RAUL JIMÉNEZ ZAVALA
Qué lejos están aquellos días, cuando las imágenes de los brutales atentados perpetrados por la banda terrorista ETA nos llegaban a nuestro país, Ecuador, por medio de las pantallas de los televisores como sucesos de una dolorosa y distante connotación internacional. En algunas zonas rurales como la localidad de Picaihua, Ambato, ni siquiera se enteraban de las barbaries cometidas por quienes hablan con el sonido de las armas y la dinamita. Como mucho, se comentaban otros males como la pobreza y las corruptelas políticas. Ahora todo ha cambiado, ya que la globalización del terror ha tocado las puertas de esta pequeña comunidad, para arrancarle a uno de sus hijos predilectos, Carlos Alonso Palate. Él, junto a Diego Armando Estacio, se han convertido en los primeros ecuatorianos sobre los que los etarras han descargado su ira.
La única motivación que tuvieron estos dos compatriotas antes de embarcarse en su largo viaje a España era la misma que la que tuvimos más de medio millón de ecuatorianos que residimos es este país: huir del descalabro económico, político y social que ha sufrido Ecuador durante los últimos años. Llegaron con ganas de comerse el mundo y de sacar a los suyos adelante, a pesar de probar el trago amargo del desarraigo, la discriminación y la ruptura familiar. En unos pocos años trabajaron, sudaron, sufrieron, lloraron, rieron... Ellos se sintieron parte de este país y, también, miraron cómo un pequeño destello de esperanza alumbraba el camino del fin de la violencia en un mundo que no era el suyo, pero que lo querían como tal.
Ahora, todo se ha vuelto sombras. Una brutal explosión ha empujado a estos dos cuerpos hasta el fondo mismo de las entrañas. Irónicamente, en aquel sitio donde hace algunos años, por vez primera, iniciaron su sueño: el aeropuerto de Barajas.
Después de casi tres años, los ecuatorianos nuevamente somos noticia por un atentado que ha cegado la vida de dos jóvenes trabajadores. El 11-M también expandió sus tentáculos a nuestro país porque enterró la vida de seis ecuatorianos. Ahora, otro terrorismo con distinto apellido pero con el mismo veneno ha demostrado al mundo que el verbo matar no conoce de razas, ni de culturas, ni de procedencias.
Raúl Jiménez Zavala es portavoz de la Asociación Rumiñahui Hispano Ecuatoriana.
|