Martes, 2 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6225.
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Impresiones
Las incógnitas ante la entrada de Rumanía y Bulgaria en la UE

La incorporación de Rumanía y Bulgaria eleva ya a 27 el número de Estados de la Unión Europea. Si hasta ahora ha sido difícil armonizar los intereses de los 25, el incremento de dos nuevos países promete complicar aún más las cosas. Angela Merkel, en el inicio de la Presidencia alemana, ya advirtió ayer que la UE necesita, para empezar, una Constitución «si quiere conservar su capacidad de acción», lastrada entre otras cosas por la burocracia o esa doble velocidad que representa la Eurozona, que suma con la inclusión de Eslovenia su decimotercer miembro. Pero el proceso de entrada de nuevos países en la UE aún no ha terminado. Macedonia, Croacia o Turquía, entre otros, también llaman a las puertas, sin que se haya definido un límite claro a la ampliación. La incorporación de Rumanía y Bulgaria, al margen de la lectura positiva de que logra reunificar el Oeste de Europa con la Europa ex comunista, tendrá repercusiones inmediatas en el resto de la Unión aún difíciles de calibrar. Existe el temor a que miles de ciudadanos de ambos países emigren a otros Estados socios, lo que ha llevado a que se mantenga en algunos una moratoria a su libre circulación. Es el caso de España, que ha establecido un plazo de dos años. Para calibrar la magnitud del problema, baste decir que unos 700.000 rumanos están empadronados en nuestro país, y se cifra en 400.000 los que viven sin permiso de residencia. No es casualidad que el primer madrileño nacido en 2007 sea una niña de madre rumana. Se da la paradoja de que el Gobierno no tiene ningún plan para regularizar a los ilegales, pese a que son ya ciudadanos de pleno derecho de la UE. Eso sí, los que estén empadronados podrán votar en las elecciones de mayo. Lo que parece claro es que la respuesta de los gobiernos -desbordados como el español-, va muy por detrás de la realidad de una Europa desigual y migratoriamente convulsa.

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