JAVIER MEMBA
MADRID.-
Cuando se tiene más pasado que futuro -como es el caso de los que tanto quisimos a Locomotoro, Valentina y el Capitán Tan, los que estamos ya frisando, como TVE, el medio siglo- gustan más los recuerdos que las celebraciones. Mejor la evocación que la fiesta mundana.
Pocos recuerdos puede haber en La Sexta con su menos de un año de existencia. Pero tampoco hubo celebración propiamente dicha. A decir verdad, la principal propuesta de la aún recién nacida -Sé lo que hicisteis el último año- consistió en un cínico repaso a los momentos más alucinantes de 12 meses de una televisión en la que, no pocos de los principales protagonistas de la crónica social, han pasado de mentarle la madre a los cronistas en aeropuertos a ser presuntos confinados en prisión.
Lo del cinismo ha de entenderse como un elogio, como algo mucho más digno que la hipocresía de los deseos de paz universal, amor fraterno, redención de los pobres y todas esas frases tan romas y caducas como inherentes al canon buenrollista. De hecho, una de las cosas que vengo aquí a aplaudir, es lo irónicamente que Patricia Conde, Pilar Rubio, Miguel Nadal y Angel Martín se refirieron, en alguna que otra ocasión -los besos para determinados colectivos, por ejemplo-, a esos píos deseos habituales al comienzo del año.
En apariencia, la simpatía que irradia Patricia Conde es sincera. Respecto a lo que no cabe ninguna duda es sobre el poderoso magnetismo de su personaje -si es que lo es- de falsa ingenua. Rememorando mi ya dilatada experiencia como telespectador, hay algo en ella que me ha recordado a Lucille Ball, cuyo show, en aquella incipiente TVE de los años 60, fue una de las innumerables delicias de mi infancia.
Pero Sé lo que hicisteis el último año no fue, en modo alguno, un programa ingenuo. Antes bien, fue cortante como el acero de esa navaja que Patricia sacó al hilo de un comentario sobre los despropósitos de las falsas acusaciones que, entre las menciones a las madres y los ofrecimientos de gresca, se lanzan tantos protagonistas de la crónica social. «Chica que le gustan las navajas», la llamó entonces Angel Martín.
Aplaudo también esa desmitificación de las Campanadas, retransmitidas desde la puerta del estudio. En sobreimpresión, los dos círculos de la Master Card se iban comiendo el número que las representaba para acabar con una leyenda alusiva a los eslóganes de la tarjeta: «Dar el primer beso del año con la boca llena no tiene precio». Sabido es que estas fiestas son una exaltación del consumo. Nada más coherente que esta publicidad. Otra cosa es lo de El empleado del año. Sobre arremeter contra los fallos involuntarios de los demás, aunque tenga gracia, habría mucho que decir.
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