Le cuesta hacerse comprender, pero sólo hay que ponerle interés, justo lo que él no recibe de la vida. Salvo el amor de su familia, especialmente sus papás, Jorge Muñoz no tiene motivos para darle las gracias a nada ni a nadie. Una neumonía le destrozó los oídos cuando tenía dos años y ahí su vagón descarriló. El mundo se quedó en silencio para él. Hoy, además, vive a oscuras y atraviesa como puede un túnel tal vez hacia ninguna parte.
.Jorge Muñoz aprendió pronto a esquivar los golpes de la vida, y a él empezaron a lanzárselos siendo un bebé. Luego llegaron dos hermanos más, Miguel y Jesús, y comprendió que los distintos eran los demás.
Pero entre los sordos, Jorge ha recibido un golpe más bajo, ya que está encuadrado en el reducidísimo grupo de los llamados oralistas. No es sordomudo y por lo tanto no ha crecido hablando con las manos, como la inmensa mayoría. Su mundo es aún más silencioso porque los otros se entienden con las manos.
Él prefirió utilizar sus manos para otras cosas: el boxeo y la delineación, por este orden. Desde muy jovencito, en cuanto le vieron la manera en que se defendía de los niños normales alguien le dijo que podría servir para el boxeo. No se lo pensó dos veces y siendo un adolescente comenzó a tomar sus primeras clases. No tenía ni idea de la pelea que en ese momento acababa de comenzar.
Pero se trata de un chico con cuerpo y alma duros como el granito. «¿Esperanza? Me suena esa palabra, pero entiendo muy bien lo que significa», afirma con un simpleza que deja helado. En los últimos años se ha visto cientos de veces la multioscarizada película Million Dollar Baby, en la que una joven consigue superar todas las barreras (físicas, económicas, sexistas...).
Todos los preparadores que ha tenido han reconocido que se trata de un deportista con unas cualidades extraordinarias. Con sus 185 centímetros de estatura y sus 84 kilos de peso, su apariencia es la de un atleta fantástico. ¿Pero por qué no se le permite boxear? ¿Cómo es posible que la Federación Española de Boxeo y el Consejo Superior de Deportes le estén cerrando las puertas?
Según el reglamento actual, para poder competir sobre un cuadrilátero el púgil debe estar capacitado para escuchar la campana que marca el arranque y el final de los asaltos. Efectivamente, Jorge no puede escuchar la campana, pero tampoco pueden hacerlo otros en el resto del mundo y sí boxean. No hay problema ni barreras, por ejemplo, para el estadounidense Dallas Vargas, que se está hinchando a ganar peleas y aspira al cinturón mundial de su peso. Vargas no puede escuchar la campana, incluso no oye las indicaciones de los árbitros, pero éstos le marcan el comienzo y el final de los asaltos con un ligero toque en el hombro. Al fin y al cabo se trata de deportistas y de deporte.
La Federación y el CSD parecen estar cebándose con Jorge, a cuento de la batalla que él comenzó en su momento y que ambas partes han tensado. Parece sencillo comprender la dificultad que tienen los responsables de esos dos organismos en entender que el nivel de las quejas de Jorge es tan exagerado a causa del mundo silencioso y oscuro en el que vive y que su sensación de impotencia se multiplica por mucho.
Regalo.
«Yo no quiero ningún regalo. Sé que soy muy bueno en el boxeo y que puedo llegar a ser el mejor en mi peso. Lo dicen todos mis entrenadores. Por sordo no pueden dejarme fuera del cuadrilátero porque eso tiene una solución tan sencilla como ese ligero cambio en la reglamentación», afirma. «Por loco, si es lo que pretenden, tampoco, porque tengo claro que yo no quiero acabar como Maggie [la protagonista de Million Dollar Baby, que sufre una tetraplegia tras un golpe a traición]. Si me dejan boxear y pierdo dos peleas, lo dejo y ya está. No soy un idiota aunque algunos lo pretendan».
Jorge Muñoz perdió el oído a los dos años, pero no la fe. Se mira las manos y quiere ver el futuro. De una forma u otra sabe que vivirá de ellas. Cuando llegue la primavera, si no le han dejado boxear, volverá a abrir las ventanas de su habitación para que el viento seque la pintura de sus lienzos. Es su segunda gran pasión, No quiere que nadie sienta lástima por él, no la desea. Y seguirá peleando por una reacción de las autoridades para demostrarles a todos que tiene razón, que no pasa porque la campana sea muda para él. Y sueña con levantar los brazos sobre un ring y, entonces sí, oír los aplausos.
LO DICHO Y HECHO
«Si pierdo dos peleas seguidas lo dejo porque no soy un idiota y mucho menos un loco»
1978: Nace en Madrid. 1980: Una neumonía le revienta los oídos cuando apenas contaba con dos años de vida. 1984: Comienza a sufrir acoso escolar y aprende a defenderse. 1989: Abandona el colegio y realiza cursos de formación profesional. La delineación es lo suyo. 1991: Comienza a interesarse por el boxeo y empieza a entrenarse. 2000: Se inicia la carrera de prohibiciones por parte de la Federación y el CSD.