La masacre en Madrid del 11-M marca un antes y un después en la actividad de las organizaciones fundamentalistas musulmanas en España. Hasta esa fecha sangrienta, las células de Al Qaeda se servían de este país como base logística para cometer atentados en otras naciones de nuestro entorno. Sin embargo, a partir de los atentados del pasado 11 de marzo, en el que perdieron la vida más de 200 personas, España se ha convertido en un objetivo más para los seguidores de Osama bin Laden. Las investigaciones policiales apuntan a una célula marroquí como la causante del atentado, pero, en la actualidad, en España conviven una decena de grupos integristas con medios materiales e infraestructura suficiente para cometer atentados.
MADRID.- Todos los caminos de Al Qaeda conducen a España. Una decena de grupos integristas operan en este país bajo el paraguas de la organización de Osama bin Laden. Todos ellos utilizaban nuestro territorio como lugar de refugio o de logística internacional, pero el pasado 11-M, con la masacre de Madrid, rompieron esa tradición e iniciaron una escalada violenta de consecuencias imprevisibles. Cuando en 1964, el comisario jefe de la brigada de Asuntos Arabes colocó el primer documento sobre grupos magrebíes en el archivo de la comisaría general de Investigación Social, jamás podía imaginar que una célula terrorista marroquí teñiría de sangre las calles de la capital.
Cuarenta años después, España se ha convertido en un punto estratégico para todas las organizaciones del integrismo islámico. Pero el 11-M marca un antes y un después. La policía había detectado en los últimos meses cierto malestar por la participación de España en la Guerra de Irak y por las detenciones de militantes fundamentalistas en este país. En numerosas conversaciones telefónicas intervenidas por orden judicial, los integristas mantenían que las detenciones practicadas tras el 11-S sólo se hicieron para satisfacer a los norteamericanos.
Blanco potencial
Hasta el 11-M, como figura en el sumario que instruye el juez Baltasar Garzón sobre la red Al Qaeda, España ha servido de «base de reposo, de preparación, de adoctrinamiento, de ayuda y de financiación».
En diciembre pasado, el organismo europeo de policía, Europol, emitió un informe en el que afirmaba que Al Qaeda y los grupos islámicos consideran a Europa como un blanco potencial para sus acciones terroristas. En el apartado dedicado a España, los expertos policiales señalaban: «El apoyo del Gobierno español a la intervención de EEUU. y sus aliados en Irak constituye un factor adicional de riesgo, aunque no sea el más decisivo o peligroso».
Los analistas policiales no exageraban, ya que las fotografías de José María Aznar habían aparecido junto a las de Bush y Blair en algunas manifestaciones antioccidentales como una de las caras del Eje del mal.
El análisis de Europol no coincidía con el del ministro Angel Acebes, quien unas semanas antes, en una reunión con los titulares de Interior del G5 (Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y España), aseguraba en la ciudad francesa de La Baule que no existían datos para señalar España como objetivo prioritario de Al Qaeda.«Ni siquiera como objetivo», afirmaba.
La realidad es que, en la actualidad, existen en España importantes organizaciones fundamentalistas, integradas por ciudadanos de varios países islámicos en los que Al Qaeda tiene fuerte arraigo.Tras los atentados del 11-S, la brigada de Exteriores de la policía española elaboró un informe sobre las organizaciones terroristas islamistas que trabajaban en España, pero, en sólo dos años, esa información se ha quedado vieja.
Los propios agentes policiales señalaron a EL MUNDO que los grupos integristas han ido atomizándose y que cada vez es más difícil establecer un censo de activistas y, mucho más, un rango en la pirámide de mando. Por ese motivo, la investigación sobre el atentado de Madrid resulta tan compleja que los agentes antiterroristas se aferran a cualquier pista.
Hoy día, la más sólida conduce hasta los seguidores del imam marroquí Mohamed Fizazi, líder espiritual del Movimiento Salafiya al Yihadia (Movimiento Salafista de la Guerra Santa). Jamal Zougam, uno de los detenidos por la masacre de Madrid, estaba unido a esa organización, que el año pasado fue la responsable del atentado de Casablanca.
Al contrario de lo que sucedió con ETA en años pasados, la policía también tiene dificultades para infiltrar a topos en el seno de las redes terroristas musulmanas. Además, las unidades policiales disponen de pocos agentes que dominen el árabe y los ficheros con los nombres y las huellas de los sospechosos no son tan completos como los dedicados a los terroristas vascos.
Para los expertos policiales de la comisaría general de Información y de la Guardia Civil, actualmente operan en España una decena de grupos integristas. Actúan de manera autónoma, aunque «todos ellos se miran en el espejo de Al Qaeda», según la observación de un comisario. Esos grupos son: Movimiento Islámico Marroquí de Combate (Marruecos), Grupo Salafista PC GSPC (Argelia), fundamentalistas tunecinos, Al Yihad (Egipto) -que formó parte del Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y los Cruzados-, libaneses chiíes, Hermanos Musulmanes (Siria), la escisión de ese grupo llamada Soldados de Alá, células indonesias y malayas, paquistaníes y de Bangladesh.
Todos estos grupos radicales se coordinan dentro de la organización Al Qaeda y poseen conexiones con otras organizaciones con sede en Europa, principalmente en Inglaterra, Francia, Alemania, Italia y los países nórdicos. Existen más de 100 investigaciones abiertas en países miembros de la UE en las que se siguen las conexiones internacionales entre grupos ligados a Al Qaeda.
El peligro del integrismo islámico en España no se detecta hasta 1995, año en el que el comisario general de Información, Gabriel Fuentes, entregó un dossier a la entonces secretaria de Estado Margarita Robles con la información que había obtenido un policía de su unidad tras mantener una entrevista en la República Checa con un miembro del GIA argelino. Este señaló que España no era un objetivo para su organización, pero que seguirían cometiendo atentados en otros países como Francia.
La actuación de grupos terroristas, calificados genéricamente como árabes, ha experimentado una evolución en España. En primer lugar, la policía se especializó en grupos palestinos que llegaron a cometer el atentado del restaurante El Descanso y en pequeñas células musulmanas que trabajaban con organizaciones europeas como Brigadas Rojas, Acción Directa o Fracción del Ejército Rojo (RAF) -también conocida como Baader Meinhof- que operaban en la Internacional Terrorista.
La eclosión de Al Qaeda se produjo tras la finalización de la Guerra de Afganistán en 1990. Entre 10.000 o 15.000 integristas que habían luchado contra los rusos, financiados y armados por EEUU, regresaron a sus países (Egipto, Pakistán, El Líbano, Marruecos, Túnez, Argelia ) y encontraron un vacío social. Los paquistaníes y afganos organizaron internacionalmente a todo ese ejército de integristas desocupados y pusieron en marcha la yihad mundial, también conocida como Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los Judíos y los Cruzados del millonario saudita Bin Laden.
Ese frente internacional se dio a conocer el 23 de febrero de 1998, con la publicación de una fatwa (decreto islámico) que declaraba «la obligación de cada musulmán de matar a los americanos y a todos sus aliados, militares y civiles, allí donde fuera posible».
Bin Laden financió la Oficina de Servicios para los Muyahidines del jeque Abdullah Asma, un palestino que murió en 1989, y la organización Al Qaeda. También organizó oficinas terroristas en Argelia, Egipto, Jordania, Yemen, Libia y aportó voluntarios a las guerras de Bosnia y Chechenia.
Desde mediados de los 90, España se convirtió en lugar de encuentro de las organizaciones internacionales terroristas, hasta el punto de que las últimas directrices dadas por Al Qaeda a Mohamed Atta antes del atentado contra las Torres Gemelas, en Nueva York, y el Pentágono, en Washington, se realizaron en Tarragona. Atta viajó desde Hamburgo a Madrid para entrevistarse con Bin Razim, pero este último perdió su vuelo en Alemania y se vio obligado a organizar un encuentro en la costa catalana porque sólo pudo coger un avión que volaba al aeropuerto de Reus. Atta alquiló un automóvil en el aeropuerto de Barajas y habló única y exclusivamente con Razim, que fue detenido después en Pakistán.
Al menos eso es lo que ha declarado el dirigente de Al Qaeda en su celda de Guantánamo a los agentes norteamericanos que investigan a la organización de Bin Laden.
Desde hace una década, la policía española sigue el rastro a más de 200 personas relacionadas con movimientos islamistas, pero con ciertas limitaciones. La mayoría de las investigaciones están supeditadas a las pesquisas de los servicios de información norteamericanos o de países como Francia, Inglaterra o Alemania, donde han sufrido con mayor violencia las acciones terroristas de los integristas.
El interés de las pesquisas policiales está centrado en los movimientos de los fundamentalistas en el territorio español y sus acciones en el extranjero planeadas desde España. En ese sentido, los seguidores de Bin Laden han utilizado Madrid y la costa levantina como base logística para atentados como los del 11-S en Estados Unidos, el de la sinagoga de Yerba en Túnez o el perpetrado contra el centro español en Casablanca.
El comando responsable de esta acción, que provocó la muerte a 43 personas, entre ellas a cuatro españoles, residió durante años en Madrid, desde donde organizaron la masacre. La policía no descarta que algunos de sus integrantes también estén relacionados con los atentados del 11-M.
Con respecto al atentado de Túnez, perpetrado en abril de 2002, los miembros de la organización tunecina en España financiaron desde la costa valenciana la compra del camión bomba que se utilizó contra la sinagoga. Desde España transfirieron un millón de pesetas para adquirir el vehículo del atentado, que provocó la muerte de 16 turistas alemanes y franceses.
Madrid también fue lugar de refugio para decenas de muyahidines que habían combatido en las guerras de Afganistán, Chechenia y Bosnia, formando parte de una especie de brigadas internacionales fundamentalistas. Detrás de la célula marroquí, investigada por la masacre del 11-M, aparece una serie de dirigentes islamistas, como Salah Eddin Benyaich, que restañaron sus heridas en hospitales españoles y reorganizaron en Madrid los grupos de Al Qaeda.
La policía española también ha investigado las conexiones económicas de los diferentes grupos de Al Qaeda. En los sumarios que se siguen en la Audiencia Nacional hay abundante información que demuestra que las bases integristas de la capital han financiado multitud de actos terroristas fuera de España. El dinero para consumar esos atentados fue transferido a través de operaciones bancarias o por medio de correos, que trasladan el dinero a Afganistán o Pakistán. Las comunidades religiosas radicales musulmanas también perciben ayudas de la propia Al Qaeda.