Los agresores también arrancaron las orejas del hermano de Iqbal y rajaron la mano de su madre. La esposa de Iqbal, Shahnaz Bibi, de 19 años, no se hallaba en su casa en el momento del ataque de los hombres de su clan para reclamar a la familia política su devolución. Bibi se vio obligada a mudarse a otro pueblo tras una agresión similar en la que le rompieron varios dedos a su marido y que tuvo lugar hace dos meses al final del Ramadán, el mes sagrado para los musulmanes.

«Los asaltantes, que llevaban armas cortas, puñales y hachas, torturaron a Iqbal cuando rechazó entregarles a Shahnaz», señaló a Reuters Naeem ul Hassan, número dos del superintendente de policía. El oficial de policía Manzoor Ahmed aseguró que siete sospechosos de estar involucrados en el ataque han sido arrestados y que la policía está buscando a otros 22.

La joven -que según Associated Press pertenece a una casta superior a la de su marido- se casó por su propia elección el año pasado, abandonando Multan junto a la familia de Iqbal aparentemente por el miedo a represalias de su familia. Sin embargo, hace poco el matrimonio regresó al pueblo para celebrar la festividad de Eid al Adha.

«Has mezclado nuestro honor con la basura», le espetaron unos 30 familiares de su mujer a Iqbal, según relataba hace unos días él mismo a AP desde la cama del hospital. «Nos casamos en un juzgado con nuestro propio consentimiento», señalaba Iqbal, añadiendo que ni él ni su esposa han hecho ningún mal: «Nos gustamos. El islam nos da permiso para casarnos por nuestra voluntad».

Un clan de terratenientes

Iqbal, que solía comprarle fruta al padre de su mujer, cuenta que ambos se enamoraron tras verse en un huerto de mangos. Pero la familia de ella, un clan perteneciente a una casta superior de terratenientes, se pronunció rotundamente en contra del matrimonio. Días después de la boda, la policía le arrestó porque su familia política le denunciara por secuestro. Shahnaz tuvo que firmar un documento ante el juez confirmando que se casó con él por su voluntad. La pareja tiene una niña de tres meses, Shaista.

Los grupos de Derechos Humanos aseguran que alrededor de 1.000 personas son asesinadas cada año en Pakistán en los llamados «crímenes de honor», sobre todo en zonas rurales. En algunos casos, las mujeres que se casan contra la voluntad de sus familias son desfiguradas como castigo.