Este es en realidad el tercer plan del mismo tipo que han auspiciado las autoridades iraquíes y las fuerzas de ocupación norteamericanas en los últimos seis meses, sin que los dos precedentes consiguieran resultado alguno. El pasado mes de junio fuerzas iraquíes y miles de soldados estadounidenses lanzaron la pomposa operación Todos juntos hacia delante que no pudo poner coto a la anarquía. Dos meses más tarde otros 3.700 militares de EEUU se unían a ese operativo con el mismo resultado: ninguno.

«El plan de seguridad de Bagdad está listo y serán nuestras fuerzas armadas quienes lo pongan en marcha con el apoyo de las fuerzas multinacionales (las tropas de EEUU). No dejaremos que los ilegales, sin que importe su secta o filiación política, dispongan de un refugio seguro, y castigaremos a cualquiera que dude en obedecer las órdenes por su origen étnico o político», manifestó Maliki en el curso de la ceremonia oficial que presidió para conmemorar el día de las fuerzas armadas.

La alocución de Maliki se produce en medio de la controversia que generó la ejecución de Sadam Hussein y cuando se prodigan las voces en el país que cuestionan su capacidad de liderazgo. Maliki aprovechó también la ocasión para descalificar a los gobiernos que han criticado el modo en que fue ajusticiado Husein llegando a amenazar con «revisar» las relaciones diplomáticas con esas naciones. Los analistas locales dudan sobre la capacidad de Maliki para abanderar una arremetida contra grupos armados como el Ejército del Mehdi, cuyo mentor, el clérigo rebelde, Muktada al-Sadr, ha ejercido durante los últimos meses como principal soporte político del primer ministro, gracias al control que ejerce sobre 30 diputados y seis miembros del Gabinete.

Cuando en noviembre pasado las fuerzas norteamericanas cercaron Ciudad Sadr y parecían dispuestas a lanzar una amplia ofensiva contra el bastión del Ejército del Mehdi, fue precisamente Maliki quien presionó para que todo el operativo se cancelara. Un mes antes los estadounidenses habían capturado a un connotado dirigente de ese díscolo movimiento, el jeque Mazin al-Saedi, al que acusaban de promover uno de los temidos escuadrones de la muerte que actúan en la principal villa del país. También entonces Maliki intercedió para que el cautivo fuera liberado.

Sin embargo, las relaciones entre Al-Sadr y el jefe del Ejecutivo podrían haberse resentido tras el encuentro que mantuvo este último el 30 de noviembre con George Bush en Amán (Jordania), a consecuencia del cual el bloque «sadarista» -así se apodan- decidió boicotear el parlamento y el propio gobierno. El jeque Mohamed Bashar al-Fayadah, uno de los portavoces de la Asociación de Clérigos Musulames -una de las agrupaciones más influyentes de la minoría suní- advirtió que el proyecto de Maliki pretende en realidad encubrir lo que definió como nuevo intento de limpieza étnica en los barrios mixtos de Bagdad.

Al-Fayadah dijo que los habitantes de Gazaliya, un suburbio suní del oeste de la capital, han alertado sobre una concentración de al menos 150 vehículos en el adyacente arrabal de Shula, controlado por el Ejército del Mehdi. «Nos tememos un gran ataque», denunció Al-Fayahda en el canal Al Yazeera.

Entre los enclaves de Gazaliya y Shula se libra una guerra soterrada de increíble virulencia que ha provocado la huida de cientos de familias y dejado un número desconocido de víctimas mortales.

Dichos enfrentamientos forman parte de un escenario dislocado donde grupos de milicias de diferente filiación sectaria controlan amplias zonas de la ciudad. Como prueba de ello, durante la jornada la policía libró duros combates en torno a Haifa Street, a menos de un kilómetro de la Zona Verde, donde se atrinchera el gobierno y la embajada de EEUU. Horas después las fuerzas de seguridad informaban que habían abatido a 30 milicianos y ocho fueron detenidos, incluidos cinco sudaneses.

Al caer la noche desde el cercano Hotel Al Mansur se podían escuchar el retumbar de los proyectiles que impactaban en el mismo área y un virulento tiroteo -con ametralladoras pesadas incluidas- que se organizó a metros del establecimiento.

El incidente en Haifa Street se produjo cuando la policía intentaba recuperar 27 cadáveres que aparecieron con signos de haber sido ejecutados en un cementerio de ese barrio de mayoría suní y cayeron en una emboscada.

Portavoces de las fuerzas de seguridad explicaron que 17 de los cuerpos mostraban señales de haber sido ahorcados, un hallazgo inusual que podría estar relacionado con el reciente final de Sadam.

Durante las mismas 24 horas se recuperaron hasta 71 cadáveres en la villa incluido el del cámara iraquí de la agencia norteamericana AP, Ahmed Hadi Naji, de 28 años, que apareció con la marca que ya es una lúgubre tradición en Irak: un tiro en la nuca. Naji había desaparecido el pasado día 30 cuando le dijo a su familia que se dirigía a las oficinas de la agencia, sitas en el Hotel Palestina. Este es el cuarto empleado de la compañía que muere víctima de la violencia desde 2003.