Jueves, 4 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6227.
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Alpha Blondy, 'reggae' con mensajes de paz
El músico africano abre Actual con un soberbio concierto reivindicativo
JOSÉ MANUEL GOMEZ. Especial para EL MUNDO

LOGROÑO. - En el mapa musical de Africa, sólo el reggae es el estilo capaz de ser entendido y disfrutado desde las montañas del Rif en Marruecos hasta Ciudad del Cabo, al otro lado del continente. El reggae es el lenguaje aceptado en todas las músicas africanas, en parte gracias a los mensajes de Bob Marley, pero, fundamentalmente, gracias a las canciones de Alpha Blondy, quien, en el momento álgido de su concierto en la noche inaugural del festival Actual de Logroño, se hizo traducir por su corista para dirigirse «a los terroristas que ponen las bombas y al Gobierno español para que encuentren la forma más inteligente de conseguir la paz».

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Poco más tarde, desveló la tragedia que estaba sufriendo la banda: el hijo de tres años de una de las coristas había sido atropellado por un taxi y había fallecido. Le dedicó su canción más hermosa, Ille Ille, que grabó en el álbum Apartheid is nazism (1985), una pieza poco habitual en su directo y que, como toda su actuación, sonó ligeramente acelerada. Un efecto, sin duda, provocado por la trágica situación por la que atravesaba el grupo.

A la música de Alpha Blondy le sienta especialmente bien el reposo, la pausa, ahí es donde el cantante se muestra capaz de alcanzar sus momentos más sublimes.

A primera hora de la noche, había mucho público esperando el comienzo del triple concierto. Por primera vez en el festival, se podía ver una gran presencia africana entre el respetable, más numeroso de lo habitual. Abrió Begoña Bang-Matu, quien horas antes había disipado las dudas sobre su origen: «Mi padre es africano, mi madre de Avila, soy de Madrid».

La que fuera cantante del exquisito grupo Malarians ha colaborado con los vitorianos Potato (los que lanzaron la consigna de Euskadi tropikal) y con Fermín Muguruza. Su segundo disco en solitario, I'm thinking about you, lo ha publicado con una productora vizcaína. Sobre el escenario, ella sigue utilizando el ska como el gran vehículo para construir su repertorio. Sin embargo, su banda, la Orquesta Kingston, no está demasiado habituada a los grandes escenarios y se exhibió ensimismada en unos excelentes arreglos jazzísticos, dejando a la cantante el papel de animadora. Begoña es una gran vocalista, que a ratos pone en práctica el consejo que le ofreció Laurel Aitken: «Dedícate al jazz».

Parece que Bang-Matu ha trasladado el consejo de uno de los grandes del ska a su banda, y todos los músicos hicieron un gran trabajo, sin conceder ni un solo gesto, ni un baile a la galería. Visto lo visto, ella remató su presentación en clave soul.

La Kinky Beat, por su parte, presentó su segundo disco, One more time. La formación optó por meter la directa, velocidad y electrónica, a su concepto de mestizaje sonoro. Así, lograron que las primeras filas bailaran el viejo pogo punk, heredado de Mano Negra. Con el beat del bombo, consiguen democratizar a las masas y diluir los mensajes (previsiblementes cantados en español). Con semejante fragor tecnológico, da igual que canten en arameo. El bombo y el delirio son instrumentos para una fiesta, que, en este caso, no incluía a los africanos. Saludaron con Rumba Tres de fondo para dar paso al concierto más esperado de la noche.

La intendencia funcionó con rapidez y, unos minutos después, el escenario estaba preparado para el reggae de Alpha Blondy. Cuando apareció la sección de viento, parecía que el concierto era inminente. Pero, en los camerinos, estaban intentado recuperarse de la trágica noticia de la muerte del hijo de la vocalista. La gente se mantenía expectante y, como dice el retrato que Rubén Blades escribió para Héctor Lavoe: «El público paga para poderme escuchar; vamos, cantante, comienza». La banda sobre la que se acomoda la voz de Alpha Blondy se llama Solar System, y apareció agitada por el bajista. El cantante no tardó mucho en ocupar el centro del escenario para entonar Jerusalem, uno de los clásicos del reggae, que dio título a su disco de 1986.

A menudo, los grandes cantantes africanos suplen el liderazgo del que carecen los políticos, y así la música adquiere en el continente un inesperado papel social. Alpha Blondy no tardó mucho en pedir la paz para los conflictos enquistados en Africa, como, por ejemplo, los de Sudán y el Chad.

Una cosa le llevó a la otra. El reggae sonaba en todas las formas posibles, desde su Cocody rock (1982) a Massada (1992). Luego desvelaron el drama que estaban viviendo y llegó Ille Ille, interpretada con rabia y sin calma.

Por otra parte, House of Pain ha suspendido su concierto en Actual. La muerte de un familiar del grupo norteamericano de rap ha provocado la cancelación, de manera que Violadores del Verso se convierten en cabezas del cartel en el concierto de mañana.


Surrealismo desbordante

Hay ciudades en las que parece que nunca pasa nada y, de repente, pasa de todo al mismo tiempo. Logroño amaneció surrealista por obra y gracia de Actual. Uno de los espacios emblematicos de la ciudad (El Espolón) se vio transformado por el artista Julio Hontana, quien, con muchos metros de plástico colocados entre árboles y vigas, alteró las sendas y caminos de los ciudadanos para alegría de los más pequeños, que se tomaron la obra y el arte como un juego.

Horas más tarde, unas niñas con patines entraban en la exposición de esculturas del checo Jan Svankmajer. La obra de este surrealista (Praga, 1934) no luce demasiado bajo las urnas de cristal de una sala de exposiciones. Sus cachivaches y objetos táctiles cobran vida en su obra cinematográfica (su último filme, 'Lunacy', compite para el Oscar con 'Volver', de Almodóvar). Proyectaron 'Los conspiradores del placer' (1996), una obra en la que el sexo y los placeres de la carne están más omnipresentes, y que deja la sección de complementos del marqués de Sade en inocentes juguetitos. Svankmajer huye de las palabras para mover a unos personajes entre las sombras de la líbido, los sueños y pesadillas que investigó Freud. Su narración sigue la delirante lógica surrealista, mezclada con las primitivas técnicas de animación de las marionetas y el cine mudo. Estéticamente, muestra más proximidad con los ocres de Max Ernst que con los relojes blandos de Dalí; puede tener la mala leche de Buñuel y el encanto de Magritte. Así que no es nada raro que Tim Burton lo considere un maestro. Las niñas de los patines han descubierto la pequeña sala de cine en la que se proyectan los cortos del checo y se quedan estupefactas ante un filme de tan sólo 12 minutos.

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