CARMEN LLORENTE
Después de cuatro años de alzas, en los que la Bolsa española se ha revalorizado un 135% y de un glorioso 2006, en el que se han recuperado los niveles perdidos en el estallido de la burbuja tecnológica y el Ibex se ha aupado por encima de los 14.000 puntos -nivel histórico e impensable incluso para los más optimistas-, los analistas prefieren ver 2007 con ciertas dosis de cautela.
Cómo superar un año de máximos históricos como 2006, con récords de rentabilidad, negociación, capitalización, salidas de compañías a Bolsa, y operaciones corporativas. ¡Difícil tarea! Cierto es que, pese a la descomunal escalada, la renta variable sigue contando con un aliado de oro: la extremada liquidez que invade a los mercados financieros. Hay mucho dinero en busca de rentabilidad y el mercado de acciones sigue siendo la mejor alternativa de inversión, ya que la renta fija, pese a los últimos repuntes de los tipos de interés, sigue ofreciendo escasos rendimientos y la inversión inmobiliaria lleva dando meses claras señales de saturación. De hecho, parte de la subida experimentada por la Bolsa española a lo largo de 2006 ha estado impulsada por el desembarco de grandes capitales procedentes de las suculentas inversiones realizadas en los últimos años en el sector del ladrillo, un proceso que, sin duda, proseguirá en 2007.
Las perspectivas macroeconómicas también juegan a favor de la Bolsa. El consenso de analistas estima que el PIB español crecerá en el entorno del 3% el próximo año, mientras que el beneficio de las empresas volverá a incrementarse en más de dos dígitos.
Pero no todo son luces, en el escenario bursátil de 2007 también aparecen algunas alargadas sombras. Todo apunta a que el Banco Central Europeo (BCE) seguirá encareciendo el precio oficial del dinero este año, hasta situar los tipos de interés en niveles del 4%. No hay que olvidarse del petróleo. Son numerosos los analistas que creen que la preciada materia prima volverá a protagonizar este año importantes rally alcistas, que desatarán incertidumbre y miedo en la renta variable. Y no hay que olvidarse de la gran burbuja inmobiliaria española. Recemos para que ésta no estalle de golpe.
|