La grabación recogida por un teléfono móvil se vendía ayer a 500 dinares (unos 30 céntimos de euro) en cualquier de los pequeños negocios especializados de Ciudad Sadr, el barrio chií de Bagdad donde residen cerca de 2,5 millones de chiíes.
Mahmud Alí, de 21 años, fue uno de los que se agenció una copia pirata del estremecedor vídeo. «Es historia. Así terminan los asesinos», comentaba. Así, convertido en motivo de mercadeo, el ajusticiamiento de Sadam amenaza con desatar una sonora polémica en Irak ahondando las ya críticas diferencias sectarias, después de que internet difundiera imágenes inéditas de su ahorcamiento.
El vídeo, de escasa calidad y dos minutos 38 segundos de duración, permite apreciar cómo la ejecución, lejos de discurrir de la manera ordenada que pretendió ofrecer la televisión pública, se desarrolla entre insultos y cánticos de los verdugos en contra de Sadam.
Justo cuando los tres encapuchados le colocan la soga, los presentes comienzan a gritar el típico cántico que motiva a las milicias chiíes de Muqtada al Sadr, cuyo nombre terminan coreando los embozados.
En un sorprendente gesto para una persona que va a perder la vida en segundos, Sadam se permite un gesto de ironía coreando también con sarcasmo el nombre de Al Sadr. Entonces uno de los carceleros le grita: «¡Vete al infierno!», a lo que el autócrata le responde también con sarcasmo: «¿Al infierno que es Irak?»
El desconcierto es tal que hasta el juez que presencia la aplicación de la sentencia máxima increpa a los presentes. «Por favor, este hombre va a ser ejecutado», se le escucha decir. «¿A esto le llamáis hombría?», inquiere todavía Sadam. En los últimos segundos, antes de que se abra la trampilla del cadalso, Sadam pronuncia la oración -denominada Shahada- que los musulmanes recitan antes de morir: «No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta».
Después se escucha el ruido de la maquinaria y un nuevo grito. «¡El tirano ha caído!». De inmediato la grabación ofrece unas tétricas imágenes de Sadam con el cuello deformado y colgado de la soga. «¡Dejad que cuelgue durante ocho minutos! ¡Que nadie le baje!», clama una enésima voz. «¡Atrás, atrás!», vocifera otro, intentando contener a los asistentes que se abalanzan sobre el cadáver.
Indignación suní
El caótico evento, más propio de una ejecución tribal que de una sentencia del supuesto país democrático que han establecido las tropas de ocupación estadounidenes, ha desatado una oleada de indignación entre la minoría suní iraquí. Para el comité de defensa de Sadam, cuyos miembros residen en su mayoría en Jordania, lo ocurrido les ha llevado a «denunciar el clima de odio y venganza política que ha rodeado la ejecución».
Incluso partidarios de que el depuesto dictador Sadam Husein fuera ahorcado, como es el caso de la diputada Zafia Al Suhayl, de la Lista Nacional Iraquí, exigieron de inmediato una investigación.
«Apoyo la justicia de la sentencia de muerte, pero pido que se investiguen esos gritos que semejan ser de naturaleza política y no en línea con lo que se supone es un tribunal neutral», dijo la parlamentaria. El padre de Suhayl, el jeque Taleb al Suhayl, fue asesinado por los acólitos de Sadan en el Líbano en 1994.