Jueves, 4 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6227.
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 CULTURA
NUEVA COLECCION
Cuando Franco fue rojo... en un sello de correos
La efigie del dictador protagonizó numerosas emisiones postales a lo largo de cuatro décadas, muchas de las cuales han sido recuperadas e impresas de nuevo para la colección de EL MUNDO 'El franquismo en sellos y billetes'
ANGEL BAHAMONDE

Además de ser uno de los gobernantes más longevos, Franco fue el personaje que más veces protagonizó sellos en toda la historia postal europea, como recuerda Angel Bahamonde. Por este motivo, existe abundante información -y curiosas anécdotas- sobre los valores postales con su efigie. La gran mayoría de éstos forman parte de El franquismo en sellos y billetes, la nueva promoción cultural de EL MUNDO. Este domingo, con el periódico, el álbum de lujo para guardar la colección y la primera entrega, compuesta por dos hojas bloque de sellos, un billete de banco y un décimo de lotería. Y, a partir del próximo día 8, todos los días, de lunes a viernes, una nueva entrega, compuesta por una hoja bloque y un décimo, o bien una hoja bloque y un billete.

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MADRID.- Si convenimos que el correo ha sido el vehículo de comunicación dominante durante muchas décadas del siglo XX, llegaremos a la conclusión de que la efigie del dictador Francisco Franco penetró con asiduidad en la mayoría de los hogares españoles durante casi 40 años. Fue el protagonista de las series básicas del correo español desde 1939 hasta su muerte, en 1975. Son series básicas aquéllas que están prioritariamente dedicadas al franqueo de cartas y otros efectos postales, frente a las series conmemorativas, más encaminadas al mundo del coleccionismo, dentro de una lógica recaudatoria por parte del Estado.

Es comúnmente aceptado que las personas vivas no aparezcan en los sellos de correos. Esta norma se rompe en el caso de los monarcas reinantes. También, en algunas ocasiones, en el caso de los dictadores. Franco es el personaje más filatelizado de la historia postal europea, con gran ventaja respecto a otros. Así, Hitler inició su carrera filatélica en 1937, y la continuó hasta 1944. Mussolini sólo apareció de manera muy fugaz en la filatelia italiana, en un valor de 1941. Ciertamente, Mussolini no era el jefe del Estado, y el protagonismo filatélico correspondió a la figura del rey Víctor Manuel III. El dictador Salazar no fue filatelizado en vida. Tampoco era jefe del Estado y el honor filatélico recayó, sobre todo, en el general Carmona.

La carrera filatélica de Franco comenzó en 1939, con una serie de 12 valores impresa en litografía y grabada por Sánchez Toda. En esta serie, Franco aparece de perfil, mirando hacia su izquierda el nuevo escudo de España, ornado con el águila imperial; su rostro ocupa el primer plano del sello -tanto que apenas se le ve el uniforme-, quedando el segundo para el escudo que simboliza el país que domina. Este motivo se repitió en otra serie de 17 valores, que salió al mercado entre 1940 y 1945, al igual que en algunos de los valores de otra serie aparecida entre 1949 y 1953. Durante 15 años, fue la imagen dominante en la filatelia básica española.

La segunda efigie del dictador en los sellos españoles se materializó en 1948, en una serie de 10 valores, que culminó en 1954. En la estampilla, se distinguen nuevamente dos planos: en el primero, ahora a la derecha, aparece un retrato casi de cuerpo entero de Franco, vestido de militar con capote, luciendo en su pecho la Laureada de San Fernando; detrás, a la izquierda y hacia arriba, una panorámica del Castillo de la Mota. En aquella época, el discurso franquista insistía mucho en su relación con la España de los Reyes Católicos, razón por la que cobra importancia la elección del Castillo de la Mota.

Una tercera imagen destacable tuvo su preámbulo en 1942 para concretarse en una serie de tres valores, emitida en 1946 y 1947, y posteriormente entre 1949 y 1953. Un busto de Franco, vestido de militar, domina la composición del sello, cuyo centro casi se corresponde con la severa mirada frontal del dictador. Una leyenda en la parte superior, junto al valor facial del sello: «España. Una, grande, libre». Hasta mediados de los años 50, estas tres versiones fueron las más importantes, pero no las únicas ya que existieron otros motivos de menor incidencia filatélica.

En 1955, salió a la luz la serie que, durante 20 años -nada menos-, definió la filatelia básica española. Una orden ministerial de 15 de julio de 1954 puso en marcha la creación de esta serie, compuesta de 21 valores que abarcaban todas las posibles utilizaciones postales establecidas por las nuevas tarifas del 10 de julio del mismo año. En aquel momento, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre había superado los problemas de posguerra para dar un salto cualitativo desde el punto de vista tecnológico.

Desde 1950, se habían emitido sellos de gran calidad, muchos de ellos con motivos religiosos o referidos a los Reyes Católicos. Por otro lado, la dictadura había superado, ya de manera definitiva, sus peores momentos y estaba bien asentada. En 1953, el pacto con EEUU había significado su incorporación plena a la sociedad internacional, cristalizada en su entrada en la ONU. A estas alturas, la dictadura ya no podía recrearse en honores militares, y enarbolar los clásicos símbolos fascistas podía resultar inconveniente a los ojos de la comunidad internacional. El discurso del franquismo debía adoptar otro tono, y la imagen de Franco ofrecer otros valores.

Angel Bahamonde es catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III y miembro de la Academia Hispánica de Filatelia.


El 'Caudillo' como Gran Hermano y la leyenda de la emisión de 1955

MADRID.- Es interesante analizar la composición iconográfica de la serie de 1955, bastante parecida a la imagen del dictador que cerraba las emisiones de una recién nacida Televisión Española: otra vez un busto de Franco, a la derecha, pero en esta ocasión solo, sin más ornamento ni acompañamiento que un fondo de color -según el valor facial del sello-. Es un hombre maduro, sereno, vestido de civil, aunque, en el retrato original, Franco lucía su uniforme de capitán general, como hemos podido comprobar. Su mirada no es completamente frontal, pero no deja de ser vigilante. De hecho, no puede pasar inadvertida a nadie que maneje la estampilla, como una aureola de pacífico, aunque poderoso, Gran Hermano orwelliano. Dos leyendas le acompañan: el valor facial del sello, y las palabras: «España» y «Correos».

La serie fue impresa en huecograbado, con un dentado de 12 ½ por 12 . Sin duda, el valor más célebre de esta serie fue el de dos pesetas rojo. En torno a él, se ha tejido una leyenda que probablemente carece de fundamento. En principio, era un efecto de escasa utilización postal. Tengamos en cuenta que, según las nuevas tarifas, la carta común -20 gramos- exigía un franqueo de 0,80 pesetas. Si su destino era la misma población, el franqueo era de 0,60 pesetas. De manera que el sello de dos pesetas cubría, sobre todo, los derechos de urgencia corriente, y los derechos de seguro hasta 1.000 pesetas.

La leyenda se refiere a su color. De hecho, había dos sellos rojos en la serie: el de dos pesetas y el de una peseta. Se ha afirmado que muchos usuarios hacían bromas a costa de este sello, pues les resultaba divertida la asociación de Franco con el rojo, por motivos que todos podemos imaginar. Pegar en un sobre o recibir cada mañana un Franco rojo debía ser un suceso realmente extraordinario.

Se ha dicho que el propio dictador tomó cartas en el asunto y ordenó que el sello fuera retirado de la circulación, como efectivamente ocurrió. Fue sustituido el 24 de abril de 1956 por el de dos pesetas púrpura. Lo cierto es que las máquinas franqueadoras no distinguían bien entre los sellos rojos de una y dos pesetas, lo cual dio lugar a un cierto esplendor de la picaresca postal. Hoy en día es un valor muy cotizado en los mercados filatélicos. Debido a su escasa tirada, llega a alcanzar los 30 euros.

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