Ha sido un juego de palabras, dice Gara; ha sido un juego semántico, confirma José Blanco; ha sido una partida macabra donde se ha girado el cilindro sin poner el seguro. José Luis Rodríguez Zapatero se sentó a la mesa, sin resto, sin revólver, trotó, puso cara de tahúr, como el rey de los diamantes; después, acojonado por los mirones, apremiado por las protestas, envidó con K-8. Los etarras descubrieron que estaba sin resto e iba de farol. Se levantaron de la mesa en agosto y prepararon el zambombazo.
Ahora, desde las ruinas de la T-4, exigen que se reanude la partida. «Preservar en la línea del diálogo -dice Gara- para alcanzar una solución duradera». Explican que Zapatero se jacta de haber hecho menos concesiones en el alto el fuego de las que el PP hizo en el año 1999. El mahaikide de Batasuna, Joseba Alvarez, confirma el faroleo de la partida, pero pide otro vuelo: «Hay intención de no levantarse de la mesa hasta buscar una solución».
Los periódicos, el PP, Rubalcaba, las víctimas, reviven la canción de Joaquín Sabina: «Malas noticias en la radio ya vienen/ dicen los diarios / con sólo apretar el botón / el kiosko va a hacer explosión». El presidente del Gobierno volvió de Doñana interesándose por la gripe de algunos de sus colaboradores. Anteanoche consoló a los familiares de los ecuatorianos. Ha dado la orden de que se elabore un nuevo discurso, basado en la unidad de acción de todos los partidos democráticos, para demostrar la fortaleza del Estado de Derecho. Sólo hay dos caminos, el aniquilamiento de ETA o la disolución dialogada. Durante la tregua, según el presidente, no han cesado las detenciones y la persecución policiaca aumentará.
No se lo habrá dicho ni siquiera a Sonsoles, pero, seguramente, piensa que si este procedimiento se ha agotado, el nuevo puede iniciarse dentro de unos meses. O poco conozco a Zapatero o no descarto una nueva partida.
El presidente del Gobierno no se parece nada a Churchill, aquel héroe de la vieja Inglaterra que hizo una exhibición de coraje y patriotismo, al estilo de Nelson o de Wellington; se le suele asociar con el apaciguamiento de Chamberlain. Nadie recuerda que, además de lo de las lágrimas, el sudor y las playas, también dijo Churchill que si Hitler invadiera el infierno, él, como mínimo, haría una alusión favorable al Diablo en la Cámara de los Comunes. Nadie recuerda el desdichado veredicto del bulldog britático sobre los políticos españoles: el odio les envenena.
En estos días le llaman desvergonzado, tonto, sectario, rehén de ETA. Todo por sentarse en una mesa, con su pensamiento mágico, y envidar con los ojos cerrados a toperas con hierro. Yo creo que a pesar de que le descubrieron la martingala, seguirá con su sueño de ganar la partida. Cuando la calle pide su dimisión, comenta: Es la olla de Madrid.