Le llamaban coach Hamilton y en 1935 se hizo famoso por publicar una predicción acerca de los límites absolutos del ser humano en las pruebas de atletismo. Este respetado entrenador de la Universidad de California pronosticó, por ejemplo, que el tope máximo en salto de altura se situaría algún día en 2,11 metros y que este techo jamás sería superado, como tampoco el muro de los cuatro minutos en la milla.
Hoy en día, el ser humano ya ha sido capaz de saltar 2,45 metros en altura y de correr la milla en 3:43.13. Además, el ucraniano Sergey Bubka dejó hace años el tope mundial del salto con pértiga en 6,15 metros.
La realidad es que las marcas en especialidades como atletismo, natación y halterofilia, los tres deportes que mejor pueden medir el rendimiento físico absoluto del ser humano, han progresado en las últimas décadas hasta niveles difíciles de imaginar. El desarrollo en las técnicas de entrenamiento, unido a los avances en nutrición, fisioterapia y detección de talentos se ha visto reflejado la progresión de los récords.
El último en atreverse con el futuro ha sido John Einmahl. Este matemático de la Universidad alemana de Tilberg acaba de hacer pública una previsión basada en lo que los estadísticos llaman teoría de extremos, una herramienta que se aplica también con frecuencia para estimaciones de tendencias de bolsa, seguros de vida y proyecciones de incremento de precios.
El estudio de Einmahl se circunscribe sólo a 14 de las 48 disciplinas. Sus cálculos parecen haberse quedado muy cortos en algunas pruebas como el maratón masculino (aventura que el límite absoluto del ser humano cifra en rebajar tan sólo 49 segundos a los actuales 2:04.55 del keniano Paul Tergat) y sin embargo han establecido una bonita cifra para el récord mundial de velocidad. Según el matemático holandés, existe un límite infranqueable para el récord mundial de los 100 metros lisos: 9.29 segundos.
La tecnología.
Las marcas en atletismo no habrían evolucionado igual si no fuera por la llegada de las pistas de material sintético (que aparecieron en los años 60), los tacos de salida (que reemplazaron a los míticos hoyos de los años 20), las superior ligereza de las zapatillas, pértigas de fibra de vidrio y de carbono, colchonetas de caída, máquinas de pesas, entrenamientos diseñados y analizados por ordenador...
Por desgracia, la utilización de sustancias prohibidas también ha contribuido de forma notable, en especial debido al dopaje sanguíneo en especialidades de resistencia y a los esteroides en esfuerzos explosivos y de corta duración.
El jamaicano Asafa Powell detuvo el cronómetro exactamente en 9,7629 segundos en la localidad inglesa de Gateshead el pasado 11 de junio. Es joven, su evolución parece natural y todo indica que puede acercar mucho el récord del mundo a la barrera de los 9.70. Este verano, los Mundiales de Osaka huelen a récord.
La retirada de Ian Thorpe deja a Michael Phelps como la referencia máxima de la natación. El de Baltimore sigue logrando cronos en la especialidades de estilos y mariposa que le auguran varios años de superación de los límites del ser humano. La cita del próximo marzo en los Mundiales de Melbourne va a ser decisiva.
Los traumatólogos y los especialistas en Biomecánica centran siempre su argumentación (generalmente conservadora) en la limitación de las estructuras que dan soporte a la unión músculo-hueso (los tendones) y a las articulaciones (los ligamentos). En 1982 se habló con frecuencia de un monstruoso salto de longitud protagonizado en Indianápolis por Carl Lewis. Al parecer, había pisado la plastilina por milímetros (hubo testigos que negaron que hubiera sido nulo) y no se llevó a cabo la medición. Muchos de los periodistas cercanos al foso en aquella competición aseguran que fue un salto de 9,15 metros (20 centímetros por encima del que figura todavía como récord mundial).
Cuando se divulgó la noticia, que hubiera supuesto superar la mítica barrera de los 30 pies en el mundo anglosajón, Gideon Ariel, uno de los mayores expertos en Biomecánica a nivel mundial, manifestó su escepticismo. «Un salto de esa magnitud es imposible. El fémur estallaría en pedazos y todos los ligamentos de la rodilla se romperían. El organismo no puede con la presión que se debe generar para alcanzar saltos por encima de los nueve metros». Sin embargo, la progresión física del ser humano siempre deja en ridículo a los escépticos. El año que acaba de entrar nos reserva hazañas impensables y records que nadie espera. Altius, citius, fortius, que decían los romanos.