Hasta el 11-M habían vivido en el umbral del anonimato, sabedores de que su profesión era sinónimo de malas noticias, esforzándose en desempeñar una labor inevitable pero fundamental con la mayor minuciosidad y constancia posibles, resignándose a no esperar ningún tipo de aplauso.
Han estado ahí, entre los equipos de emergencia, los policías, los psicólogos, haciendo ese trabajo que nadie quería hacer.Hoy los forenses se quitan las mascarillas, reciben el reconocimiento público y descansan, por fin, después de las semanas más duras de sus vidas.
Porque no olvidarán nunca la cantidad de cuerpos acumulados en la improvisada morgue del pabellón número 6 de Ifema, ni cómo tuvieron que ponerse a identificarlos cuanto antes mientras, a pocos metros, los familiares de las víctimas los buscaban con desesperación.
Tampoco se les borrarán de la memoria las etiquetas de aquellas bolsas que encerraban tantas vidas rotas, con la C de catástrofe impresa y una A, una E, una P, una T o una X según el lugar de procedencia (Atocha, Santa Eugenia, El Pozo, Téllez o los hospitales, respectivamente). Ni los odontogramas, las dactiloscopias y las antropometrías que tuvieron que realizar, ni las pruebas de ADN, ni la polémica desatada por la cifra oficial de fallecidos.
A pesar de que nunca se habían visto en una igual, se coordinaron con rapidez. El viernes 12 de marzo, 12 horas y media después de la tragedia, habían terminado 192 autopsias. Fueron 192 a pesar de que había 190 cadáveres porque, tal y como se ha sabido después, algunos cuerpos estaban tan fragmentados que fueron examinados por separado.
A lo largo de todo el proceso participaron 68 médicos forenses (cinco vinieron para ayudar desde Cataluña, tres desde Extremadura, uno desde Baleares y otro desde Galicia). También se dejaron la piel 15 auxiliares de autopsias, varios fotógrafos criminalísticos y el personal del laboratorio y de administración, así como las decenas de voluntarios que espontáneamente acudieron a ayudar a levantar cadáveres del suelo.
Ayer acudieron a la Puerta del Sol de Madrid, al homenaje que la Comunidad rindió a los más de 7.000 trabajadores de los servicios públicos y a los miles de ciudadanos anónimos que colaboraron tras los ataques terroristas.
Condecorados
La presidenta regional, Esperanza Aguirre, y el alcalde de la ciudad, Alberto Ruiz-Gallardón, les condecoraron con una escultura de Fernando Capa que representa la solidaridad.
Les incluían así en la larga lista de héroes sin rostro. A saber: bomberos, policías, guardias civiles, personal sanitario y de urgencias, psicólogos, miembros de Protección Civil, sacerdotes, conductores de los transportes públicos, taxistas, personal de limpieza, empleados de la funeraria, operadores de los teléfonos de emergencias, forenses...
Ayer no estaban todos los forenses en la Puerta del Sol. Además, se echó en falta a los auxiliares de autopsias. Pero acudió una pequeña representación del gremio: 22 médicos forenses y tres fotógrafos criminalísticos.
Tampoco están todos los que son en la imagen superior, tomada ayer en la Consejería de Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid, donde posaron con la directora de Relaciones con la Administración de Justicia, Mercedes Juárez, y con el consejero y vicepresidente segundo regional, Alfredo Prada.
Los testimonios abajo reproducidos son también sólo una pequeña parte de las mil y una experiencias que todos han vivido.
Muchos se ríen de CSI (Crime Scene Investigation), la popular serie de televisión norteamericana que pretende reflejar su mundo.La tildan de «exagerada» y «ficticia» y aseguran que, si en España se rodara con realismo un programa televisivo que abordara el trabajo al que se dedican, ningún espectador lo vería. Pero no por macabro, explican, sino «por aburrido».
El equipo A de la cirugía, los todoterreno de la delicadeza, los protagonistas de un CSI real con sede de operaciones en la ciudad más huérfana del planeta no paran de quitarse la importancia de encima y de insistir en que no han hecho nada de particular, salvo cumplir con su trabajo. Pero estuvieron más de 41 horas trabajando ininterrumpidamente sin quejarse.
No están al margen
Reconocen, eso sí, que durante varios días han estado «absorbidos» y «desbordados», sin pensar en otra cosa que no fuera lo que tenían delante. Reconocen también que han vivido momentos «terribles» y que han visto cosas y oído historias que les han hecho estremecer.No han podido permanecer al margen.
La directora del Instituto Anatómico Forense de Madrid, Carmen Baladía, confiesa que, aunque lleva 21 años en la profesión, estos días no ha podido separar sus emociones de su trabajo.«Hemos perdido esa distancia emocional, no hemos podido evitar implicarnos con todas las familias...», asegura.
A todos les ha quedado una sensación extraña, una especie de sabor amargo en el paladar que no van a poder eliminar ni con todos los líquidos desinfectantes del mundo.
«Yo creo que todavía no hemos terminado de procesar todo lo que ha pasado», explica Carmen Baladía. «Quizá cuando volvamos a la rutina y analicemos todo con un poco de distancia empecemos a ver las cosas de otra forma, quizá comencemos a obtener respuestas».
La labor forense propiamente dicha ya ha finalizado. En el Instituto Anatómico descansan 13 bolsas de plástico llenas de restos humanos por identificar a la espera de que las pruebas del ADN digan a quién pertenecen. Los forenses vuelven a retomar, poco a poco, su vida cotidiana. Pero su trabajo, esta vez, les ha dejado huella a todos.
CARMEN BALADIA
«Me repetía: 'A ver si somos capaces'»
Está al frente del Instituto Anatómico Forense de Madrid desde 1999 y ha sido la jefa de los 68 profesionales en la operación 11-M. Durante el tiempo que estuvo en Ifema no dejaba de repetirse: «A ver si somos capaces». «Sabía que era fundamental no cometer ningún error, aunque tampoco me asusté a nivel profesional», confiesa. Hoy hace balance y se muestra satisfecha, a pesar de las terribles circunstancias.
Carmen Baladía ha practicado infinidad de autopsias -entre ellas la de Francisco Tomás y Valiente- y dice que todas «tienen algo que se queda grabado». Pero ninguna como las del 11-M y como aquélla que, días después de dar a luz a su hijo, tuvo que practicar a un bebé asesinado por sus padres.
CRISTINA Gª-ANDRADE
«Hay ciertos cadáveres que te 'llevas' a casa»
«Es imposible distanciarse, sobre todo cuando te pones en contacto con sus familiares. Hay determinados cadáveres que, por su edad y por sus circunstancias, te los llevas a casa», asegura. Cristina García-Andrade llegó a Ifema cuando el pabellón 6 estaba vacío y, conforme se iba llenando, se dejó empapar por la tragedia.Insiste en que su profesión «humaniza mucho» porque está «en contacto con el dolor y la muerte». «Y eso nos ayuda a valorar lo importante de la vida», apostilla. Esta madrileña ejerce en los juzgados de Colmenar Viejo. Su padre es el popular psiquiatra forense José Antonio García-Andrade y está casada con Enrique Fernández Rodríguez, también del gremio.
EDUARDO ANDREU
«Los móviles de los fallecidos no paraban de sonar»
Eduardo Andreu reconoce que nunca había visto nada igual. A este hijo y nieto de forenses, 15 años en la profesión, se le ponen los pelos de punta al recordar cómo los teléfonos móviles de los fallecidos no paraban de sonar mientras examinaba sus cuerpos.«Las autopsias se hicieron pronto y todavía quedaba batería en los teléfonos... Llegaban a sonar varios a la vez, y siempre uno quiere coger el teléfono, pero no vas a ser tú el que dé la noticia... Se crea una situación angustiosa. Me encontré con un teléfono que tenía 34 llamadas perdidas», cuenta. El doctor Andreu, madrileño de 43 años, es forense titular de los juzgados de Torrejón de Ardoz, de donde procedían varias de las víctimas.
CONCHA MAGAÑA
«La mayoría eran chicos tan jóvenes...»
«Va contra la naturaleza». Concha Magaña sigue llena de indignación.«Es inevitable que una persona mayor muera, pero que a un chico le arranquen la vida así, de un plumazo... La mayoría eran trabajadores y chicos tan jóvenes... Era horrible encontrarse con sus pertenencias, sus carteras, sus apuntes...». La doctora tiene tres hijos de entre 16 y 22 años y lo siente como algo personal. Es la entomóloga del Instituto Anatómico Forense de Madrid. Su especialidad (el estudio de los insectos que visitan los cuerpos que llevan cierto tiempo sin vida) es fundamental para determinar el momento exacto en que se producen las muertes. Su tarea en el 11-M ha sido, sin embargo, meramente organizativa.
JOSE LUIS PRIETO
«Se coordinó todo de una forma espontánea»
«No teníamos experiencia en catástrofes. Muchos de nosotros habíamos intervenido tras el siniestro de la discoteca Alcalá 20, pero otros no. Se coordinó todo de forma espontánea, pero salió muy bien». José Luis Prieto, madrileño de 43 años, participó en la organización de los equipos que, de manera casi instantánea, se pusieron a trabajar, rigiéndose por el Protocolo de Identificación de Víctimas de Catástrofes de la Interpol.
José Luis Prieto es el especialista en Antropología del Instituto Anatómico Forense de Madrid y se encarga de los cuerpos que presentan mayor grado de deterioro. Su especialidad es la Odontología y trabaja también en los juzgados de Alcobendas.
MANUEL RUIZ CERVIGON
«Todo el horror que te puedas imaginar y más»
Se pasó toda la noche del día 11 haciendo autopsias en Ifema.El forense de los juzgados de Instrucción número 35 y 45 de plaza de Castilla vio «todo el horror que te puedas imaginar y más».
Pero este aficionado a la fotografía tiene guardada en la retina esta imagen: la de la mujer embarazada de siete meses que murió en uno de los trenes y su criatura nonata. «Le habían hecho la cesárea para intentar sacar el feto con vida, pero no pudieron.Lo dejaron a su lado. Después de estar siete meses juntos, madre e hijo murieron sin conocerse». «A todos nos afecta, estás un poco decaído, un poquito depre... Pero bueno...». Manuel Ruiz Cervigón, madrileño de 49 años, realiza este trabajo desde 1983.
CARLOS TORTOSA
«Todos hemos cambiado después de esto»
«Cuando convives con un número de víctimas tan elevado, con sus familiares, con decenas de coches fúnebres... todo esto te marca.Ves el trabajo de otra manera. Todos hemos cambiado personal y profesionalmente después de esto». Carlos Tortosa, de 41 años, trabaja en la Clínica Médico Forense de Madrid y es forense de los juzgados 1 y 6 de Alcobendas. Le hizo la autopsia a Antonio Flores y participó en el equipo que reconoció a Anabel Segura.Señala que, por su trabajo, «se supone» que estaba acostumbrado a «situaciones» como la del 11-M «desde el punto de vista cualitativo».«Pero no con varios escenarios de forma simultánea, y con tan elevado número de víctimas».
ANDRES BEDATE
«Me llamó la atención la solidaridad de la gente»
El especialista en Radiología Forense del Instituto Anatómico Forense de Madrid fue el primero en llegar, junto con Luis Segura (el jefe de Toxicología), a la estación de El Pozo. Allí estuvieron los dos haciendo de todo, desde levantamiento de cadáveres hasta identificaciones. «Lo que más me llamó la atención fue la solidaridad de la gente. Había algunos que se enfadaban si no les dabas algo que hacer», recuerda Andrés Bedate, zamorano de 45 años y también forense de juzgados. Por su especialidad, Bedate se ha encargado de casi todos los homicidios de la Comunidad de Madrid y parte de España. «Pero no había visto nada así antes salvo por televisión», asegura.