Miércoles, 3 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6226.
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La maleta con las joyas del General y la sangre de San Pantaleón
F. M. / N. G.

BARCELONA.- Ana María Gil Calvo es una mujer de cuidado. Tiene un rostro que es todo amabilidad, porque, como ella dice, «tiene alma de actriz». Pero enojada es un torbellino, sus insultos son inteligentes y tiene una sobrada capacidad de manipulación.

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Cuando la abordamos en Torrent el 12 de diciembre mientras paseaba a la pastor alemán que, según ella, le hace de lazarillo a su marido, el acusado de ser el jefe de la terrorista Agrupación Anticomunista Argentina (Triple A), Rodolfo Eduardo Almirón Sena, todo era cortesía, amabilidad e incluso hospitalidad. Nos identificamos como periodistas de EL MUNDO y le informamos de que estábamos haciendo un reportaje sobre la violencia ejercida por el Estado durante los dos últimos años de la presidencia de 'Isabelita' Martínez de Perón.

Para nuestra sorpresa, nos invitó a su casa y mantuvimos cerca de hora y media de entrevista, a la espera de que llegara su marido del centro de día donde ejercita la memoria que le deterioró una embolia hace tres años. Las respuestas de Almirón fueron parcas, casi monosílabos. «Si tuviera que escribir un libro sobre mi vida, sólo tendría una página», aseguró.

Pero antes, Ana María se había explayado contra los que en el pasado habían sido los protectores o los patrones de su marido: desde el superministro de Isabel Perón José López Rega, hasta Manuel Fraga, pasando por el magistrado Clemente Auger o por el actual alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que defendió la querella de los Almirón contra 'Cambio 16' en 1983. Una querella que acabó archivada tras invocar el juez el principio 'exceptio veritas' (no hay calumnia ni injuria cuando lo que se afirma es verdad).

También se despachó a gusto contra el séquito que en 1975 siguió a López Rega a Madrid, a donde llegó «por decreto presidencial» en calidad de «embajador plenipotenciario en Europa». Faltaban unos meses para el golpe de los militares en Argentina, encabezado por los generales Videla, Massera y Viola. López Rega se instaló en Puerta de Hierro, en la Quinta 17 de Octubre, donde Ana María Gil aseguró que se sintieron prisioneros. Por eso, según ella, su marido «no pudo participar en Montejurra». Reconoce que se puso «brava», cuando se difundió que la fortuna que el general Juan Domingo Perón tenía guardada en joyas en una maleta fue a parar a la Quinta 17 de Octubre. «Yo le escribí una carta a la presidenta», asegura, «en la que le decía que yo sabía que las tenía ella. Pregúntenle, la encontrarán cada día de San Pantaleón en el Templo de las Descalzas Reales en Madrid».

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