar la indignación y la sensación de estafa de quienes siguen reclamando su derecho a conocer toda la verdad del 11-M.
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