Viernes, 5 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6228.
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Maldito escritor compulsivo
Reverso ediciones publicará en breve una curiosa novela inédita en españa del autor de 'El almuerzo desnudo'. William S. Burroughs publicó 'Puerto de santos' en 1973, pero su primera traducción llega a las librerías españolas cuando se cumplen diez años de su muerte. no hay excusas para perdérsela
LAURA FERNANDEZ

El mundo de William S. Burroughs, en perpetua descomposición, penosa resaca y triste despertar, no parece tener demasiados adeptos entre los lectores españoles. Hasta el momento apenas se ha editado un 20% de su obra (Yonqui, Marica y El almuerzo desnudo son los únicos tres libros del autor que todavía pueden encontrarse en las librerías) y los distribuidores se han empeñado en no dejar que la versión cinematográfica de El almuerzo desnudo que filmó David Cronenberg en 1992 se estrene en España (el día había llegado y era hoy, pero al parecer, en el último momento, no se ha visto claro su papel en la cartelera y ha vuelto a aplazarse).

En estos extraños días para el Universo Burroughs en España, Reverso Ediciones recupera Puerto de Santos, una de las más conocidas nouvelles del Padre de la Generación Beat. Publicada originalmente en 1973, Puerto de Santos fue definida por su autor como «una fantasía erótica», en la que un grupo de outsiders trata de reescribir la Historia a través de viajes en el tiempo. La curiosa novelita es, según la crítica, el mejor trabajo que Burroughs realizó durante su voluntario exilio europeo.

Polémica y desgarbada, su figura (siempre delgada, su obsesión por el vientre plano le llevó a tratar de extraer el componente de la heroína que eliminaba la grasa; no lo consiguió y siguió consumiéndola por miedo a perder su admirado peso) sigue sin perfilar en el panorama literario español. Odiado y amado casi a partes iguales, el escritor (que mató a su mujer de un disparo mientras practicaba tiro borracho) dejó a su partida (en 1997), cerca de medio centenar de novelas y otros tantos discos, películas y cuadros (en la última etapa de su carrera, la pintura se convirtió en el centro de su universo creativo).

Nacido en el seno de una familia acomodada (su abuelo había sido el fundador de una famosa marca de calculadoras), en 1914, Burroughs siempre prefirió la biblioteca a cualquier otro plan posible.Y la droga a cualquier otro amigo posible. A los 15 años ya se había acostado con alguno de los chicos de su clase y estaba a punto de entrar en el mundo de los adictos a la morfina.

A los 22 se mudó a Chicago y su adicción le llevó a codearse con delincuentes locales de todo tipo. Luego se trasladó a Nueva York, donde, a los 28 años, era el tipo al que todos querían parecerse. Jack Kerouac le retrató como un sabio loco en la Biblia beatnik: En la carretera (donde Burroughs es Bull Lee). Y Allen Ginsberg compartió con él la parte más dura de su desajustada existencia: tras matar a su mujer (con la que se casó casi por compromiso social, puesto que era homosexual) inició una especie de viaje espiritual que le llevó a recorrer Suramérica. Durante aquellos días escribió a menudo a Ginsberg, y su correspondencia la publicó recientemente Anagrama, bajo el título: Las cartas de ayahuasca. Escritas entre 1953 y 1957, las cartas se editaron en Estados Unidos en 1976.

Por aquella época, Burroughs ya había publicado Marica y Yonqui, y estaba por llegar El almuerzo desnudo, obra clave en su compulsivo y, hasta el extremo, maldito estilo, el del golpe (beat): a golpes escribía y a golpes vivía, envuelto en una nube de estupefacientes (lo probó todo y luego incluyó una guía de efectos como prólogo a El almuerzo desnudo y convirtió sus libros en la mejor manera de no atreverse a probar nada que tuviera que calentarse en una cuchara). Dejó Nueva York en 1954, un año después de apadrinar el nacimiento de la Generación Beat, que le debe a su rompecabezas estilísticos el golpe de gracia.

Tras una temporada en Tánger, el escritor se sometió a una cura de desintoxicación en Londres y consigue dejar la morfina y retomar El almuerzo desnudo (mecanografiada finalmente por Kerouac, durante una visita que le hicieron él y Ginsberg a Tánger). Publicada en 1959, la obra magna de Burroughs puede leerse como un tratado del cut-up, o estilo rompecabezas que el escritor cultivó durante toda su vida.

Norman Mailer se encontraba entre sus admiradores en aquella época, en cierto sentido maldita para el escritor, que tuvo que hacer frente a numerosos procesos legales por obscenidad en Los Angeles y Boston. Corría el año 1965 y el autor vivía en el mítico Hotel Chelsea de Nueva York (lugar en el que presuntamente el cantante de los Sex Pistols, Sid Vicious, asesinó a su chica, Nancy Spungen). Su interés por todo lo relacionado con el ocultismo (incluidas las sectas) le llevó a escribir más de una trilogía futurista.

De hecho, su producción posterior al escándalo de El almuerzo desnudo y sobre todo a partir de los 70 se limita a explorar el lado más comercial de la literatura. Sirva como ejemplo la, pese a todo, estupenda trilogía del espacio: Ciudades de la noche roja, El lugar de los caminos muertos y Las tierras de occidente, una especie de western surreal cibernético (publicado ya en los 80).

El cine, la música y la pintura centraron su carrera desde finales de los 80 hasta su muerte, en 1997. Colaboró con Tom Waits (en el disco Black Rider), David Bowie, U2, Frank Zappa, Blondie y Kurt Cobain (firmaron un álbum a medias: The priest, they called him), entre muchos otros. Y apareció en Drugstore cowboy, de Gus Van Sant (en el papel de un cura yonqui), y en Twister, de Michael Almereyda.

Obsesionado en sus últimas obras con la inminente aparición de una amenaza intergaláctica (en forma de virus mortal) capaz de aniquilar a la raza humana (o lo que es lo mismo, una tentación demasiado grande para poder evitarse: las drogas), el talento del escritor se fue apagando en un sinfín de esporádicas colaboraciones y excéntricos intentos de volver al pasado.

El menos conocido quizá sea el que le llevó a fabricar una caja con dos agujeros en la que invitaba a acostarse a un jovencito para, después de haber transcurrido el tiempo que creía necesario, hacerle salir y meterse él. Así decía recobrar parte de la juventud perdida. Y permanecer inmune al virus intergaláctico que quizá no fuese más que la vejez.


La ecléctica trayectoria del hombre invisible

Sus amigos le llamaban el hombre invisible porque eso era lo que parecía: la heroína demacró su aspecto hasta hacerle parecer un espectro. Pero a él nunca le importó. Su obsesión por conservar un vientre plano hasta el día de su muerte impidió que dejara la heroína.

William S. Burroughs había nacido para ser delgado y para ser un genio. Automarginado desde su más tierna infancia, como otros ilustres hijos de burgueses (el Marqués de Sade entre ellos), el escritor amplió el abanico de sus posibilidades artísticas cuando pareció que no tenía mucho más que decir en la literatura.Así, a partir de finales de los 80, aparece, por ejemplo, en el disco The Black Rider de Tom Waits, como coautor de algunos temas, y en películas como Drugstore Cowboy de Gus Van Sant (que utilizó su voz en fragmentos de Elephant).

Laurie Anderson, REM y Kurt Cobain (que grabó con él un álbum en el que Burroughs recitaba sus textos mientras Cobain tocaba la guitarra) fueron algunos de los artistas con los que colaboró el escritor en la recta final de su carrera. De hecho, su última aparición pública la hizo en el videoclip de Last night on Earth, de U2, grabado pocos días antes de su muerte, en 1997. Una curiosa coincidencia. O la guinda perfecta.

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