A partir de esta experiencia, Trías proponía en su artículo que las familias y los amigos hablaran durante estas fiestas navideñas de lo que nos aguarda después de la muerte o sobre temas como la existencia de Dios o el sentido de la vida. Eso sí, nos advertía -con su habitual honestidad intelectual- que la práctica podría tener consecuencias peligrosas.

Trías cita como ejemplo un episodio del Retrato de un artista adolescente de James Joyce. Pero yo prefiero referirme a otro memorable cuento suyo: The dead (Los muertos). En este breve relato de unas 50 páginas, Joyce narra la historia de una cena navideña en casa de las hermanas Morkan, que invitan a su sobrino Gabriel y su esposa Gretta.

Ésta le habla de un antiguo amor y Gabriel comprende que la relación con su mujer jamás podrá alcanzar la profundidad y la intensidad de sentimientos que la que ella evoca con su amante. Gabriel observa cómo cae la nieve y Joyce elabora una maravillosa e intraducible metáfora sobre la muerte y los copos que cuajan en el exterior.

La escena me recuerda mucho a aquélla de Eyes wide shut, la última película de Stanley Kubrick, en la que Nicole Kidman le confiesa a su esposo, interpretado por Tom Cruise, que jamás ha sentido un deseo como el que le suscitó un militar desconocido que vio en un hotel durante unos pocos segundos.

En ambos casos, la confesión de la mujer tiene unos efectos devastadores ya que suscita una profunda grieta en la relación: nada vuelve a ser lo que era tras esa revelación.

El peligro de cuestionar las verdades en las que uno ha basado su existencia es que puede acabar descubriendo que la vida está asentada sobre el vacío. Por eso, la propuesta de Trías es tan peligrosa.

Mejor hablar de fútbol o de política y exaltarse un poco con el cuñado que interrogarse sobre la contingencia del ser. Las dudas metafísicas pueden acabar por quebrar el sentido de nuestra existencia, como le sucede a Hamlet al tratar de indagar sobre el pasado.

Hamlet era tomado en la Corte por un loco y un excéntrico porque no aceptaba la verdad oficial. A cualquiera de nosotros puede sucedernos lo mismo si cuestionamos los valores más obvios sobre los que descansa nuestra vida y nuestro entorno.

Pero la rutina de fingir lo que no somos nos produce un desgaste íntimo que acaba con nuestras mejores energías. ¿Qué hacer? No hay recetas mágicas pero sí una gran oportunidad: los 360 días del calendario que restan para acabar el año. Poned a trabajar la imaginación. La historia del Universo comienza hoy para todos nosotros.