JOSÉ MANUEL GOMEZ. Especial para EL MUNDO
LOGROÑO.-
Bastaron un par de acordes para recordar que The Gift son la mejor banda indie portuguesa. Su cantante, Sonia Tavares, saludó al respetable en nítido castellano con un sencillo: «Es un placer estar aquí». Una presentación dulce y ejemplar de la que podría tomar nota, por ejemplo, Najwa Nimri, también presente el pasado sábado en el escenario del Actual de Logroño.
El nuevo disco de los portugueses se llama Fácil de entender, es doble y se acompaña de un extenso DVD en el que se incluyen momentos de la gira de su tercer álbum, AM/FM (2004). En aquellos conciertos, se mostraban las dos caras de la banda: la intimista, de triste y lánguido pop electrónico, y la más trotona. Igual que el sábado en Logroño, donde fusionaron lo más movido de su repertorio con la inclusión de algunas canciones nuevas, como 645.
Sonia es una cantante que sobreviviría en cualquier contexto estilístico. Como canta en inglés y viendo sus rasgos, su peinado y algunas de sus cadencias vocales, alguien podría pensar en Patti Smith. Pero ahí acaban las semejanzas; The Gift se mueve entre las atmósferas indies características de los Flaming Lips (a los que han teloneado) y el techno-pop de Depeche Mode. A ratos corren el peligro de sumergirse en la pachanga bailable del eurobeat o hundirse en sinfonismos baratos. Pero siempre salen airosos gracias a su cantante.
Su concierto sorprendió tanto a los que no conocían a la banda como a los escépticos. El clímax llegó al final con un espectacular solo de teremín tumbado sobre un colchón de teclados y guitarras.
Fue uno de los grandes momentos de una noche de contrastes. Le Punk presentó su segundo álbum, No disparen al pianista, en el que destacan canciones como La Virgen de la soledad. Que no, no trata sobre ninguna romería. «Es una canción para que deje de ser virgen y de estar tan sola», aclararon desde el escenario. La banda hace rock & roll de factura clásica. Suenan a Brian Setzer, Malevaje y Los Rodríguez con una pizca de frenesí balcánico. No dudan en recuperar el Minie the moocher, de Cab Calloway, para sumar voces y voluntades a una juerga que remataron con una voz a lo Tom Waits.
Justo lo contrario de la escena que protagonizaron los músicos que acompañan a Nawja Nimri; digna de Esperando a Godot. Tiesos durante cinco minutos, sin tocar una nota, tuvieron que esperar hasta que la actriz se dignó a subir al escenario con la capucha puesta. Dice Nimri que está de vuelta de la electrónica de sus primeros discos, pero son los sonidos sintéticos los que aún dominan los momentos más intensos de sus irregulares shows. En fin, música para soñar o para quedarse dormido con temas interesantes, como Just in case.
Nimri tiene una voz magnífica, pero no la utiliza para comunicarse, ni con las gradas ni con sus músicos. Había pasado más de una hora de concierto errático cuando se puso estupenda y presentó a los músicos. Lanzó un «¿Cómo están ustedes?» y dio la medida de la estrella que puede llegar a ser: sutil, pizpireta, insinuante y desgarrada. Todo en una canción. Pero ya no quedaba tiempo para estar a gusto. Con el atropello se le cayó la petaca del sonido y acabó por encender un cigarrillo e improvisar, sobre una base house, su particular fiebre del sábado noche.
Las matinales del Circo Price marcaron el nacimiento del rock en España. Siguiendo ese ejemplo, Actual ha rescatado este tipo de sesiones diurnas, en las que se pudo ver a Kiki d'Akí, Parade e Hidrogenesse, el proyecto paralelo de Genís Segarra (Astrud) con Carlos Ballesteros. La hora del aperitivo fue para el valenciano Julio Bustamante, quien demostró con canciones su manera de ir por libre desde hace 25 años. Su música es optimista y revitalizante, muy apta para un ambiente mañanero de resaca de festival y/o fiesta.
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