Para antes de las campanadas puso en antena dos clásicos del humor marca de la casa; APM, la creación originalmente radiofónica de Carles Capdevila y su equipo, y el incuestionable éxito del año de Toni Soler, Queco Novell y Manuel Lucas, Polònia, la sátira política envidia de propios y extraños, que por si alguien lo duda, evidentemente, es el lugar de donde venimos los polacos.

Con la audiencia rendida a las meteduras de pata y demás paradojas televisivas, y a los gags de los imitadores de los políticos locales e hispanos, TV3 llegó a medianoche con un as bajo la manga en forma de las más espectaculares, bellas y modernas campanadas de Fin de Año que hemos visto jamás en televisión. Los 140 metros de altura de la joya de la arquitectura barcelonesa, la torre Agbar, se convirtieron en un campanario virtual y en un espectáculo de música, luz y color de diseño. El juego de luces del edificio de Jean Nouvel y la música de Carles Santos se conjuraron en un espectáculo sobrio, original y fiel reflejo de lo que quiere ser el país y su televisión pública. Muy difícil lo van a tener los responsables de TV3 para superar este modesto hito en la historia del campaneo findeañero. Si en esos resúmenes que dan las teles del mundo del cambio de año en todos los países han de dedicar un segundo a éste, lo siento por la querida Puerta del Sol, pero este año va a salir la torre Agbar.

Y tras las uvas, un sencillo, simpático y correcto show producido por El Terrat. La fórmula no puede ser más fácil: las estrellas de la casa imitando a sus cantantes favoritos, un plató con fans chillando al más puro estilo OT (nada de rancios vestidos largos y copas de champán llenas de agua del grifo), unas gotas de humor del excelente equipo de guionistas de la productora de Buenafuente y un presentador pasado de vueltas como se merece esta noche de desfase. Y a las dos menos cuarto todos a la calle, que ya es bastante rato de sofá para la primera madrugada del año.

Filosóficamente la fórmula no puede ser más sencilla. Si has creado un star system propio en el que la audiencia se reconoce y a quien quiere y admira como si fueran de la familia (los shares lo dicen), empaquétalos a todos en una noche y llevalos a las casas en la velada televisiva más familiar de año. Por poco que hagas el invento es de lo más resultón. Ver a los de El Club haciendo de Abba, a Joel Joan y las mujeres de Porca misèria de Bonney M y, por encima de las estrellas, a Josep Cuní en el papel de Frank Sinatra (¿o fue al revés?), justifica pasarse las primeras horas del año frente a la pantalla. Poner a Lo Cartanya de presentador podía haber sido un exceso, pero estuvo comedido y en el punto de gamberro que la noche se merece. Y es que los ejercicios de autoestima siempre dan buenos resultados, aunque sean modestos.