Jueves, 4 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6227.
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El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás (François de la Rochefoucauld)
 ESPAÑA
Una rectificación creíble
CAYETANO GONZALEZ

El presidente del Gobierno desgraciadamente no cometió un lapsus el pasado sábado cuando, nueve horas después del atentado de ETA en Barajas y con dos ciudadanos ecuatorianos muy probablemente ya muertos, sólo dio por suspendido su mal llamado proceso.

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Zapatero dijo lo que quiso decir, lo que le salió de dentro, porque, si por él fuera, el proceso seguiría; eso sí, con más opacidad, con más enredos, con más mentiras. Sólo la creciente indignación ciudadana por esa declaración presidencial y una situación que cada hora que pasaba desbordaba al Gobierno y al PSOE obligaron a que el ministro del Interior tuviera que enmendar al presidente y decir anteayer que el proceso estaba «roto, liquidado y acabado».

La única responsable de la prácticamente segura muerte de dos personas y de los destrozos causados en la T-4 de Barajas es ETA. La única responsable de que pueda haber más muertos y más extorsión es la banda terrorista. Y, dicho esto, hay que añadir -aunque Pepiño Blanco y algunos columnistas que han defendido contra viento y marea este proceso se rasguen farisaicamente las vestiduras- que también hay una responsabilidad política por la forma irresponsable, insolvente y frívola con que se ha dirigido el mal llamado proceso. Y esa responsabilidad política recae fundamentalmente en quien en su momento vino a decir: «¡Dejadme solo!, que yo sé cómo acabar con ETA».

Una responsabilidad política que los ciudadanos tienen todo el derecho a demandar y a exigir, y que si Zapatero, como es previsible, no atiende en forma de rectificación y de reconocer públicamente que se ha equivocado, esos mismos ciudadanos se la cobrarán en las diferentes elecciones previstas en los próximos meses.

Si no se produce una rectificación profunda, clara y contundente por parte de Zapatero de la política antiterrorista que ha aplicado desde que llegó a La Moncloa, lo que haga a partir de ahora ni será creíble ni, sobre todo, eficaz para lograr lo que todos los españoles deseamos: el final de ETA.

Por señalar sólo algunas de las cuestiones clave que el presidente debería de aclarar a la opinión pública: ¿Puede asegurar que no permitirá que Batasuna, como formación ilegal que es, o cualquier otra tapadera, se presente a las próximas elecciones municipales y forales en el País Vasco y Navarra? ¿Puede garantizar que volverá al seno del Pacto Antiterrorista que él mismo, en una pirueta realmente inexplicable, primero propuso en 2000 y luego dinamitó en 2004? ¿Puede asegurar que cambiará su estrategia antiterrorista, basada en el apaciguamiento y negociación política con ETA y su entorno, por la de buscar la derrota de la banda terrorista con todos los instrumentos que tiene nuestro Estado de Derecho?

Uno es bastante escéptico respecto a esta rectificación de fondo que debería hacer Zapatero. Poco o nada se puede esperar de un presidente que calificó a Otegi -el mismo que el pasado sábado no quiso condenar el atentado de Barajas- como un «hombre de paz»; de un presidente que impulsó el encuentro público de su partido con Batasuna; de un presidente que llevó el debate del proceso al Parlamento Europeo, produciendo una profunda división; de un presidente que ha hecho en estos tres últimos años oídos sordos a las justas reivindicaciones de las víctimas del terrorismo.

El problema de Zapatero es que o rectifica y vuelve a la política antiterrorista que se ha demostrado eficaz en la lucha contra ETA, o seguirá cavando su propia tumba. El problema de todos es que, mientras tanto, la banda terrorista podrá seguir haciendo daño y causando mucho dolor a los españoles. No quedará más remedio que seguir resistiendo.

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