Cuatro palestinos murieron ayer y más de 20 resultaron heridos en una de las más devastadoras incursiones del Ejército israelí desde el pasado mes de mayo, en la ciudad cisjordana de Ramala. Decenas de vehículos blindados, excavadoras y bulldozers, además de dos helicópteros, penetraron en Al Manara, principal plaza de la ciudad.
Milicianos y viandantes respondieron a la incursión lanzando bombas incendiarias y piedras a los efectivos israelíes, cuyo objetivo era detener a Rabi Hamad, integrante de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, brazo armado de Al Fatah, facción dirigida por el presidente palestino, Abú Mazen.
Según fuentes militares israelíes que calificaron la operación de «rutinaria», Hamad es figura central en la fabricación de bombas, por lo que su arresto era de prioridad absoluta.
Hamad, que se encontraba donde se produjo el ataque, resultó herido, pero eso no le impidió huir del Tsahal y en su lugar otros cuatro palestinos fueron detenidos.
Durante más de dos horas, los tiros, las explosiones y el ruido de las sirenas resonaron en la ciudad, mientras los palestinos intentaban ponerse a cubierto. Una docena de jeeps israelíes circulaban por las calles de Ramala y un bulldozer del Ejército arrollaba los coches y los puestos de frutas de la plaza.
«De pronto la gente comenzó a decir: Vienen los israelíes. Vi bulldozers y tanques dando vueltas por la plaza y amontonando unos 100 coches y formando con ellos una gran montaña. Fue horroroso la gente corría y las mujeres y los niños no paraban de llorar», explica Ramón Peres Rueda, un español que trabaja en una ONG en esta localidad.
«No sabíamos por dónde tirar. La gente aporreaba las puertas de las tiendas para que los comerciantes les abrieran y poder refugiarse. Mientras, los jeeps no paraban de lanzar ráfagas de balas. Los helicópteros comenzaron a disparar contra uno de los barrios residenciales de la ciudad. Hoy he conocido lo que es el miedo», asegura Rueda. A última hora de la tarde los lugareños salieron a la calle enarbolando banderas palestinas en protesta por la incursión israelí y recogieron los escombros y las frutas derramadas por la plaza.
Abú Mazen condenó la redada y aseguró que esto «demuestra que los anuncios israelíes a favor de la paz y de la seguridad no son sinceros». La incursión israelí ensombreció la cumbre que tuvo lugar ayer en la península del Sinaí entre el primer ministro israelí, Ehud Olmert y el presidente egipcio, Hosni Mubarak. Después de la reunión, Olmert se vio obligado a pedir disculpas por la incursión, pero la justificó asegurando que se efectuó para proteger a Israel de «ataques terroristas».
«Los hechos se han desarrollado de una manera que no estaba prevista, si eso ha perjudicado a inocentes, no era nuestra intención», explicó el primer ministro.
Israelíes y palestinos acordaron un alto el fuego en la Franja de Gaza a finales del pasado mes de noviembre, pero en Cisjordania las redadas israelíes y los ataques continúan. En Gaza los enfrentamientos entre los movimientos de Al Fatah y Hamas continuaron durante todo el día de ayer con un saldo de tres palestinos muertos y 18 heridos.
«Los enfrentamientos deben parar, el derramamiento de sangre tiene que finalizar. Amaos los unos a los otros. Resolved las diferencias a través del dialogo y no con las armas (...). Las armas sólo tienen que ir dirigidas contra la ocupación israelí». Con estas palabras se dirigió ayer a los palestinos, el primer ministro, Ismael Haniya, después de regresar de su viaje a la Meca.
Posteriormente, Haniya se reunió en gaza con el presidente palestino, Abú Mazen. A la salida de la cumbre, en la que participó una delegación de la Seguridad egipcia, el primer ministro se dirigió a la población y llamó «a la camla y a la retirada de los hombres armados de las calles», en referencia a los enfrentamientos entre sus dos facciones, Hamas y Al Fatah, respectivamente. «Hay que dialogar y acabar con nuestra lucha dialéctica en los medios», dijo Haniya.