El Govern de Pasqual Maragall quemó todos los cartuchos que pudo para subvencionar el catalán en sus últimos días, cuando ERC ya no estaba en el Consell Executiu. En sólo tres meses, el tercer cuatrimestre, la Generalitat concedió más de dos millones de euros a entidades que se dedican al fomento del catalán. No es negativo que se ofrezcan subvenciones al catalán, pero el problema principal radica en el destino que tendrá ese dinero público, salido del bolsillo de todos los catalanes: más de las tres cuartas partes irán a parar a territorios como la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares, la Franja de Ponent en Aragón, la Cataluña francesa o la ciudad de L'Alguer, en la isla de Cerdeña.
Mucho más grave sería que se confirmaran, además, las sospechas que ayer expresó el portavoz adjunto del Partido Popular en el Parlament, Daniel Sirera, quien arremetió contra la Generalitat porque en su opinión las subvenciones sirven, en realidad, para promover manifestaciones contra los gobiernos de la Comunidad Valenciana o de Baleares.
Cabe preguntarse qué opinarán los contribuyentes de que una parte de lo que pagan a la Administración autonómica como impuestos se vaya, vía ayudas a entidades que teóricamente defienden la lengua catalana, a comunidades autónomas ajenas a ellos. De los resultados del último barómetro de la Generalitat se desprende que las preocupaciones ciudadanas están en temas tan alejados de las preocupaciones lingüísticas como la vivienda o la seguridad ciudadana. Cambiar esa forma de entender la política desde Cataluña es una oportunidad real para José Montilla desde su nuevo sillón de la Generalitat. El catalán se puede fomentar desde Cataluña.Pero, como en todo, no caben los excesos.
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