LA DUEÑA LA CONSERVA INTACTA
Un recorrido por la casa donde se montaron las bombas del 11-M
La dueña alquiló la casa a 'El Chino' a través
de 'El Tunecino' - Aún quedan medicinas en un cajón, comida en la
cocina y champú en el cuarto de baño -
EL MUNDO TV ha rodado en el escenario real la recreación de las horas
previas del 11-M
ANA BUENO
La cocina de la casa, tal y como la dejaron los terroristas. (Foto: Fernando Quintela)
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CHINCHÓN (MADRID).-
Carretera M.313, camino de Morata de Tajuña. Suena la Niña Pastori. 'De boca en boca va, de boca en va...',
canta en la radio. "Así, así alquilamos la casa. De boca en boca, como
dice la canción… que es como mejor funcionan estas cosas". La
propietaria de la vivienda en la que se prepararon las bombas del 11-M
recuerda cómo alquiló en diciembre de 2003 su refugio de fin de semana, una modesta casa con jardín y piscina en la que sus hijos jugaban con el buen tiempo.
Casada con el sirio Mohamed Needl Acaid, ex combatiente en los Balcanes y actualmente en prisión por colaboración con Al Qaeda en España,
prefiere guardar el anonimato tras su velo de musulmana. Tras los
atentados del 11 de marzo de 2004 fue investigada por la policía pero
nunca estuvo imputada. En su casa, 'la casa de Morata', como la
llaman los medios y hasta ella misma, y que en realidad pertenece al
término municipal de Chinchón (Madrid), se confeccionaron y activaron los explosivos. Allí encontró la policía huellas de algunos de los autores de la masacre, así como del jefe militar de Al Qaeda en Europa,
el marroquí Amer Azizi, además de detonadores de aluminio y cobre,
restos de goma 2-Eco y efectos personales de cuatro de los terroristas
que murieron en Leganés. La dueña vuelve de nuevo a este lugar
que, dice, tanto le ha hecho sufrir en el último año. En este terreno
de matorral seco y vistas de olivares, en plena Ruta de la Vega del
Tajuña, construyó su marido una muy modesta casa con salón, cocina,
baño y una habitación en una sola planta para los fines de semana y los
veranos. Por necesidades económicas en cierto momento de sus vidas
decidieron alquilarla. Pusieron un anuncio y dejaron correr el boca a
boca. Lo recuerda bien: "'El Tunecino', que trabajaba en un agencia inmobiliaria, solía traerme posibles clientes y fue a través de él como finalmente la alquilamos".
El salón de la casa. (Foto: Fernando Quintela)
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Contrato de alquiler con 'El Chino' El contrato de arrendamiento lo firmó otro de los terroristas del 11-M, Jamal Ahmidan 'El Chino',
con el nombre falso que solía utilizar entonces, Youssef Ben Salar (la
misma identificación que figura en las tres multas que le puso la
Guardia Civil cuando conducía el coche cargado con explosivos entre
Asturias y Madrid). En el contrato, con fecha de enero de 2004, se
establecía que el alquiler sería de 2.520 euros anuales y se prolongaría por un año.
"La Policía me dijo que menos mal que tenía este contrato, que si no me
podía haber metido en un lío", dice ahora la arrendadora. Esta
misma finca fue alquilada en octubre de 2002 a Mustaphá El Maymouni,
cuñado de 'El Tunecino', encarcelado en Marruecos por su implicación en
los atentados contra la Casa de España en Casablanca. Los
terroristas habitaron esta casa en el kilómetro 14 de la M-313, entre
diciembre de 2003 y marzo de 2004. De allí salieron la mañana del 11 de
marzo con las mochilas preparadas para atentar. Nada más entrar salta la evidencia: vivían sin lujos. Pero eso sí, habían ido adaptando la vivienda a sus necesidades.
Los inquilinos, asegura la dueña, terminaron de construir la chimenea
de ladrillo que utilizaban también como barbacoa. E incluso cubrieron
las paredes del salón y del dormitorio y parte del suelo con planchas
de tarima que su marido, que trabajaba en la construcción, había dejado
allí amontonadas. Colocaron también una puerta plegable para guardar la
intimidad del baño -cuando la habitaron no tenía-. Entre los productos que dejaron en la cocina y el cuarto de baño y que solían utilizar se puede ver aún hoy detergente para lavar a mano, lejía, champú, fideos, aceitunas, sartenes, una paellera, protector del sol, velas… Y
en uno de los cajones del dormitorio, un surtido para la salud:
Apiretal (medicamente antipirético de uso infantil), Miolastán
(relajante muscular) y Paracetamol. ¿Cómo es posible que un año
después la estancia esté prácticamente como la dejaron los terroristas?
La propietaria siente escalofríos cuando piensa en la posibilidad de
'tocarla'. Tan sólo han pasado por aquí, oficialmente, los
investigadores en busca de pruebas y los periodistas de EL MUNDO TV que rodaron, en este escenario real, parte de su documental 'La película del 11-M'. Ha habido otras visitas pero no autorizadas por ella.
Hace una semana denunció ante la Guardia Civil que intrusos habían
entrado en la parcela. Al menos dos agujeros en las vallas lo prueban.
Sospecha que se trata de periodistas. Tanto es así que en los últimos
días algunos medios han mostrado imágenes y escrito informaciones
relativas a los objetos que 'abandonaron' los terroristas en la casa
que realmente no son tales: en la casa aún se conserva material de
figuración y atrezzo utilizado por EL MUNDO TV para filmar su documental -botellas de Meca Cola, por ejemplo- que ha llevado a confusión a los 'visitantes'. ELMUNDO
TV rodó en el escenario real la recreación de la preparación de los
atentados para 'La película del 11-M' , el documental que se emite el
jueves y viernes en TeleMadrid y otras televisiones autonómicas. Un generador de luz, un zulo, una moto... La
casa no tiene electricidad por lo que los inquilinos solían utilizar un
generador autónomo colocado en el salón para iluminarse. Para el
abastecimiento de agua utilizaban el pozo de la finca y unos bidones
para almacenarla. Entre las reformas que hicieron los
terroristas a la casa que alquilaron se cuentan una pequeña habitación
que construyeron sobre el tejado, y un par de casetas edificadas en el
'jardín'. En una de ellas cavaron el pequeño zulo en el que la policía encontró explosivos durante el registro tras el 11-M. La
'anfitriona' se estremece al recorrer su terreno en silencio, sólo roto
por las carreras de conejos al sol. Ha vuelto a pisarlo muy pocas veces
desde marzo de 2004. "Me da pena, mucha pena, deshacerme de esto por
los buenos recuerdos que tengo pero ahora, después de lo que pasó, de
lo que se hizo aquí, no quiero saber nada. En cuanto pasen estas fechas lo pongo a la venta".
Y llora cubierta por su Hiyab paseando alrededor de la piscina, la que
ella misma cavó con pico y pala junto a su marido. Aún flotan entre los
restos de agua podrida los cubos de plástico de colores de sus hijos.
En la fachada de enfrente, la canasta con la que la familia Needl
jugaba al baloncesto. Y entre las pertenencias que dejaron allí
tras su última visita los asesinos de 191 personas, varios pares de
zapatos, una enorme estufa que utilizaban para calentar una vivienda
que, según reconoce la propietaria, es 'heladora', y una moto de marca Kawasaki.
De gran cilindrada y matrícula reciente, sigue hoy aparcada en el
exterior con los restos del precinto de la Policía. A unos metros, dos
cascos continúan tirados en el suelo y un disco del salsero peruano
Antonio Cartagena pierde color entre la maleza.
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