Dice Martí Domínguez (Madrid, 1966) que no abundan los escritores como Voltaire, «hombres ocurrentes y comprometidos, con un un impresionante background cultural». Se aventura, menciona a Chomsky: «Ha hecho gestos brillantes en oposición al fanatismo de Bush». Se desdice: «Le falta el sarcasmo del francés».
Sentado en el hall del Hotel Palace, Domínguez explica que El retorn de Voltaire, novela con la que ha ganado el premio Josep Pla de prosa en catalán, representa la persecución del intelectual.El filósofo galo llevaba 30 años en el exilio cuando decidió regresar a París, donde era conocido como «el escritor de la tolerancia». Unos versos satíricos contra la religión habían llevado su fama hasta la Iglesia... y a su destierro posterior.
Tres décadas más tarde, Voltaire decidió volver a la Ciudad de las Luces. Tenía 84 años y si quería que lo enterraran tras su muerte, antes tenía que confesarse. «En cierto modo, su viaje fue como la llegada a Jerusalén», dice Domínguez. Sobre las consecuencias de aquel regreso hay poca cosa publicada, «es como si los franceses no hubiesen querido aceptar la triste muerte de su héroe», teoriza el autor. Sin embargo, la documentación es abundante, porque Voltaire guardaba toda su correspondencia.
Un exhaustivo trabajo de investigación, prolongado durante seis años, ha sido el punto de partida de El retorn de Voltaire. Todos los datos y los personajes que aparecen en la novela existieron alguna vez. «Podría haber escrito un ensayo, pero preferí novelar la historia», explica Domínguez. Su intención es reivindicar la vigencia del filósofo en nuestros días.
Algo por otro lado nada fácil, según el autor: «A nadie le importa ya el dolor ajeno». Como ejemplos, Domínguez habla de la ejecución televisada de Sadam Hussein, y del asesinato de Anna Politkovskaya.«En lugar de actuar al respecto, el mundo intelectual se ha aíslado en su torre de marfil», se lamenta. «Y de eso se acusaba antiguamente a los científicos».
Ni la televisión, que él considera «un instrumento de destrucción de la sociedad», ni Internet, ni siquiera la docencia universitaria -él es profesor en la Universitat de València- están dirigidas actualmente a «combatir la violencia humana», según Domínguez.Algo que, por otra parte, ya advertía el propio Voltaire. ¿Por qué el primer movimiento de las personas siempre es la violencia?, se preguntaba. ¿Por qué nos cuesta alegrarnos del éxito de los demás?
Narrada en tercera persona, la novela nace de un cuento que Domínguez escribió tras los atentados del 11-S. Quería resucitar la figura del divulgador y cerrar una trilogía que inició con Les confidències del comte de Buffon, un naturalista que busca la unión entre ciencia y literatura. «Si posteriormente El secret de Goethe hablaba del mundo clásico y del amor, El retorn de Voltaire se centra en el odio y la persecución», explica.
Igual que hacía Joan Fuster, Domínguez se considera volteriano.Dice que los intelectuales catalanes no lo son en absoluto. «Quizá aparezca algún Proust en Cataluña, o un nuevo Goethe», murmura.Y concluye: «Lo que está claro es que hay más posibilidades de que el próximo Voltaire sea valenciano».