Miércoles, 31 de marzo de 2004. Año XV. Número: 5.227.
ESPAÑA
 
LA INVESTIGACION
«Mamá, ¿no te acuerdas de que desayunamos juntos el 11-M?»
Jamal Zougam, su madre y sus hermanas insisten en que él y su hermano son inocentes y que dormían a la hora de los atentados
NURIA LABARI

MADRID.- «Mamá, ¿no te acuerdas de que desayunamos juntos el 11 de marzo? ¿No se lo has dicho? ¡Que yo estaba contigo! ¿Por qué nos hacen esto?». Desesperado, Jamal Zougam preguntaba sobre su situación a su madre, Aicha Achab, y a sus hermanas en la prisión de Soto del Real este domingo, después de que el juez Juan del Olmo levantara el periodo de incomunicación. «¿Por qué estoy aquí?, ¿vosotras estáis bien?», insistía «desconcertado, asustado», según Zineb y Samira, sus hermanas de 27 y 25 años.Otro hermano, Mohamed Chaoui, también está en prisión por el 11-M.

«Mis hijos no han ido en ningún tren, el miércoles durmieron en casa conmigo, como todos los días», explica la madre. «Yo les preparé el desayuno, igual que cada mañana y vimos lo que había pasado en la televisión. Mohamed, el mayor, se levanta a las 10, y el pequeño a las 10 y media, cuando queda libre la ducha. Vimos las ambulancias, la gente corriendo Nos asustamos.Mohamed me dijo 'qué mal, otra vez va a bajar el negocio'. Salió a las 10.30 de casa. Y Jamal, al ver la tele, me dijo que igual estaba mal el tráfico y llamó a su hermano, que le aconsejó que cogiera el metro porque estaba todo cortado. Pero al final fue en coche, por la M-30».

Sin embargo, varios testigos afirman haber visto a Jamal Zougam en los vagones la mañana en que estallaron. «Eso no quiere decir nada», dice Zineb mientras su madre niega con la cabeza. «Muchos españoles pueden confundir a un marroquí con otro. A mi hermana y a mí mucha gente aquí nos dice que somos iguales». «Sí», interviene Samira, «en el instituto nos confundía mi tutor después de tres años en distintas clases, y eso que nos conocía bien». «Eso ha debido de pasarle a la persona que ha identificado a mi hermano», aclara Zineb, «que lo ha confundido con otro marroquí, pero no pudo ser mi hermano porque él estaba durmiendo en casa».

A Jamal y a Mohamed se les responsabiliza de 190 asesinatos y 1.430 tentativas. Estas acusaciones, sin embargo, se deshacen en la boca de su madre, de 52 años, una marroquí que lleva 23 años viviendo en España y ha conseguido la nacionalidad. Se ha integrado completamente, y lleva el velo desde hace sólo tres años, «Me lo puse porque ya soy una mujer mayor. Y porque quise», dice. Las dos hijas visten ropas occidentales, y Samira trabaja en un banco.

Aicha habla de Jamal y Mohamed como si fueran niños. Niños que vivían con ella y con su hija menor, en una casa de 70 metros cuadrados en el centro de Madrid, a quienes preparaba el desayuno cada mañana. No le sale llamarlos por su nombre completo ni por su apellido, sino con un escueto «el mayor» o «el pequeño», según.Cuando se refiere a los dos, «los chicos».

El pasado domingo, la madre y las hermanas de Jamal Zougam y Mohamed Chaoui pudieron hablar con ellos en dos entrevistas de 40 minutos cada una. Hacía 17 días que no tenían una sola noticia de ambos. Se enteraron el sábado 13 de su detención, después de que las imágenes del locutorio que regentaban salieran una y otra vez por televisión.

Ese mismo día, pasadas las 22.00 horas, policías de paisano paraban su coche y les conducían a su domicilio, donde esperaron a que llegara el juez. Finalmente, Aicha y Zineb, junto con su hijo de 13 meses, pudieron marcharse. Samira, la pequeña de las hermanas, tuvo que esperar hasta las cuatro de la madrugada a que llegara el juez. Jamal les había entregado la llave de la vivienda y procedieron al registro.

Al día siguiente empezó su peregrinación por un silencio armado.Primero preguntaron a la policía: no podían hablar. «La investigación es secreta», les comunicaron. Después, visitas diarias e inútiles a la Audiencia Nacional. En el Colegio de Abogados no se sabía aún quién se encargaría de la defensa. Y lo más importante: su espera no tenía un final concreto. Los días de aislamiento se prorrogaban de cinco en cinco.

El domingo su deseo se cumplió. Pero, una vez satisfecho dejó un vacío sin horizonte. «Nunca tuvimos ninguna duda de que eran inocentes», dice Zineb, «pero ahora estamos aún más convencidas.Y más preocupadas, porque ellos están muy confundidos, no entienden por qué les ha tocado esto a ellos. Si uno les mira a los ojos sabe que no han hecho nada. Las personas que los han interrogado tienen que saberlo también».

«Cuando les vimos estaban llorando», dice Aicha, «estaban muy preocupados por nosotras, por si nos había pasado algo». «Ellos se encuentran bien, nadie les ha hecho nada, están aislados.Pero han adelgazado, la comida allí no es como en casa».

«Si vosotras estáis bien, yo estoy bien». Así intentaba Jamal Zougam tranquilizar a las mujeres de su familia. Pero nada es tan sencillo. «Estamos mal, por ellos. Porque no están bien.No es por la cárcel», explica Samira. «Mucha gente importante ha estado en prisión, pero ellos no saben nada de nada. No saben por qué están ahí».

Durante el 11-M, ningún vecino del bloque donde vivía Aicha con sus hijos los vio salir o entrar, pero sus hermanas han dejado una nota a la comunidad por si alguien se los encontró cuando salían hacia el trabajo. «Si alguien los vio, lo dirá», asegura Aicha, «porque mis hijos no tenían enemigos, caían bien a todos los vecinos».

«Mis hermanos son inocentes. A lo mejor compraron los teléfonos o las tarjetas, porque ese es su trabajo, pero ellos no son terroristas, son chicos normales y trabajadores», defiende Zineb. «Nosotras sólo queremos que se sepa la verdad para que queden libres, y que dejen de decirse cosas que no son ciertas».

«Antes de ver a mis hermanos, nos dijeron que Jamal no quería que le defendiera la abogada de oficio que le ha tocado, por ser mujer, y eso no era verdad», denuncia Zineb. «Yo no he dicho eso. A mí no me importa si me defiende un hombre o una mujer, siempre que haga bien su trabajo», explicó Jamal a su madre y hermanas. Finalmente, Zineb pone palabras al único deseo de las tres mujeres: «Que esto se acabe ya. Que encuentren a los culpables y mis hermanos salgan libres».

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