Viernes, 5 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6228.
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Cómo pactar con el diablo
LAZARO COVADLO

Para negociar con el diablo, para mantener conversaciones con él, es preciso ser otro diablo, si no lo eres, abstente.

En los años 30' del pasado siglo dos capullos solemnes al frente de sus respectivos gobiernos acudieron a pactar con un diablo y a pedirle que ya que les había metido la puntita, no siguiera empujando, sobre todo sin crema lubricante. Chamberlain y Daladier, se apellidaban los capullos solemnes. Querían asegurar la paz para sus respectivas poblaciones, así que viajaron a Munich y le dijeron al diablo: «Queremos paz, no nos la sigas metiendo».Previamente se habían bajado los pantalones: básico requisito indumentario para pactar con el diablo, para dialogar con él.Porque no puedes pactar con el diablo con los pantalones subidos y calzoncillos de cuero, así como no puedes acudir a una función de gala sin corbata. De modo que, con los pantalones por los tobillos, los pacifistas Chamberlain y Daladier emprendieron con entusiasmo su política de apaciguamiento. Todo sea por la paz ¿de los cementerios?

El diablo alemán prometió templanza y aprovechó para ganar tiempo y rearmarse, pero a poco continuó introduciendo su putrescente tarugo en el culo de Europa. Está visto que no puedes negociar con el diablo si no eres otro diablo.

«Tú prometiste que sólo sería la puntita», gimieron Chamberlain y Daladier, que más que capullos solemnes eran unos pobres diablos.«Es que no puedo con mi naturaleza», contestó burlón el diablo, que con frecuencia se traviste de escorpión (como el que transportaba la rana de una a otra orilla del río). El diablo escorpión era un diablo nacionalista que supo explotar el victimismo alemán por la derrota en la pasada Gran Guerra. Los diablos políticos saben exprimir muy bien las pasiones nacionales y el victimismo de los victimatarios.

En vista de la traición del diablo (que siempre traiciona), el capullo Chamberlain anunció que el pacto estaba roto y le declaró la guerra. ¡A buena hora! El envalentonado diablo alemán había tenido tiempo de rearmarse. Convencido de la debilidad de los buenitos volvió a empujar con fuerza, esta vez sin vaselina ni nada.

Para encarar al diablo (que no tratar con él, ni negociar, ni pactar, ni aceptar que meta sólo la puntita), hay que ser un bulldog. Winston Churchill fue un recio bulldog que prometió sangre, sudor y lágrimas. Nada de vaselina y sonrisas pacifistas.Churchill sabía cómo tratar con el diablo.

A la larga, claro, el diablo siempre es derrotado. En gran parte lo es por la ponzoña de su propio aguijón, pero hasta que ello no sucede siempre se derrama mucha sangre, sudor y lágrimas.Más todavía si se le deja ganar tiempo, si se contribuye en el engaño. Dada la experiencia habida, ¿cómo se debe negociar con el diablo? De ninguna manera: con el diablo no se negocia, con el diablo no se pacta, al diablo no se le debe dejar que gane tiempo. Al diablo sólo se lo combate, se lo persigue, se lo desarma y destruye. Pactar con él es puro suicidio.

www.covadlo.com

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