Martes, 2 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6225.
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 OPINION
CANELA FINA
Ley de la revancha histérica
LUIS MARIA ANSON

Yo estuve sentado en el banquillo frente al Tribunal de Orden Público de Franco, acusado de injurias al jefe del Estado por una reseña bibliográfica en ABC, septiembre de 1962, del libro de Salmador, Juan Antonio Ansaldo, caballero de la lealtad. El fiscal pidió, gentilmente para mí, seis años de cárcel. Andrés Travesí, jefe de redacción de ABC, testificó eficazmente a mi favor. José Antonio Novais asistió al juicio y lo difundió en Le Monde. El abogado Martín Calderín me defendió con brillantez. El Tribunal me condenó pero sólo por faltas. Adolfo Suárez, al que apenas conocía, se presentó en mi casa, en un acto de gran valor en aquella época, para ofrecerme su apoyo ante la tropelía. No olvidaré nunca el gesto.

El 21 de julio de 1966 publiqué mi artículo La monarquía de todos. Franco lo leyó en el retrete y montó en cólera. Fraga, su ministro de Información, ordenó, ante el cabreo de su caudillo, el secuestro del periódico. La policía en las ciudades, la guardia civil en los pueblos, recogieron ABC que le fue arrebatado, incluso, a los ciudadanos en los transportes públicos madrileños. Franco escribió ese día que yo era «el mayor enemigo del régimen» (Franco Salgado-Araujo: Mis conversaciones con Franco, pág. 478). En lugar de un proceso jurídico preocupante, la dictadura decidió expulsarme de España. Pasé un año exiliado en Hong Kong.

Enero de 1958. El Gobierno prohíbe la revista cultural Círculo que yo dirigía, por publicar la adhesión de los carlistas a Don Juan. Se ordenó a la censura tachar mi firma en cualquier publicación durante un año.

En 1960 se organizó una cena multitudinaria en el hotel Fénix de Madrid, con motivo del Premio Luca de Tena que me habían concedido. Pronuncié un discurso propio de mi edad y envié a Franco a Yuste. El director general de Prensa, el 'filósofo' Adolfo Muñoz Alonso, prohibió, otra vez, mi firma durante un año y me impuso 60.000 pesetas de multa, cantidad altísima para la época que recaudó Joaquín Satrústegui por suscripción.

Octubre de 1975. Frente a la prohibición del Ministerio de Información, mandé publicar en la revista Blanco y Negro, que dirigía, el reportaje realizado por Jesús Picatoste y su equipo sobre las ejecuciones del 27 de septiembre. La Dirección General de Prensa ordenó el secuestro de la revista. Llevado a los tribunales, sujeto a la reciente ley antiterrorista, la muerte de Franco permitió el sobreseimiento del caso.

Cinco historias personales entre otras muchas que podría contar y que Miguel Angel Aguilar recuerda siempre. Desde ellas, afirmo ahora que me parece una torpeza la Ley de la Memoria Histórica. En 1976/78, vencedores y vencidos de la guerra civil, en la que los dos bandos cometieron atrocidades, acordaron pasar página, mirar hacia el futuro, establecer la democracia pluralista en una Monarquía de todos y resolver las cuestiones de Estado por acuerdo entre las dos grandes fuerzas políticas resultantes de las elecciones de 1977. En eso consistió el espíritu de la Transición.

Zapatero ha entrado a caballo y a galope tendido en la cristalería y ha roto el consenso con el Partido Popular, que Felipe González supo mantener siempre. Se ha inventado un Estatuto de Cataluña que en el verano de 2005 no interesaba ni al 5% de los catalanes. Ha resucitado a una Eta que Aznar dejó moribunda e inoperante. No mataba porque no podía. Y ha puesto ahora en marcha una ley que no interesa ni al uno por mil de los ciudadanos. Es una ley de revancha histérica que está abriendo viejas cicatrices del pasado cainita de España. Una ligereza política, propia de la insensatez y las ocurrencias de un gobernante sin poso ni peso. Dejemos, en fin, la memoria histórica para los historiadores que llevan escribiendo sobre la guerra civil, sobre la represión franquista, sobre el dictador y su régimen, con entera libertad desde hace muchos años. En ellos, en la verdad de los hechos, se encuentra la auténtica reparación y la justicia histórica. El tiempo pone a cada uno en su sitio. Al desastre de la II República y a la dictadura asfixiante de Franco.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.

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