Con el mazo que la acredita como la primera presidenta de la Cámara de Representantes en la historia de EEUU, la demócrata Nancy Pelosi prometió ayer impulsar una batería de medidas populistas en las primeras 100 horas: desde el aumento del salario mínimo a la «limpieza ética», pasando por la revisión de la estrategia en Oriente Próximo. «El pueblo americano ha sido claro a la hora de reclamar la necesidad de una nueva dirección en Irak», dijo Pelosi al poco de consumar el asalto al Capitolio de los demócratas, que recuperaron ayer la doble mayoría perdida hace 12 años. «El pueblo americano ha rechazado una guerra abierta y sin final», añadió la controvertida presidenta de la Cámara Baja, de 66 años y con seis nietos que acudieron a su coronación.
Pelosi, vestida de granate y con un collar de perlas, resaltó con doble intención el hecho de haberse convertido en la primera mujer en volar tan alto: «Éste es un momento histórico, un momento que hemos estado esperando durante 200 años. Sin perder nunca la fe, luchando para conquistar nuestros derechos... Para nuestras hijas y nuestras nietas, hoy hemos roto un techo de mármol».
La nueva presidenta de la Cámara de Representantes fue elegida con 233 votos a favor y 202 en contra, claro reflejo del nuevo reparto de poder tras la debacle republicana en las elecciones legislativas de noviembre. En el Senado, mientras tanto, los demócratas rubricaban su frágil mayoría -51 a 49, con la inclusión de dos independientes- a la espera de lo que ocurra con Tim Johnson, el demócrata que sufrió una hemorragia cerebral. «Intentaremos trabajar por los problemas de los americanos desde una base bipartita», aseguró ayer el líder de los demócratas en el Senado, Harry Reid.
Desde las páginas de The Wall Street Journal, el presidente George W. Bush invitaba a la nueva mayoría a trabajar mano a mano y a huir de la tentación de impulsar leyes que sean «pronunciamientos políticos».
Una agenda ambiciosa
Sin embargo, los primeros roces entre los demócratas y la Casa Blanca no tardarán en llegar. Pelosi prometió ayer impulsar una ambiciosa agenda para las primeras 100 horas lectivas del nuevo Congreso, con una ofensiva combinada en las dos cámaras que no dará un respiro al presidente hasta el 18 de enero, cinco días antes de su discurso sobre el estado de la Unión.
La primera iniciativa se propone hacer una «limpieza ética» en el Capitolio, con una drástica prohibición de todo tipo de regalos, comidas y viajes a manos de los todopoderosos lobbistas, así como una severa restricción de los «proyectos especiales» -frecuentemente incoporados a las leyes de presupuesto- a los que hasta ahora tenían derecho los congresistas y los senadores.
La «nueva trasparencia» auspiciada por los demócratas cuenta en principio con el respaldo moral de la propia administración Bush, deseosa de correr una definitiva cortina de humo sobre los escándalos de corrupción que, junto con la marcha de la Guerra de Irak, fue el factor que más contribuyó al hundimiento de los republicanos en las elecciones de noviembre.
Entre las seis proposiciones de ley que pretenden impulsar los demócratas en sus primeras 100 horas se encuentra también una subida del salario mínimo de 2,10 dólares hasta llegar a los 7,25 dólares por hora. El último aumento, en 1997, se remonta a la era de Bill Clinton. La Casa Blanca ha dado de momento señales de apoyo condicional al aumento, que podría escalonarse en dos fases. El veterano senador Ted Kennedy pasará en cualquier caso a la ofensiva y será el encargado de enarbolar la bandera de los más desfavorecidos.
La espina más dura de tragar será sin duda la que pretende flexibilizar las leyes y destinar fondos federales a las investigaciones científicas con células madre embrionarias. El presidente Bush, por aquello de no predisponer en su contra a los votantes de la derecha cristiana, vetó hace un año una ley similar. El portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, afirmó que la posición del presidente en este delicado tema no ha variado un ápice.
Tras liquidar los asuntos urgentes de interés nacional, los demócratas aspiran a convocar la próxima semana en el Senado al nuevo secretario de Defensa, Robert Gates, para que dé una explicación de la situación en Irak. La nueva mayoría aprovechará la ocasión para reclamar el «cambio de estrategia» y abogar por un «repliegue escalonado» de los 140.000 soldados desplegados. Ayer, Pelosi hizo menos hincapié de lo esperado en la cuestión de Irak, a la espera de que sea Bush quien mueva antes sus piezas y deshoje en público la «nueva estrategia».
La dama de hierro de los demócratas coqueteó con las cámaras durante todo el día, consciente de su relevante papel, con el que las mujeres confirman su ascenso a las altas esferas de la política. Con ella, son 71 las que han entrado por la puerta grande de la Cámara de Representantes, frente a 364 hombres. La misma proporción del 16% se alcanza en la Cámara Alta. Las nueve gobernadoras elevan al 18% el nivel de representación femenina en los estados.
Pese a los aires de ruptura que normalmente la arropan, Pelosi arrancó el día persignándose en la iglesia de St. Peter, donde se abrió paso entre un puñado de manifestantes que ondearon una pancarta: «No se puede ser católica y apoyar el aborto». En el Capitolio, la presidenta de la Cámara Baja se hizo acompañar por el actor Richard Gere y los cantantes Tony Bennet y Carole King. Ya por la tarde se desplazó a su Baltimore natal para rendir tributo a la estatua de su padre, el ex alcalde Thomas d'Alessandro, y descubrir la placa de la calle que lleva desde ayer su nombre: Nancy Pelosi Street.
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