Antonio, uno de los agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) que participó en el asalto al piso donde se refugiaban siete terroristas en Leganés, afirma, en una entrevista, que nunca tuvieron la certeza de que los islamistas refugiados en el piso contasen con explosivos y que los fueran a utilizar.
El subinspector, con más de 25 años de servicio en el GEO, relató cómo mientras formaba junto a sus compañeros el dispositivo que rodeaba a los terroristas, la sala de operaciones del 091 recibió una llamada de un familiar de los islamistas asegurando que habían colocado explosivos tras la puerta.
Según
el relato del agente, tras conocer la distribución del edificio y la
ubicación exacta de la vivienda, subieron por las escaleras, lograron abrir la puerta de la vivienda para poder comunicarse con los terroristas y, rápidamente, se pusieron a salvo tras una puerta de incendios, fuera de la línea de tiro de los suicidas.
Conversaciones y disparos
"Ahí tuvimos una relación verbal directa con los terroristas. Nos dimos cuenta de que esta gente estaba muy nerviosa, se comunicaban perfectamente en castellano con nosotros. Comprobamos cómo había algunos lapsos en los que no hablaban. Luego decían 'por Alá' y 'os vamos a enviar un emisario'", explica el subinspector del GEO.
Antonio continua su relato: "Entre conversación y conversación disparaban hacia donde nosotros nos encontrábamos,
pero al estar fuera de su línea de tiro, ahí no pasamos peligro. En
ningún momento dijeron que se iban a inmolar. Si lo supiéramos, nos
hubiésemos quedado mucho más lejos".
El veterano agente aclara que "en ningún momento" el grupo pensó en acceder a la vivienda y que el jefe de la unidad ordenó que, tras unos tres minutos y medio de diálogo, salpicado de disparos contra los policías, se lanzasen al interior del piso gases lacrimógenos
que obligasen a los terroristas a salir, exponiéndose a la línea de
fuego de los agentes. "No se podía disparar a algo que no ves, por lo
que el jefe del dispositivo nos ordenó que metiésemos gas lacrimógeno
para obligarles a salir más rápido", explica.
Antonio tiene 51 años. Sin disparar un solo tiro ha participado en las más importantes operaciones del GEO. Una de ellas, en 1986, permitió la desarticulación del 'comando Madrid'
más sanguinario de la historia y la detención, entre otros, de Iñaki de
Juana Chaos. Antonio y sus compañeros pusieron fin a aquella
trayectoria criminal en un piso de la calle Río Ulla de Madrid. "Los
etarras piensan que de la cárcel se sale, del cementerio no", explica
Antonio para diferenciar entre éstos y los terroristas islamistas.
El
sábado 3 de abril, Antonio disfrutaba de un día libre junto a su
familia en casa. Recibió una llamada en la que el jefe de unidad le
dijo que fuese "urgentemente" a la base que tiene el GEO en
Guadalajara, recogiese material y a los efectivos allí congregados
porque se había localizado un piso en Leganés con los islamistas dentro.
Heridas muy graves
La
siguiente ocasión en que habló con su familia fue desde el teléfono
móvil de uno de los médicos que le atendían de las graves heridas que
sufrió, con el objeto de tranquilizarla. El techo se les vino encima y
Antonio sufrió heridas muy graves por todo el cuerpo de las que
ahora señala los lugares donde le han dejado marca. Cuando lo hace,
sonríe, no cuando se le pregunta por su compañero Torronteras.
"Cuando
fuimos para allá, íbamos recibiendo noticias de que se habían producido
intercambios de disparos entre los terroristas y la Policía. Cuando
estábamos en el lugar de los hechos, vimos que lo que era la manzana
estaba rodeada por las Fuerzas Policiales, con todo acordonado y nos
dimos cuenta de que la situación estaba un poco complicada", continua
Antonio.
Se muestra prudente en cuanto a los detalles del asalto en el que falleció el también subinspector Francisco Javier Torronteras,
de 41 años. Con las habituales reservas policiales para explicar sus
procedimientos, afirma que los agentes accedieron al número 40 de la
calle Carmen Martín Gaite con todo el equipo que suelen utilizar, es
decir, el casco, las gafas protectoras, intercomunicador, chaleco
antibalas y sus fusiles de asalto, entre otros elementos.
Una relación muy estrecha
A
menos de un mes del aniversario del primer acto terrorista de tipo
suicida en Europa, Antonio afirmó que "la forma de trabajar del GEO
está en la misma dinámica de siempre, con entrenamiento y
anticipándonos a las tácticas y técnicas de los grupos terroristas".
"No hay nada específico a lo que ceñirnos con arreglo a una
intervención de este tipo. Es una cuestión de entrenamiento", agrega.
Antonio no quiso extenderse sobre su compañero Francisco Javier, "por su familia", dijo. Sin embargo, le describió como "una persona amable, simpática, trabajadora, amigo de sus amigos". "Y nada más", zanja la pregunta.
En la base de Guadalajara hay poco más de 80 miembros del GEO, por lo que matienen una relación muy estrecha.
Los agentes se conocen muy jóvenes y, procedentes de todos puntos de
España, comparten todo durante los cursos, impartidos en la misma base
de Guadalajara y que muchos de los candidatos abandonan por su dureza.
Más tarde, terminan por desplazarse junto a sus familias cerca de la
base en una ciudad de unos 70.000 habitantes, donde prácticamente todo
el mundo se conoce.
Consultado por cómo ha sobrellevado el GEO la pérdida de Francisco Javier, la primera en su historia,
Antonio vuelve a ser conciso: "Con una persona que estás trabajando
mañana, tarde y noche durante mucho tiempo, de la noche a la mañana
perderlo, se nota que hay un vacío, pero tenemos que seguir trabajando,
porque el delincuente no para y nosotros tampoco".
Sin embargo,
ni Antonio ni ninguno de sus compañeros pensó ni por un momento en
abandonar el GEO a un destino más tranquilo. "Aquello fue un antes y un
después que nos marcó, pero los que estamos en esta unidad tenemos que
ser conscientes del riesgo que corremos", afirmó.