La esposa del sirio Mouhannad Almallah declaró el 12 de febrero de 2003 en una comisaría de Madrid que se iban a producir unos atentados en la capital, según el sumario al que ha tenido acceso EL MUNDO. Almallah se encuentra en prisión desde el pasado 18 de marzo por su relación con los atentados.
La esposa de este presunto terrorista ratificó sus palabras ante el juez el pasado 16 de marzo, ya en calidad de testigo protegido, y recordó que ya había declarado el 4 de enero de este mismo año ante la Comisaría General de Información. Según consta en su declaración judicial, su marido hablaba de cometer un atentado con un coche bomba contra las torres de Plaza de Castilla.
También señaló que durante casi un mes estuvo viviendo en el piso de Serhane Aldelmajid Faquet, El Tunecino, en diciembre de 2002. "Y es en ese mes cuando la mujer de Mustapha Maimouny advierte a su marido de que ha visto a un policía y es cuando ellos se van a vivir a un chalé", según consta en el sumario.
Maimouny es cuñado de El Tunecino. Actualmente se encuentra en prisión en Marruecos por su presunta implicación en los atentados de Casablanca.
Posteriormente, la testigo protegido, junto a su marido y su cuñado, Moutaz Almallah, (también detenido), se fue a vivir a la calle Virgen del Coro. En una ocasión, relata, vio varias cajas abiertas en la vivienda. "Había libros y vídeos sobre Bin Laden".
Su marido, según su declaración judicial, siempre le decía que en esas reuniones, que se celebraron al menos en cuatro ocasiones, hablaban de cometer un atentado. Según explicó, Mouhannad le dejó escuchar la primera reunión. No cerró la puerta. "Escuchó que hablaban de la 'yihad' y de los países que están atacando a Palestina". La primera reunión se celebró durante el Ramadán de 2002 y a ella asistió también El Tunecino; la segunda fue poco antes de que acabara el Ramadán; la tercera, 15 días después; y a la última también fue el sirio Basel Ghayoun, imputado como presunto autor material de los atentados.
Esta mujer detalló las relaciones de su marido con El Tunecino, quien asegura que siempre iba con su ordenador, y con El Chino, con el que trataba de montar un locutorio en Madrid.
Desveló que sus familiares y sus amigos, cuando se querían referir a Bin Laden, no le llamaban por su nombre, sino que le llamaban El Emir.