Las vacaciones de Ronaldinho y Deco acabaron ayer de forma oficial. Los dos futbolistas tampoco llegaron a tiempo para participar en la sesión matinal en el Mini Estadi -aparecieron media hora después de que diera inicio la sesión-, se quedaron en el gimnasio y aguardaron las órdenes de un disgustado Frank Rijkaard.
El holandés, según explicó el club, habló un par de minutos con Ronaldinho y Deco poco antes de las 13.00 horas, les dijo que por la tarde tendrían una sesión especial de trabajo en La Masía y no consideró adecuado que participaran en la tradicional entrega de regalos de Reyes en diversos hospitales catalanes. Desaparecía así la opción de que los futbolistas obtuvieran una imagen entrañable. Con caras de pocos amigos y nulas ganas de hablar, ambos completaron un entrenamiento poco menos que simbólico junto a los preparadores físicos, Paco Seirul·lo y Albert Rocas, que se prolongó por espacio de 29 minutos. Un par de carreras, un partidillo de 'fut-tenis', estiramientos y algún circuito. Poco más. Ahora le tocará al vestuario juzgar la actitud de sus compañeros. Rijkaard, el cuerpo técnico y los propios jugadores serán quienes decidan en una reunión si se ejecuta el código interno y hay sanciones.
Quien peor se ha tomado el embrollo ha sido Deco. El luso llamó al club la noche del martes porque su esposa se encontraba indispuesta y pidió permiso para estar unas horas más con ella. Ronaldinho, que dijo haber perdido un enlance, y Márquez, que no participó en la doble sesión del miércoles con el mismo argumento, difícilmente se librarán de la multa.
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