Jueves, 4 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6227.
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 OPINION
Obituario / CARLOS ALONSO PALATE
Trabajaba sin descanso para sostener a su familia
EDUARDO ALVAREZ

Cuando en la mañana del pasado 30 de diciembre el joven Carlos Alonso Palate se dirigió en coche, junto a un amigo, a la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas para recoger a la mujer de éste, probablemente sólo albergaba en el pensamiento cuál iba a ser el modo de celebrar el Fin de Año. De hecho, no hacía demasiadas horas que había telefoneado a su país para felicitarles las fiestas a su madre y hermanos, y pedirles que se cuidaran. No pudo hacerlo de ningún modo. La sinrazón y barbarie terrorista le convirtió poco después de las 9:00 en la primera víctima mortal de ETA desde hace más de tres años.

Murió mientras descansaba en el interior del vehículo -del que prefirió no salir, para dormir un rato, cansado por las horas de viaje realizadas desde Valencia, mientras su compañero se adentraba en el aeropuerto a la espera de que aterrizara su esposa-. El suyo fue uno de los cientos de coches sobre los que se desplomaron los cimientos de las cuatro plantas del aparcamiento de la T-4 nada más estallar la furgoneta que hicieron explosionar los terroristas. Su cadáver no fue hallado hasta ayer, momento en el que se quebró definitivamente cualquier atisbo de la esperanza que han albergado durante días sus allegados.

Carlos Alonso Palate, de 35 años, era de origen ecuatoriano. Desde 2002, residía en Valencia, hasta donde llegó -en compañía familiares cercanos, como un tío- animado por varios conocidos que le informaron de las posibilidades de encontrar trabajo. En este tiempo, había logrado regularizar su situación y emplearse, entre otros, en el sector de la construcción. Antes de trasladarse a nuestro país, había trabajado como obrero en la fábrica ecuatoriana Vestetexa.

Estaba soltero y el trabajo era prácticamente su única dedicación. Su deseo de ahorrar el dinero suficiente para poder comprarle una casa a su padre en Ecuador le sirvió de impulso durante bastante tiempo, hasta hace poco más de un año en que falleció su progenitor. En su localidad natal, Ambato -un pequeño pueblo situado a dos horas y media de Quito- siguen residiendo su madre, ciega, y sus tres hermanos, una chica y dos varones. Él les hacía llegar puntualmente remesas económicas, auténtico sostén que ayudaba a seguir adelante a toda la familia.

Como recuerda Oswaldo, uno de sus primos, «era un trabajador nato; en ocasiones permanecía hasta 12 horas en la fábrica de plásticos de Torrent en la que había sido empleado. Él vino desde Ecuador porque quería sobresalir».

El fútbol era su gran afición. Durante mucho tiempo jugó en el Club Deportivo Nacional de Picaihua, y desde la distancia, trataba de animar y de no perderse ningún partido televisado de la selección ecuatoriana.

A la hora de su muerte, quienes le querían lo describen como una persona muy cariñosa y «bien responsable», según su madre. Seguro que lo era.

Carlos Alonso Palate nació en Ambato (Ecuador) y falleció el 30 de diciembre de 2006 en Madrid a los 35 años de edad.

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