Martes, 2 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6225.
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Miles de simpatizantes acuden a la tumba de Sadam Husein
Los seguidores del dictador iraquí protagonizan manifestaciones en su ciudad natal, donde fue enterrado, y en otros países árabes
JAVIER ESPINOSA. Enviado Especial

BAGDAD.- El depuesto dictador iraquí Sadam Husein fue finalmente enterrado el domingo en su villa natal de Awja, donde nació hace 69 años, después de que el propio presidente de EEUU, George W. Bush, intercediera para que las autoridades iraquíes entregaran el cadáver a su clan, según informó Abdala Husein, vicegobernador de Salahadin, la provincia donde nació el difunto.

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Varios portavoces del Ejecutivo iraquí habían manifestado su intención de apropiarse del cadáver y no entregarlo a su familia, para enterrarlo en un lugar secreto como el propio partido Baaz, al que pertencía Sadam, hizo con el ex presidente iraquí Abdel Karim Kasem.

Sin embargo, Hamad Hamud Shagti, gobernador de la provincia de Salahadin, reconoció que tanto él como el jefe del clan, al que pertenecía el antiguo autócrata, el jeque Ali Nidaui, mantuvieron, durante la madrugada del domingo, una larga negociación en Bagdad con representantes de EEUU que cambió la determinación oficial.

Las imágenes que difundió la TV iraquí permiten apreciar cómo soldados estadounidenses escoltan el féretro, que es transferido a una furgoneta, después de que fuera trasladado en helicóptero hasta una base militar de Tikrit, la capital de Salahadin.

El cuerpo llegó a Awja -a 130 kilómetros al norte de Bagdad- en torno a las 4.00 horas locales. Allí recibió el homenaje de cientos de lugareños que se arremolinaron en torno al ejecutado, cuyos restos fueron cubiertos con una bandera iraquí y colocados en una estancia dedicada a ceremonias fúnebres. En el mismo recinto instalaron una silla con el retrato de Sadam, mucho más joven y sonriente, que portaba uno de sus tradicionales sombreros.

Los nativos de Awja le enterraron antes de que amaneciera en ese terreno, ubicado muy cerca de donde se encuentran las tumbas de sus dos hijos, Uday y Qusai, que murieron en una violenta confrontación con las tropas de ocupación norteamericanas en Mosul en julio de 2003. «Las fuerzas de EEUU ordenaron que se le enterrara rápidamente», denunció su primo Hamid Sulaiman Al Majid.

Mientras, en Irak y otros países árabes comenzaron a multiplicarse las manifestaciones de sus seguidores, incluida su hija Raghad, que acudió en persona a la marcha que se registró en la capital de Jordania, Amán, donde reside exiliada. «Gracias por vuestra solidaridad con el mártir», señaló Raghad, que apareció vestida de riguroso luto. La hija mayor de Sadam pretendía que éste fuera sepultado en Yemen hasta que concluyera la «ocupación» norteamericana de su país.

Varios miles de simpatizantes del difunto se congregaron asimismo en la propia Awja y también en Al Dur, no lejos de allí. Fue en torno a este último poblado donde Sadam fue capturado en su escondrijo subterráneo el 13 de diciembre del 2003. «¡Sadam no está muerto! ¡Vive en nuestros corazones!», clamaron los presentes, según informó France Presse.

Los responsables de la tribu del antiguo autócrata han erigido en Tikrit decenas de tiendas donde reciben a los visitantes que quieren rendir un tributo a Sadam.

«Condeno la forma en la que fue ejecutado y la considero un crimen», precisó Salam Hasan al Naseri, quien asistió al sepelio. «La senda del nacionalismo árabe tiene que estar asfaltada con sangre. Dios decidió que Sadam tuviera este fin, pero el camino que eligió no ha concluido», le secundó Mohamed Natiq.

Tras el controvertido ajusticiamiento, la violencia pareció amainar durante la jornada en el país, aunque quizás porque la mayoría de la población se centró en celebrar la Fiesta del Sacrificio. Casi ningún analista prevé que la desaparición de Sadam suponga un cambio apreciable en la guerra que se registra en el país y, por si faltara algún indicio para confirmarlo, el Ejército Islámico, uno de los grupos armados suníes más activos, hizo un llamamiento para redoblar los esfuerzos en la que consideró «la batalla decisiva por Bagdad».

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