En su comparecencia tras el atentado, el líder de Batasuna se esforzaba por transmitir que la irrupción de ETA no suponía una ruptura del proceso de negociación, y que éste era ahora «más necesario que nunca».

Sin embargo, eludía lo que se le estaba exigiendo desde las fuerzas políticas con las que pretende sentarse en la mesa de partidos: la condena explícita del atentado como demostración inequívoca de su apuesta clara por las vías políticas.

Las bombas de ETA han llevado al fracaso a una estrategia en la que Otegi ha jugado el protagonismo principal. Él ha sido el que ha llevado el peso de las negociaciones con el interlocutor socialista. Jesús Eguiguren. Él fue también el que se dirigió por carta al presidente para proponerle un acuerdo «no independentista» que fuera compatible con la negociación paralela con ETA. y el encargado de transmitir a los partidos y a la opinión pública un mensaje proclive al acuerdo multipartito, que poco a poco se vio obligado a endurecer en la medida en que se imponían en Batasuna las tesis del sector más duro.

Así las cosas, con el 'proceso de paz' en «suspenso» por parte del Gobierno central tras la irrupción de ETA, Batasuna y Otegi pueden perder el protagonismo que han tenido durante los nueve meses de tregua, convertidos en interlocutores esenciales en el proceso.

En un intento de recuperar las riendas de la estrategia que puso en marcha en Anoeta, Otegi anunciaba el sábado la presentación de nuevas iniciativas en las próximas semanas para solucionar el 'conflicto', pero le respondía Iñigo Urkullu desde el PNV : «Que se olviden de venirnos en los próximos días con nuevas iniciativas, si no es que previamente hay un desmarque absoluto de la práctica de la violencia».

El atentado de ETA complica además la posibilidad de que Batasuna encuentre una fórmula para presentarse a las elecciones municipales y forales. Y poder contar con presencia en las instituciones es fundamental para que las bases de Batasuna entiendan que la apuesta realizada en Anoeta ha dado frutos. La reaparición de ETA hace ya impensable una derogación de la Ley de Partidos, y un cambio de nombre de la formación, otra de las opciones que se había barajado, podría no ser suficiente para eludir la acción de la Justicia.

Suspendidas las negociaciones con el PSE, abortados los contactos entre ETA y el Gobierno, Otegi ha perdido gran parte de su credibilidad entre su 'parroquia' y casi toda en la sociedad vasca. Ahora, su horizonte vital depende de la decisión que adopte el Supremo el próximo mes de febrero y que puede devolverle a la fría realidad de la cárcel.