La cobertura de las campanadas no deparó sorpresas: Ramón García y Anne Igartiburu, en TVE-1 cumplieron con sobriedad; Pablo Motos, en Cuatro, fue el que aportó más ingenio y sentido del humor; Jorge Fernández y Mónica Martínez, en Antena 3, y los protagonistas de Yo soy Bea, en Telecinco, cometieron el error lingüístico de llamar 'carrillón al 'carillón' y, Angel Martín y Patricia Conde, en La Sexta, dieron las campanadas con desenvoltura. Los especiales de Nochevieja estuvieron marcados por la música -refritos, más bien-, y hubo momentos de auténtica esquizofrenia ya que Bisbal, Amaral y Estopa, entre otros artistas aparecían casi al mismo tiempo en varias cadenas. Cómo se nota lo poco que les importa esa noche.
MADRID.- En tiempos no muy lejanos, tan clásico como el cordero, el turrón y el cava en Nochevieja era la actuación de Martes y Trece: la audiencia esperaba con verdadero interés su programa porque estaba segura de que siempre habría, al menos, un momento con el que desternillarse de risa -muchos de sus sketches forman ya parte de la memoria colectiva- y así sucedió durante varias temporadas.
En estos últimos años es otro dúo, Cruz y Raya, los que cargan con la responsabilidad de amenizar la noche a los telespectadores hasta que llega el esperado momento de las uvas. Y cumplen. Su programa del domingo, Juicio al 2006, tuvo como columna vertebral la corrupción y los escándalos inmobiliarios y estuvieron como casi siempre: irregulares. Su mejor activo, el trabajo y la ilusión que ponen, y eso lo demostraron en algunos números musicales. El resto, a mitad de camino entre lo correcto y lo vulgar y lo ramplón.
Tras Cruz y Raya llegaron Ramón García y Anne Igartiburu para llenar los 11 minutos que quedaban hasta las Campanadas: él, con su clásica capa; ella, con un ceñido vestido rojo desarrollaron con pulcritud su tarea: explicar, de nuevo, el festivo ambiente que había en la Puerta del Sol y recordar cómo es la mecánica de los cuartos para no precipitarse en la ingesta de las uvas.
Y quedaba por delante la larga primera noche de 2007, y la cadena pública había publicitado a bombo y platillo su especial Con La Primera al 2007. Para comenzar, una puntualización: Los presentadores Bertín Osborne, Mar Saura -ambos repetían- y Carlos Baute no pararon de subrayar que el programa era en directo. ¿Directo? ¿Nos van a hacer creer que toda la nómina de artistas que participaron estaban allí? ¿No sería más preciso denominarlo falso directo -grabado con antelación, pero ajustándose al tiempo de emisión - Hecha esta observación, digamos que este especial tenía los mismos vicios de esas galas veraniegas de TVE, como Murcia, ¡qué hermosa eres! o La Rioja, tierra universal. Es decir, una sucesión de actuaciones musicales sin orden ni concierto y, como es muy habitual en la cadena pública, la presencia de solistas, dúos o grupos que parece pertenecen a la nómina del ente: Rosa, Bisbal, Bustamante, Paulina Rubio, Chenoa, Rosario Mohedano, Los del Río, María Isabel, Manu Carrasco, Soraya y Luis Fonsi... Sólo Julio Iglesias y Rod Stewart parecían fichajes.
El programa, además, tenía sello de televisión vieja. Si las actuaciones musicales en vez de grabarlas ex profeso para esa noche, hubieran sido remisiones de otros espacios de corte similar, no se hubiera notado. La creatividad y el ingenio en la retransmisión, en la puesta en escena, estuvo ausente en pro de la rutina y lo convencional. Y esta dejadez narrativa y formal se agudizó con unos presentadores que en ningún momento resultaron brillantes u ocurrentes: a Bertín Osborne se le notaba desganado, a Carlos Baute nervioso y Mar Saura se excedió en risas, poner ojos de asombro y hacer hincapié en todo momento de lo guapa que es y en lo bien que se lo estaban pasando, ellos, me supongo, porque el que subscribe, aguantó por honradez profesional.
Un especial de estas características sólo es válido si en su estructura hay variedad y sorpresas. Y no las hubo. Bueno, sí, hubo dos: la actuación de un ilusionista -realmente brillante- y la de Manu, un gaditano que mostró su gracia e ingenio en un breve monólogo, allá sobre las dos de la madrugada.
Debo confesar que aguanté hasta las 04.50 horas -momento en que salió Marietta y su ballet (chicas macizas ligeras de ropa y chicos con cuerpo de gimnasio con vestuario desaliñado de firma-, gracias a que, entre actuación y actuación hacía zapping y me pasaba a La 2 para tomar oxígeno con esa obra maestra del cine que es Candilejas, de Charles Chaplin. Regresaba de nuevo a TVE-1 con la esperanza de encontrarme algo que justificara mi presencia -además de la profesional- delante de la pantalla, y todo seguía igual: música -y no de la mejor- y cargantes spots con la Saura recordándonos que si llamábamos a tal número podíamos ganar un sueldo de 30.000 euros -«cinco millones de las antiguas pesetas», recordaba ella-. ¿Por qué si TVE quiere ser generosa en una noche como esa no se limita a hacer lo que hacía hace años? Es decir, efectuar una llamada y a quién contestaba le daban la alegría y la sorpresa de la noche. Ahora, no regala, intercambia: da dinero pero amortizado por el coste de la llamada.
La televisión ya no es lo que era. Además de haber aplicado el ERE (Expediente de Regulación de Empleo) deberían poner en macha un ERI (Expediente de Regulación de Inteligencia -o Ingenio-).
