Jueves, 4 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6227.
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 MADRID
Ocio / Teatro. / MILLAN SALCEDO Y FERNANDO CONDE / EX COMPONENTES DE MARTES Y TRECE
Historia de un reencuentro
Después de formar parte del grupo cómico más popular de los 80 y 90, la zarzuela 'Los sobrinos del capitán Grant' vuelve a cruzar las trayectorias artísticas de estos dos actores, reunidos por M2 antes de una función
PEDRO VILLORA

Hace nada más que 22 años, si en el Teatro de la Zarzuela se hubiese estrenado Los sobrinos del capitán Grant con este mismo reparto, más de uno se hubiese extrañado. «¿Una obra, una zarzuela, con Millán Salcedo y Fernando Conde? Aquí falta alguien». Ése que habría sido echado de menos entonces y que ahora no está es Josema Yuste. Y es que los tres, hace apenas dos décadas, eran los componentes de un exitoso grupo de humor llamado Martes y Trece.

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En ese momento, Fernando Conde dejó a sus compañeros y se lanzó a una carrera como actor que le obligó a superar numerosos prejuicios. Los mismos con los que se ha encontrado Millán Salcedo desde que Yuste y él diesen finalmente por concluida la segunda etapa de una compañía reducida a dos. Los sobrinos del capitán Grant supone, por tanto, el reencuentro de dos intérpretes que en verdad son historia del humor español.

Pregunta.- La única obra de teatro, en este caso musical, en la que han coincidido como actores es ésta. ¿Qué cambio hay entre trabajar juntos en humor y hacerlo en teatro?

Millán Salcedo.- Lo que sentíamos cuando trabajábamos en aquello de Martes y Trece era distinto, porque éramos jovencísimos y estábamos en otra perspectiva que no tiene nada que ver con esto. Nos hemos reencontrado con una solidez profesional de años cada uno por su lado, y en lo personal no ha habido problema.

Fernando Conde.- Cada uno lleva su camino, Josema ha seguido su trayectoria, yo emprendí otra en el 84 fuera del grupo. Donde sí ha habido gran diferencia es entre trabajar en una sala de fiestas, en el show de humor puro y duro, y estar en un teatro. El teatro se rige por otros registros, con cierto margen a la improvisación pero sometido al texto. Y luego está el comportamiento del público...

M. S.- Que no tiene nada que ver.

P.- ¿Por ejemplo?

F. C.- Un componente de la sala de fiestas es el alcohol. La misma persona no se comporta igual con tres whiskys que sin whisky. El mismo que viene al teatro, si lo trasladas a una sala de fiestas con un grupo de amiguetes, cambia. Y más en el humor, donde todo el mundo se cree muy gracioso. El trabajo de pista hay que hilarlo muy fino.

P.- ¿Hay diferencia entre ser humorista y actor de comedia?

M. S.- No tiene por qué haberla.

F. C.-Yo sí la veo.

M. S.- Tienes que sentirlo igual tanto cuando haces teatro como si estás en la pista. Lo que pasa es que hay una predisposición. Hay gente que nace con vis cómica y gente sin ella. Y eso no es bueno ni malo. No es más importante hacer un Hamlet que un sketch cómico.

F. C.- El ser humorista es de las cosas más difíciles del mundo. Y los tres venimos de una formación de actor.

P.- Porque se conocieron estudiando en la RESAD.

M. S.- Aunque se ha dicho eso, Josema no estudiaba allí.

F. C.- Iba como oyente.

M. S.- Fernando Conde y Millán Salcedo sí coincidimos en la Escuela de Arte Dramático.

F. C.- Con un curso de diferencia.

M. S.- Y luego otra vez en la mili, casualmente, y allí nació Martes yTrece: entre Fernando Conde y Millán Salcedo, que hacíamos actuaciones entre los compañeros de la mili, de inolvidable recuerdo y muchísima risa.

F. C.- Pero espera un momento, que me interesa matizar el punto éste. Hablando de Millán: aparte de actor, es humorista. Porque éste tiene esa capacidad, que yo veo dificilísima, de resumir una risa en una frase. En la primera época de Martes y Trece nos reuníamos a ver quién decía la mayor gansada, y de ahí surgían los sketches. Y éste soltaba 100 ideas por minuto, de las cuales tres eran cojonudas. Esa capacidad no la tengo. Ante todo, soy actor.

M. S.- Éramos complementarios. Yo tenía la impronta de la vis cómica y la caracterización, Josema tenía otro nosequé, y tú eras el que canalizaba esa cuádriga.

F. C.- Siempre he dicho que, de Martes y Trece, yo era la y: pequeñita pero, en un momento determinado, vital. Mi papel en los comienzos era como el serio de un trío de payasos, haciendo la mayor chorrada del mundo pero imponiendo un poco de orden.

M. S.- Lo que se producía como trío era muy grande. Y todo lo hacíamos a tercias: desde pagar las comidas a, sobre todo, llevarse los aplausos. Aunque cuidado: que no siempre eran aplausos.

P.- ¿También hubo fracasos?

F. C.- Al principio, sobre todo. Me acuerdo de no sé qué sitio...

M. S.- En Burgos, el Rancho Bill.

F. C.- Eso, era un asador de chuletas donde se celebraban bautizos, bodas, comuniones...

M. S.- Al llegar nos dimos cuenta de la cantidad de autocares que había. Traían gente de los pueblos, los metían en esa discoteca y los ponían hasta el culo de alcohol puro. Nosotros estábamos empezando.

F. C.- Con un tipo de humor como luego continuó la línea de Martes y Trece, que no era usual para la época. Hablamos del año 1977. Aparecieron tres chavales con cierta formación, haciendo un humor bastante sutil: aquellas radionovelas, un pase de modelos...

M. S.- Un poema de Quevedo dedicado a la mierda...

F. C.- Lo decía como si recitase a Miguel Hernández: poniendo caras de actores insignes y con la lágrima por la mejilla diciendo «mierda» sin parar.

M. S.- Y en mitad de la mierda alguien tira una moneda. Y Fernando la recoge y se la lanza con una mala hostia... ¡Y se lió una! No por tu culpa, sino porque esa gente no quería ver a tres personas rarísimas, sino a tías en pelotas y que se hubiera organizado una orgía directamente.

F. C.- Hay otra anécdota de cuando ya éramos superconocidísimos. A Josema se la oí en un programa de televisión, pero la contó mal. Es el famoso tomatazo de Torreperogil, provincia de Jaén, Sierra de Cazorla.

M. S.- Lo del tomate le ha pasado a muchos.

F. C.- A Víctor Manuel le dieron con una cebolla en Aragón, mi tierra.

P.- Pues eso duele más.

M. S.- Y a Bertín Osborne, en la piscina Benidorm de Linares, le tiraron medio ladrillo que le pasó rozando.

F. C.- El mundo de la gala es muy duro.

P.- ¿Mientras hacían esas galas querían ser Martes y Trece de por vida o tenían el objetivo de consolidarse como actores todoterreno?

M. S.- Lo que queríamos era trabajar. Éramos tres actores en paro que decidimos pasar a la acción. ¿Cómo íbamos a esperar que sonase el teléfono si yo ni siquiera tenía uno? Nos dijimos: «¿Tú qué sabes hacer?» «Ah, lo de la mili. Tú haces lo de la mierda de Quevedo, yo imito a Monserrat Caballé, y también Josema, que tiene una impresionante pátina camaleónica para parodiar».

F. C.- Yo salí seis meses antes que éste y me puse a trabajar en La detonación, de Buero Vallejo. Josema estaba con Adolfo Marsillach en Contacto peculiar. Yo me quedo en paro, Josema también, éste viene de la mili y organizamos una primerísima actuación improvisada en una sala que nos cedió José Luis Campuzano, el de Barón Rojo. Luego actuamos en una huelga de actores con motivo de una detención de Albert Boadella.

M. S.- Estaban Ana Belén, Nacha Guevara... No nos conocían y triunfamos. Pero la actuación de la primera sala la hicimos para que nos viese el coreógrafo de Gospell. Y el tío no sólo no nos contrató, sino que además nos robó cuatro o cinco ideas.

F. C.- Es verdad.

M. S.- Todo esto lo cuento en el libro En mis trece.

F. C.- Con los libros pasa una cosa. En todo grupo hay broncas, pero siempre hemos mantenido un respeto mutuo. Y eso no vende.

Los sobrinos del Capitán Grant

. Hasta el 14 de enero en el Teatro de la Zarzuela (Jovellanos, 4). Telf. 91 429 82 25.

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