JAVIER TOMEO
Esta noche, un año más, llegan los Reyes Magos. En estos tiempos, en los que pasan tantas cosas de la noche a la mañana, diremos que continúan siendo tres y que tampoco han cambiado de nombre.Son, por lo tanto, Gaspar, Melchor y Baltasar. Año tras año, resisten las acometidas del rollizo Papá Noel y perduran en el mágico firmamento de los niños españoles... para mayor quebranto de las economías familiares, tan amenazadas ahora por la subida de las hipotecas.
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'Bojos pel col·leccionisme' es el nombre de la exposición que se inauguró hace unos días en Mataró, que reunió más de cincuenta recopilaciones curiosas de diversos objetos: juguetes de madera, fósiles, objetos relacionados con la película de La guerra de las galaxias, etc. La verdad es que hay muchas clases de colecciones.El zar Pedro III, dentista aficionado, tenía una colección compuesta por más de 300 muelas y colmillos. Mi amigo Ramón prefiere coleccionar euros, y ya ha conseguido los primeros cinco, reunidos en un solo billete. No se muestra, sin embargo, demasiado optimista sobre el futuro de su colección.
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La luz y las tinieblas están mezcladas en el caos del hombre, decía el poeta latino Horacio. Lo que pasa es que hay ocasiones en las que prevalecen las tinieblas y apenas nos queda luz para encontrar el camino correcto. Apuntamos todo esto porque dicen que, desde hace algunos años, la iluminación navideña de Barcelona mantiene una tendencia a la baja. En algunas calles, los comerciantes ni siquiera se pusieron de acuerdo para instalar las luces de las fiestas que estamos a punto de superar felizmente. En este país cuesta trabajo que la gente se ponga de acuerdo.
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El ayuntamiento del Prat de Llobregat pondrá en servicio, a finales del próximo mes de febrero, un nuevo mirador para que los ciudadanos puedan ver cómo aterrizan los aviones en el aeropuerto. Ese mirador estará cerca de la carretera de la playa, que es el lugar más próximo a donde toman tierra la mayoría de los aviones. Mi amigo Ramón me ha prometido que cada día se pasará cinco o seis horas en el nuevo mirador para ver si, a fuerza de observar cómo cientos de aviones llegan felizmente a Barcelona, se le quita de una vez para siempre el pánico a volar.
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Ciertos comerciantes, con tal de ganar dinero, demuestran un mal gusto deplorable. Hace años, un amigo regresó de los Estados Unidos indignado porque, tras el asesinato de Kennedy, hicieron furor en aquel país unos saleros de cristal con la cabecita del presidente. La sal, obviamente, salía por unos agujeritos que se correspondían a los impactos de las balas en la nuca de la víctima. Ahora venden, también en el país del dólar, muñequitos de Saddam con la soga al cuello. Cambian los personajes, da igual servirse de un demócrata que de un tirano. Lo único que les importa a esa clase de mercaderes es vender.
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