JAVIER MEMBA
MADRID.-
Afortunadamente, los Chiripitifláuticos y la familia Telerín fueron dos de las primeras referencias de nuestra mitología personal. Pero languidecen en el mismo limbo que el ratoncito Pérez, las pastillas de leche de burra y la pluma de la primera comunión. Al día de hoy, los que fuimos felices cuando a Locomotoro se le movían los mofletes estamos mucho más cerca del axioma de House -«Todo el mundo miente»- que de aquel Viva la gente, canción que los editores de 12 campanazos del 2006 pusieron de fondo musical a su repaso a la huelga de los empleados del aeropuerto de Barcelona.
Si se me permite la evocación de Borges, este especial de Cuatro fue una suerte de Historia universal de la infamia en el pasado año. Llevado a cabo por la Unidad de Visionado Especial (UVE), en él se recordaron mentiras falsas alarmas, desilusiones... «Desengaños», fueron a llamarles los impulsores del programa, del pasado año. Ante este planteamiento, en la relación tuvo cabida la tomadura de pelo de los Stones, de cuya simpatía por el Diablo no queda ni el recuerdo. Para ser una leyenda del rock hay que morir -o retirarse temprano- y no seguir en la carretera para pagar los divorcios cuando ya no se tiene edad para ello. Así que la suspensión de sus conciertos españoles no podía faltar en el repaso de Xavier Deltell y Pere Aznar, quienes contaron con dos nuevas incorporaciones: Berta Collado y Luis Cao.
Entre todos, y entre filmaciones y preguntas al respetable, dieron a conocer a la audiencia las cualidades que hicieron a los elegidos dignos de serlo. Además de la inexistente gira española de los Rolling Stones, el equipo de UVE fue a parodiar con tino a los falsos grandes de ciclismo quienes, después de ser tratados gratuitamente de héroes -héroes son los valientes, no los campeones- su afición a determinadas sustancias les acerca mucho más al mundo de la toxicomanía que al de la salubridad del deporte.
Entre todo este festival de desengaños, yo destacaría algo que no lo fue en modo alguno. Me refiero al célebre spot de Amo a Laura, con esas chicas cursis y vaporosas, a mitad de camino entre la estética de los Carpenters y la de David Hamilton. Sin duda alguna fue uno de los grandes hallazgos publicitarios del año que se nos ha ido. La espera del devoto amante de Laura se me antoja tan simple como los píos deseos del comienzo del año. Afortunadamente, de un tiempo a esta parte, todas las televisiones tienen a desacralizarlas. El día 1, a las cuatro de la madrugada, a excepción de La Primera, todas estaban con su emisiones habituales: teletiendas, extraños concursos, pornografía...
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