RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
El umbral simbólico de 2007 ha despejado parcialmente las dudas que rodean a las presidenciales francesas (22 de abril). Es verdad que Nicolas Sarkozy se ha erigido en el único candidato de su partido (UMP) al Elíseo y que se perfila como el líder mesiánico de las fuerzas conservadoras, pero el mensaje de Chirac al pueblo francés, con ocasión del 31 de diciembre, puso de manifiesto que el jefe del Estado es un maestro de la ambigüedad. No dijo que vaya a presentarse. Tampoco descartó hacerlo. Prefirió explicar a los compatriotas que aspira a jugar un papel «plenamente comprometido» en el debate político de la primavera.
El mensaje televisado del presidente trascendió unas horas después de haber finalizado el plazo de inscripción de candidaturas en el seno de la UMP. La ministra de Defensa, Michelle Alliot-Marie, había sugerido la posibilidad de presentarse como contrafigura de Ségolène Royal, pero el poder de Sarkozy no ha dejado opción a los movimientos alternativos. Será porque el ministro de Interior maneja el partido al estilo del viejo autoritarismo aznarista. O será porque la ausencia de un debate interno en el centro derecha redunda en la sensación de que Sarko representa una candidatura sin fisuras. La prueba está en que el propio presidente de la UMP ha conseguido granjearse el apoyo explícito de algunos ilustres chiraquianos o chiraquistas. Empezando por el ministro de Exteriores, Douste Blazy, cuyas declaraciones entusiastas a favor de Sarkozy -«no hay un candidato mejor»- presentan el aspecto de una plegaria a cuenta de las futuras designaciones que se dibujan tras la primavera de 2007.
De momento, Sarkozy tiene pendiente someterse a la ceremonia de investidura. Sucederá el 14 de enero en presencia de unas 50.000 personas, naturalmente para inquietar la euforia del segolenismo y para demostrar que el aspirante al Elíseo representa la fórmula de la «ruptura tranquila».
El eslogan sarkozyano es un ejercicio especulativo. Quiere decirse que la elección del sustantivo y del adjetivo preserva la paradoja implícita en el expediente de un político que lleva cinco años consecutivos gobernando y que a la vez quiere desvincularse de sus propios colegas.
Ninguno tan peligroso como Chirac. El presidente francés puede proclamar su candidatura fuera de la UMP en los próximos meses o puede arropar la baza de Michelle Alliot-Marie en caso de que la ministra de Defensa decidiera comparecer a los comicios desde una plataforma política distinta. Cualquiera de las opciones parece lejos de la lógica, pero la alusión de a un papel «plenamente comprometido» en los comicios insinúa que va a ponerle las cosas difíciles a Sarkozy.
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