Mucho sufrimiento para ganar en Anoeta / EL MUNDO

La Real se apunta a la agonía. Un gol de Aranburu la mantiene viva después de un partido en el que pudo suceder de todo, y de hecho sucedió. Con un árbitro malo es lo que tiene. Rubinos Pérez, sin embargo, no consiguió liarla, aunque sí desconcertar a todos. A realistas y a osasunistas, aunque fueron los navarros los que más acusaron la peculiar actuación arbitral.

Osasuna estuvo a punto de tirar el partido en dos lances de la primera parte. Un absurdo penalti de Corrales a Xabi Prieto fue el primero, en el minuto 18. Gol de la Real por culpa de un agarrón que no iba a ninguna parte.

El segundo, la expulsión de Ziganda, que no estuvo nada cuco en la banda. Recordando viejos tiempos metió el pie a un balón que aún no había salido del campo. El control con zapato de tafilete fue lamentable. La acción en sí, también. Kovacevic se dio cuenta, el juez de línea también. El entrenador a la calle y los jugadores osasunistas revolucionados. Les costó todo un tiempo calmarse de nuevo.

Desde el gol, la Real se fue hacia atrás. La clasificación obliga. Se encomendó a Bravo, que salvó un par de balones increíbles, pero que falló en el más fácil, en un disparo lejano de Raúl García, recién estrenado.

De ahí al final pudo ganar Osasuna, pero venció la Real, gracias a un gol de Aranburu que rompió el fuera de juego de Osasuna. Quedaba sólo el descuento y aún así, los donostiarras siguieron sufriendo hasta que el árbitro señaló el final. Lo harán hasta que la Liga acabe.