ROSA MENESES
El año 2006 certificó la bajada a los infiernos de Irak. El país está sumido en una guerra civil que nadie se atreve a admitir abiertamente y que se disfraza bajo el eufemismo violencia sectaria.Lo que vemos en Irak es una lucha desatada por el poder. El Estado iraquí es muy débil y el país carece de verdaderos líderes políticos capaces de aglutinar a la población en torno a una idea de Estado.
El año que acaba de expirar ha sido testigo de un hecho histórico: el juicio al dictador Sadam Husein. Sin embargo, la falta de garantías y la escasa independencia de la Corte han mermado la importancia del proceso judicial. Finalmente, Sadam fue condenado a la pena capital. Pero, lejos de que su muerte sirva para exorcizar los fantasmas de 30 años de terror, el juicio a Sadam y su sentencia de muerte -que quizá veamos cumplida en este 2007- no sentarán las bases de un nuevo Estado.
Por su parte, Estados Unidos se replantea su estrategia militar y política en Irak. Los primeros soldados estadounidenses y británicos comenzarán a retirarse. Tras el informe Baker-Hamilton, en que se planteó al presidente de EEUU una estrategia de salida escalonada, la Casa Blanca sólo puede ya admitir su fracaso y preparar su retirada.
Mientras, la población vive bajo niveles de vida miserables; la economía no existe. Irak mira de frente su quinto año de conflicto y los iraquíes que tenían la esperanza de vivir mejor sin Sadam añoran ahora los tiempos en que, al menos, podían dejar ir a sus hijas al colegio sin temer por su seguridad. Mientras se ahonda en el caos, el colapso total del Gobierno o una catástrofe humanitaria son cada vez más probables.
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