Ayer me llegó el sms. Circulaba desde el domingo. El retraso en su llegada indica que carezco de contactos con el primer círculo del poder socialista. Me alegro. Me lo mandó una amiga. Prefiero la onda de la amistad a la onda del partido. Decía: «Estamos con el presidente, pásalo». Y lo pasé.
Estoy con el presidente, sí. Estoy con él en su intento de poner fin al terrorismo de ETA mediante el diálogo. Mandato parlamentario, Estado de Derecho, en ausencia de violencia. No veo otra. No hay que mudar de camisa cuando golpean las inclemencias que acechan toda tarea difícil. Hay que persistir en las convicciones, si se vuelve a las condiciones.
Pero estoy muy disgustado. Aquí ha habido un error grave. Si habláramos en términos filosóficos, diría que ha habido un error fenomenológico, no ontológico. Me vale la idea de dialogar con ETA, pero no me vale la falta de buena información. Han fallado los hombres del diálogo, han fallado los servicios secretos, han fallado los interlocutores y los informantes. Zapatero ha hecho lo que tenía que hacer, pero, de pronto, se ha quedado en bragas. O en calzoncillos, a elegir. Alguien no ha hecho bien su trabajo concreto. Alguien no se ha enterado de lo que se tenía que enterar. Alguien ha mentido y alguien se ha dejado engañar.
El mentiroso es ETA. El máximo culpable es ETA. Pero alguien tenía que saber más de lo que sabía. Alguien tenía que haber detectado lo que no detectó. Y eso es preocupante, desolador, desconsolador.
ETA es el escorpión. En la naturaleza de ETA está engañar y mentir, pero, a estas alturas, la rana tiene que tener un método, un sistema, un algo, para, aun estando dispuesta a atravesar el río, poder defenderse de la posibilidad, de la probabilidad, del infecto e infectante aguijón.
Las críticas del PP y la derecha van contra Zapatero. Eso es lo fácil. Lo que, de verdad, es preocupante es que han fallado la Policía, los servicios de información, los confidentes, los que deberían saber qué podía pasar y los que deberían haber impedido, entre otras cosas, que Zapatero se columpiara patéticamente el viernes con su declaración de que estábamos mejor que hace un año y de que dentro de un año estaríamos mejor, lo cual, por cierto, no es, ni mucho menos, todavía descartable.
Veo a ETA y a Batasuna, si no rectifica, como a Sísifo, subiendo vez tras vez una gran piedra a lo alto de una montaña para luego ver como esa piedra rueda hacia abajo y los arrolla. Es el castigo de los estúpidos dioses míticos a sus no menos estúpidos seguidores. Sobre esos dioses escribió Albert Camus: «Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza».
La piedra también nos arrolla a nosotros, por desgracia. Pero son ellos los que la suben vez tras vez para nada. Se trata de quitarles la piedra. Estoy de acuerdo con Conde-Pumpido. ETA está enterrada. Bajo su piedra. Aunque sea la misma que nos arrolla. Y Otegi y los suyos, si no cambian, son unos zombis. Muertos (políticamente) vivientes. Pero nosotros podemos seguir intentando retirar la piedra.