Es sin duda el evento de música clásica que más expectación despierta y el más visto por millones de personas en todo el mundo a través de televisión. El tradicional Concierto de Año Nuevo que cada 1 de enero se ofrece desde la espectacular Sala Dorada del Musikverein de Viena ha sido este año mucho más especial para nuestro país, ya que por primera vez una española, la primera bailarina del Ballet de la Opera de Múnich, Lucía Lacarra, ha protagonizado el ballet que acompaña a la Filarmónica de Viena en los valses y polcas de los Strauss. «Desde niña, siempre veía el concierto», declaraba la reputada bailarina antes de ser el objetivo de las miradas de los millones de espectadores, «esperando a que llegaran los momentos de danza, pues era una de las pocas posibilidades de ver ballet por televisión».
PAREJA.
Al frente de la orquesta ha estado por cuarta vez Zubin Mehta. Mientras el aclamado director indio marcaba los sones del famoso Danubio azul, Lucía Lacarra bailaba junto a su marido, también primera figura del Ballet de Múnich, el francés Ciryl Pierre. Son los miembros de la prestigiosa filarmónica vienesa quienes eligen por votación quién toma la batuta de este evento que exalta a la ciudad de Viena en su esplendor artístico de palacios y sala de conciertos abarrotada por elegantes e importantes espectadores.
Si nuestra Premio Nacional de Danza 2005 se estrenaba en este importante acontecimiento mediático que presencian más de 60 países en directo, el conductor favorito de los músicos de la Filarmónica ya ha protagonizado el concierto tres años más, en 1990, 1995 y 1998.
La coreografía, realizada por el austriaco Christian Tichy, se desarrolló en uno de los salones del palacio de Schönbrunn, residencia de verano de los Habsburgo que la mítica Emperatriz Sissi y su esposo, el Emperador Francisco José, habitaron para mayor gloria de la leyenda romántica del lugar. Lacarra y Pierre, por tanto, siguieron las notas de su vals a través de unos altavoces que transmitían a la orquesta en directo, marcando sus evoluciones en un paso a dos que potenciaba los arabesques, giros y elevaciones varias para mejor movimiento del largo vestido malva de nuestra bailarina.
El matrimonio de bailarines llegó antes de Nochebuena a Viena para ponerse a las órdenes de Tichy y ensayar su creación coreográfica para el mítico vals, así como tomar contacto con el suelo de los salones del palacio vienés, pavimento complicado para ellos. «Hemos ensayado varios días desde las cuatro y media de la tarde hasta la una de la madrugada», declaraba a los medios balletómanos antes de su día de gloria, «y es duro porque uno de los salones es de parqué, complicado porque las puntas resbalan, y otro de moqueta».
EL ESPEJO.
La situación, aunque perfectamente coordinada por las rectas mentes vienesas, requiere un perfecto ajuste de todos los detalles para que la técnica no falle y el resultado visto desde casa sea el de encontrarse juntos música y danza. «En el ensayo de cualquier ballet», declaraba la primera bailarina española, «tenemos como referencia el espejo, pero aquí todo está pensado para la retransmisión, por lo que tenemos una cámara en una grúa encima de nuestras cabezas, y otra que nos sigue a sólo dos metros de distancia». La intervención del ballet se realiza exclusivamente para la emisión por televisión del esperado Concierto de Año Nuevo y su grabación en DVD está anunciada a la venta el próximo 8 de enero.
Para Lucía Lacarra este ha sido el momento artístico que le ha permitido ser admirada por millones de personas, aunque, a sus 31 años, su carrera se ha desarrollado por el camino que las grandes estrellas de la danza recorren. Desde que saliera de su Zumaia (Guipúzcoa) natal y se educara con Víctor Ullate en Madrid, a cuya compañía perteneció antes de irse a Francia, Lacarra es, junto con otros ex compañeros de los tiempos de Ullate, como Tamara Rojo, Angel Corella o Joaquín de Luz, una figura internacional. Desde 2002 es una de las cuatro principales intérpretes del citado Ballet de Múnich, dirigido por el checo Ivan Liska desde 1998. Allí encabeza tanto obras del repertorio romántico, clásico o neoclásico -Giselle, El lago de los cisnes o creaciones de Georges Balanchine, por ejemplo y respectivamente- como piezas de los grandes coreógrafos actuales, con William Forsythe a la cabeza.
CARRERA.
Llegó a la compañía ya junto a su esposo Ciryl Pierre, a quien conoció en 1994, cuando se unió al Ballet de Marsella invitada por Roland Petit. Junto a Pierre se marchó al San Francisco Ballet, formación donde pudo adentrarse en los principales papeles de la tradición del academicismo francés-italiano-ruso, que son los que posicionan a las grandes estrellas de la danza clásica. Su intención, sin embargo, era volver a Europa y estar más cerca de la familia. Y juntos se instalaron en la capital de Bavaria hace cuatro años, donde la compañía de ballet pertenece al estado federal y sus orígenes se remontan al siglo XVIII.
Lacarra fue galardonada en 2005 por el Ministerio de Cultura español con su anual Premio Nacional de Danza. También poseedora de los prestigiosos premios Nijinsky (Montecarlo, en 2002) y Benois (Moscú, en 2003), ha actuado el verano pasado en España, concretamente en los Veranos de la Villa de Madrid con la creación Pink Floyd Ballet de Roland Petit.
Y ya ensaya sus nuevos estrenos con el Ballet de Múnich. El próximo domingo 14 protagonizará Romeo y Julieta; y los días 26 y 31, El corsario. Y en todos tendrá como pareja a su marido.
