Parece que el inmobiliario ya ha dado lo que tenía que dar y que en la calle está todo el pescado vendido. Ha llegado la hora de que los que acudieron al ladrillo en búsqueda de la cresta de la ola desaparezcan con plusvalías y que los de siempre -que le han sacado el mismo o más jugo incluso- refuercen un poco más sus posiciones, aunque sea a golpe de talonario en subastas.
El mismo día, la familia Del Pino se situaba en el grupo de los primeros y Bruno Figueras se asentaba en el segundo. Justo antes de cerrar el año, cuando para algunos entraron las prisas porque creían que las modificaciones fiscales de 2007 traían el fin del mundo, este barcelonés de 49 años firmó la adquisición de la división inmobiliaria de Ferrovial. Una compraventa valorada en 1.600 millones de euros a la que acompañaban otros 600 millones en forma de deuda.
De un día para otro, Bruno Figueras pasó de presidir una compañía que facturaba 180 millones de euros a otra con una cifra de negocio situada alrededor de los mil millones. Un salto tan llamativo como sus corbatas o sus gafas de ver. En general, su indumentaria es elegante pero más próxima a lo fashion que al gris oscuro que predomina entre los ejecutivos del sector, entre los que ya se ha forjado su propio respeto. No en vano, primero se convirtió en el presidente del salón Construmat, el certamen ferial dedicado al mundo de la construcción y, posiblemente, el más importante de los que organiza Fira de Barcelona. Y, ahora, preside la mayor inmobiliaria de capital familiar de Cataluña.
A primera vista, esa presencia en la vida institucional barcelonesa -también se encuentra en el comité ejecutivo de la patronal Fomento del Trabajo que preside Joan Rosell- es de lo poco que le asemeja a su padre José María Figueras, quien fuera presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona y de la propia feria de muestras. Su padre fue el impulsor del grupo, creado en 1953 junto a Josep Suñol y consolidado gracias al boom inmobiliario que auspició el desarrollo urbanístico de Barcelona durante los años sesenta y setenta.
A los 37 años, y tras la muerte de su padre, Figueras hijo se hizo con las riendas de la empresa junto a Suñol, presidente de honor desde 2003 y accionista del 55% del capital de la compañía. El joven Bruno llevaba a sus espaldas una licenciatura en Ciencias Económicas y una estancia en la Universidad de Stanford (California, Estados Unidos), de donde se trajo un MBA del que pocos podían vanagloriarse entonces en España. A partir de ahí le ha intentado dar una vuelta al negocio cuya gestión heredó.
La promoción inmobiliaria es lo que es, pero Hábitat no es lo que era. De la promoción pura -compra de suelo, construcción y venta-, el grupo ha pasado a un toque patrimonialista en el que no todo lo que se compra se vende, si bien todo se convierte.
Es así como Habitat se ha convertido en gestor de un campo de golf. De la misma forma que hace una década empezó su propia senda hotelera, que en los últimos años ha ido completando con nuevos establecimientos hoteleros y que el futuro espera con otras estrellas. Uno de esos proyectos es extravagante como el propio empresario, un rascacielos con forma de paralelepípedo (dos planchas verticales enganchadas en diferente altura) que ha diseñado el galo Dominique Perrault para Habitat y el distrito tecnológico 22@ de Barcelona, el mismo barrio en el que el pasado verano fallecieron cinco obreros en una obra de la compañía. Esa colaboración con arquitectos de reconocimiento ya lo habían explotado el tándem Figueras-Suñol poco después del gran crecimiento de Barcelona.
Los bolos que Figueras realiza algunas noches con su grupo de música Pesadijazz -es guitarrista- son una prueba más de que el ejecutivo, casado y con dos hijos, es capaz de relativizar las cosas y repartir tanto los beneficios como los riesgos de su proyecto. El tamaño de la empresa lo requería y la compra a Ferrovial sólo ha sido posible tras alcanzar los compromisos de otros empresarios para seguirle en la nueva Hábitat, que será una realidad este año a través de una ampliación de capital.
Y además de inversores, Figueras también intenta darle otra vuelta a la gestión del grupo inmobiliario. Acaba de fichar a Ricard Fernández para dinamizar la división inmobiliaria, un ex alto directivo de la ecosocialista Conselleria de Medio Ambiente y Vivienda de la Generalitat de Cataluña. Mientras Figueras persigue profesionalizar su grupo con directivos externos a las familias accionistas, CiU ha encontrado otra excusa para atacar al tripartito. ¿No existen incompatibilidades?, acusan los nacionalistas.
