ANGEL VIVAS
MADRID.-
El partir de obras anteriores, o continuarlas, es algo tan antiguo como la literatura. Avellaneda no fue el primero en subirse al carro de una obra maestra. Al parecer, esta costumbre tiene un arraigo especial en Rusia. Un excelente ejemplo es Kiril Yeskov, quien se ha atrevido nada menos que con El señor de los anillos.
Yeskov publicó hace un par de años El último anillo (Bibliópolis), una inteligentísima y bienhumorada vuelta de tuerca a la obra de Tolkien (entre otros hallazgos, está contada desde el punto de vista de los orcos, y los elfos ya no resultan tan majos). El libro se ha ganado el aprecio de los aficionados a la fantasía (va por la segunda edición), pero puede hacer las delicias de cualquiera que disfrutara con El señor de los anillos pero sea capaz de ver ese mundo sin excesiva reverencia.
El caso es que Yeskov, paleontólogo de profesión, parece haber encontrado un terreno propicio en esos juegos cultos, metaliterarios y divertidos. La misma editorial recupera ahora su primera novela, El evangelio secreto, para cuya presentación ha venido a España Kiril Yeskov. Algunas características unen ambos títulos: que nada es lo que nos parecía en los textos originales (los orcos, los elfos, Gandalf y Saruman en un caso; y Jesús, Judas y los romanos en otro) y una reflexión sobre la ciencia y la magia, el racionalismo y la religión.
Monarca institucional
El evangelio secreto nace, según su autor, «de la necesidad de replicar a las tesis de un predicador contemporáneo, Josh McDowell, quien pretende demostrar la resurrección de Cristo. Pero el libro no es ateo o ateísta; en Polonia, incluso lo han calificado de muy católico. Yo creo que, si Dios existe, es como un monarca constitucional; no interviene en el mundo».
«La contraposición de ciencia y magia», prosigue Yeskov, «me la planteo como un juego literario. En un ensayo que he escrito respondiendo a Fukuyama, digo que la magia es la fase superior de la tecnología. Pero, cuando hago libros de divulgación científica, excluyo todo lo mágico y fantástico. En las novelas, lo único que pretendo es que el lector, al acabar de leerlas, se encuentre de mejor humor que al empezarlas».
Esa última afirmación le parecerá excesivamente modesta a cualquiera que se haya adentrado en sus obras. Como señala su traductor, Fernando Otero, Yeskov cumple la máxima neoclásica de enseñar deleitando. Si El último anillo es un prodigio de humor, ironía, culturalismo y anacronismos deliberados (Yeskov dice que se ha enfrentado a Tolkien desde la actualidad, igual que Dumas reconstruía el siglo XVII desde el XIX), El evangelio secreto es, según su propia explicación, una paráfrasis de aquello de Pascal: «Para quienes no ansían sino ver, hay luz bastante; mas para quienes tienen opuesta disposición, siempre hay bastante oscuridad». En ambos casos, el resultado es una fiesta para el lector.
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