ZARAGOZA 2
SEVILLA 1
César
Juanfran
Gabi Milito
Sergio
Diogo
Zapater
Piqué
Aimar
D'Alessandro
Ewerthon
Diego Milito
Cambios: Oscar por Ewerthon (min. 67)
Lafita por D'Ale-ssandro (m. 85) s.c.
Sergio García por D. Milito (min. 90)
s.c.
Palop
Daniel Alves
Javi Navarro
Escudé
David
Poulsen
Renato
Jesús Navas
Adriano
Luis Fabiano
Kanouté
Cambios: Chevantón por Navas (min. 60)
Maresca por David (min. 60)
Arbitro: Undiano Mallenco
Tarjetas amarillas: Luis Fabiano, Daniel Alves, Jesús Navas, Zapater, Aimar, Chevantón.
Tarjetas rojas: Luis Fabiano y Diogo.
Goles: 1-0: Diogo (min. 13). 2-0: Diego Milito (min. 51). 2-1: Luis Fabiano (min. 70).
LA ROMAREDA. 35.000 espectadores.
Si alguien no lo ha visto, debería hacerlo. Al menos, para tener claro lo que nunca hay que hacer en un campo de fútbol. El final del Zaragoza-Sevilla, un espléndido partido, llegó con un dolor para este deporte después de que Luis Fabiano y Diogo acabaran dándose patéticos y salvajes puñetazos. Con el árbitro marchándose ya, el uruguayo y el brasileño se enfrascaron en una pelea fea, feísima, una ensalada de golpes impropia de profesionales y que les va a costar a los dos unos cuantos partidos fuera de los terrenos de juego. Todo a cuenta de un pisotón del jugador zaragozista en la última jugada. Después, miradas, choques de cabeza y reyerta de bajos fondos.
Fue un triste epílogo para un canto al juego intenso, fino, apasionado y voraz, un homenaje al buen fútbol donde el Zaragoza domesticó al Sevilla, el lobo feroz, el mejor equipo del mundo en el año 2006, que podría comenzar el 2007 perdiendo el liderato. Con una lección de contragolpe, una exhibición del toque de D'Alessandro, la jerarquía de Aimar, el veneno de Diego Milito y el poder de la naturaleza que es Diogo, el Zaragoza confirmó su plaza de Champions y redujo a un Sevilla que también supo caer como un grande, haciendo honor a su condición de líder, orgulloso, poniendo cerco a César a costa de que le pudiera caer una goleada. Su osadía tuvo el premio del gol de Luis Fabiano, que alargó la taquicardia y definió el partido como pura pasión de principio a fin. ¡Viva el fútbol!
Si algo desquicia al Sevilla es encontrarse con un rival que juegue mejor al fútbol que él. Eso le desespera, lo aturulla, le cambia todos los planes. Exactamente lo que le sucedió ayer con el Zaragoza, amo del partido desde el gol de Diogo, que peinó un córner estupendamente tirado por D'Alessandro. Fue el tercer tanto esta temporada del lateral cedido por el Real Madrid, estadística que corona a un futbolista imponente. Defensor duro, fortísimo y con un despliegue abrumador por la banda derecha, Diogo es la viva imagen del lateral moderno. Indudablemente, parece tener carrete para un grande.
El tanto del Zaragoza cambió al cuarto de hora una dinámica que no pintaba nada bien para el equipo local. Tal condición pareció asumirla el Sevilla, convencido de vivir el momento sin recatos. No vale ser líder, también hay que demostrarlo. Y como tal se plantó el equipo andaluz en La Romareda, reclamando el balón, desplegando a Adriano por un lado y a Alves por el otro, con Poulsen tirando hilos por el medio, trabajando como un académico: limpia, fija y da esplendor.
Sin embargo, los buenos augurios se le nublaron al líder cuando Diogo dio en la diana. El tanto despejó el tablero de operaciones, redujo las combinaciones y desveló un combate a tumba abierta en la que el Sevilla trataría de golpear y el Zaragoza de matar a la contra.
El planteamiento de los maños no fue, sin embargo, rácano. Se dejó la piel en defensa, especialmente en tapar la banda de Jesús Navas, al que convirtió en un fantasma durante todo el partido. Ningún detalle mejor para dar cuenta de su fortaleza defensiva. Sin embargo, a la hora de alargarse, el grupo de Víctor Fernández no se cortó un pelo. Mientras tuvo fuelle, trabajó como una apisonadora. Las llegadas mañas vinieron en aluvión, con cinco y hasta seis jugadores desplegándose acompasadamente en busca del área de Palop, que finalmente forzó para jugar ante las sospechas que ofrece su suplente. El portero pasó una noche entretenidísima, como toda su defensa, al límite en el pulso que mantuvieron con los dinámicos Aimar, Ewerthon y D'Alessandro.
Al trabajo de los mediapuntas le faltaba esta vez la puntilla de Diego Milito, torpón en la mejor ocasión de la que gozó en la primera parte, cuando encasquilló el revólver mientras encaraba a Palop. En el duelo de predadores, Kanuoté tampoco acertaba. César se lució con una volea del malí que sacó junto a su palo. Y luego dio gracias por que el gigante no llegara a un centro de Adriano que hizo santiguarse a toda La Romareda antes de alcanzar el descanso.
A la vuelta volvió a hacerlo, pero por el júbilo del gol de Milito, que sumó su duodécima diana aprovechando su instinto, su fortuna y el vigor de Diogo. El uruguayo cabalgó otra vez por su banda, arrasó a David y colgó el centro. Milito se benefició de dos rechaces. Juande Ramos quitó a David y Navas y dio campo a Maresca y Chevantón. Hasta el final, el Sevilla fue una fiera desatada, acorraló al Zaragoza y mereció no perder. Luis Fabiano acortó distancias y él mismo, Kanouté y Chevantón desperdiciaron clarísimas ocasiones.